Tierno pincel austero y asceta

en el paisaje minero/ pelado.

(Rafael Alberti)

A caballo de los siglos XIX y XX, miles de familias sin recursos ni esperanzas emigraron a trabajar en los espartales y minas del Oranesado francés, entre ellas la de José Antonio Parra Manchón. Nacido el 24 de enero de 1896, adoptó el nombre de “Ginés Parra” en homenaje a un hermano desaparecido en la guerra civil. Con Federico Castellón es nuestro pintor contemporáneo de mayor proyección internacional y el de más alta valoración en los mercados y subastas en galerías de Arte. Entre los copiosos comentarios favorables, Frédéric Delanglade señalaba en París: “Por fin un pintor: Parra”. Y proseguía en 1946: “Acomete los temas con bravura. Sabe expresar la razón de ser del modelo más sencillo y, como Van Gogh, realizar los motivos más triviales con toda la nobleza que le es permitida a un hombre”.

Ginés Parra (José Parra Menchón)

La mayor parte de su existencia la vivió entre la precariedad y la pobreza. Trabajador de sol a sol o en interminables noches para lograr subsistir y pagarse los estudios pictóricos: peón de ferrocarriles y en el Metro neoyorquino, minero, albañil, lavacoches, camarero… Solo unos pocos vecinos almanzoreños -singularmente la familia Domínguez, sus protectores en el pueblo durante la posguerra, hasta que Pancho Cossío lograra evadirlo a Francia- sabían de él en Almería, antes de que en junio de 1978 Dionisio Godoy lo diese a conocer en el nº 1 de la revista Andarax. De Argelia se trasladó a Argentina hacia 1910 y de aquí a Arizona, Los Ángeles y Nueva York, donde se incorporó a la Art Studens League y cursó estudios plásticos. No obstante, como otros muchos artistas sabía que su destino estaba en París, instalándose en el abigarrado y bohemio Montparnasse. Asistió a su Escuela Nacional de Arte y formó parte de la prestigiosa Ecole de París, junto a Bores, Viñas, Peinado, Miró, Gris, Domínguez o Pablo Picasso, quien sufragaría los gastos de enfermedad y entierro al fallecer el 19 de abril de 1960.

Mujer con niño

En su época de esplendor coleccionó obras del propio Picasso, Modigliani o Degás, obligado a venderlas cuando la economía se resintió gravemente. Las exposiciones se sucedieron por toda Europa antes y después de hacerlo en Buenos Aires, Río de Janeiro, Sao Paulo, Lima, Méjico o La Habana, donde reverdeció laureles, fama y dinero. Que sepamos, las primeras muestras en Almería tuvieron lugar en 2006: Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar y en el CAMA. El ayuntamiento de Zurgena le dedicó un parque y adquirió el óleo Las Lavanderas.

Orador sacro

Una céntrica y peatonal calle -a espaldas del antiguo Correos- recuerda la figura de Alfonso Torres Fernández, jesuita y uno de los más brillantes oradores sacros -junto a José Domínguez, canónigo Magistral- en la historia eclesiástica almeriense. De él escribía José Mª Pemán: “Es seguramente la máxima cima de la oratoria sacra contemporánea… Su figura, voz, preparación literaria, su don de síntesis, su vuelo intuitivo que le lleva de golpe al meollo de cada verdad y cada asunto… La “vocación que le llevara a la Compañía de Jesús es un auténtico capítulo de su trayectoria literaria como lo es de su itinerario espiritual”.

Hijo legítimo del zurgenero Alfonso Torres Egea y de la lubrinense Catalina Fernández, nació el 27 de agosto de 1879 y fue bautizado día después en la parroquial de san Ramón Nonato; discurriendo su infancia entre el Lubrín natal, Tíjola y la Zurgena natal, donde en agosto de 1903 celebró su primera misa, un mes después de ordenarse sacerdote. Al cumplir los 13 años había ingresado en el seminario de san Indalecio, donde (de 1892 a 1899 y en calidad de externo) estudió Latín, Humanidades, Filosofía y Letras protegido por el sacerdote Narciso Nadal. Este lo matriculó en la Pontificia Universidad Gregoriana para su doctorado teológico, filosófico y de Derecho Canónico. En Roma se ordenó presbítero en el antedicho 1903.

Iiglesia parroquial

Opositó a una canonjía en Madrid y seguidamente en Cádiz, ya con el marchamo de erudito orador. Antes de cumplir los treinta tomó la trascendente decisión de ingresar en la Compañía de Jesús, haciendo el noviciado en Granada. De aquí partió a San Jerónimo, en Murcia; y en los cursos 1921-1925 en Palestina, donde completaría sus conocimientos bíblicos. A su regreso a España, volvió a la Casa Jesuita de Madrid, de la que fue rector, y en la que coincidió e hizo amistad con el daliense y santo Padre Rubio. Rectorado que repitió en la residencia de Sevilla. Fundo la Congregación de Caballeros del Pilar, fue confesor de Alfonso XIII, colaboró en la erección del monumento al Sagrado Corazón en el Cerro de los Ángeles y publicó sus Lecciones Sacras en el matritense diario El Siglo Futuro. Dictando precisamente un curso de oratoria en la Cartuja de Granada, falleció el 29 de noviembre de 1946. Sus restos fueron trasladados a la iglesia de las Carmelitas Descalzas, en el dicho Cerro de los Ángeles.