La Guardia Civil en el marco de la Operación Jerbos, desarrollada en las provincias de Almería y Murcia, ha detenido a 20 personas de distintas nacionalidades (magrebíes, rumanos, búlgaros y españoles) pertenecientes a una organización supuestamente dedicada a cometer robos en viviendas y naves industriales. A los detenidos se les atribuye la autoría de más de 35 robos, entre ellos, el intento de robo de las imágenes de la iglesia de Santiago, en la capital, de donde finalmente no llegaron a hacerse con el botín que habían pactado con un coleccionista gracias a la alerta de un vecino a la Policía, que se personó en el lugar y arrestó a un ciudadano rumano. Los hechos ocurrieron el pasado día 4 de febrero.

En la operación se han practicado 13 registros domiciliarios en las provincias de Almería y Murcia donde se ha intervenido sopletes para la apertura de cajas de seguridad, inhibidores de frecuencia, radiotransmisores, pasamontañas, guantes, documentos falsos de identidad, cuatro vehículos sustraídos, material electrónico e informático, joyas, relojes y dinero metálico.

En uno de los registros practicados un miembro de la organización arrojó por el balcón cuatro escopetas que habían sido sustraídas en un robo, según la Benemérita.

En Almería capital, la Guardia Civil detuvo a cuatro personas y realizó tres registros; en Roquetas de Mar y Aguadulce, la operación se ha saldado con seis detenidos y cuatro registros; en El Ejido, tres detenidos y dos registros, y en Vícar, un detenido. También ha habido dos detenidos en Mojácar.

La operación se inició cuando la Guardia Civil tuvo conocimiento de la existencia de una red que estaba cometiendo robos en viviendas y naves industriales por lo que los agentes establecieron un dispositivo de seguimientos y control sobre un grupo de personas sospechosas. Fruto de este dispositivo, los agentes pudieron confirmar la existencia de esta organización por lo que se procedió a la detención de sus integrantes. El grueso de la operación, con la detención de la mayoría de la banda, tuvo lugar el 6 de mayo.

La organización hacía un reconocimiento de las zonas residenciales y polígonos industriales que iban a robar, estudiando igualmente sus sistemas de alarmas y vías de escape. Contaban con informadores que les proporcionaban detalles precisos de los lugares donde podían cometer los robos. Controlaban durante varios días los horarios de los moradores o trabajadores para asegurarse que durante la comisión del robo no hubiera nadie en su interior. Anulaban las alarmas con dispositivos electrónicos y depositaban el botín en casas de otros miembros de la organización que se encargaban de dar salida a los objetos.