La alacena que nunca envejece

Los propietarios de una pequeña tienda de alimentación en el centro de la ciudad hacen balance de sus treinta años de historia · Los vecinos que les conocen desde siempre, son su mayor clientela

Juan Hernández y Matilde Rueda, propietarios, son veteranos dentro del mundo de las pequeñas tiendas de alimentación.
Juan Hernández y Matilde Rueda, propietarios, son veteranos dentro del mundo de las pequeñas tiendas de alimentación.
Berta F. Quintanilla / Almería

12 de abril 2011 - 01:00

La manzana verde, en primavera, sabe casi mejor. Las fresas de temporada, y el siempre almeriense tomate Raf. Son algunos de los atractivos que sigue poseyendo el íntimo pequeño comercio. Las tiendas de siempre en el centro de las grandes ciudades. Esas instalaciones en las que la historia siempre deja huella.

Les falta un año para cumplir su segunda quincena de puertas abiertas. Juan Hernández y Matilde Rueda, propietarios de La Alacena, cuentan con cariño cada una de las hojas de ese calendario que es la experiencia.

Comenzaron en la plaza Virgen del Mar, donde se dieron a conocer, especialmente entre los vecinos del barrio. Que son ellos los que les siguen profesando fidelidad, especialmente las personas mayores. No han podido con sus ganas los grandes establecimientos, las superficies comerciales que con colores llamativos y anuncios llaman a la gente. "En el centro de Almería no hay demasiadas tiendas pequeñas, aunque hay muchos pisos, un alto número de los mismos está sin habitar", matiza Hernández. "Nos defendemos bien con la clientela de más edad, nos conocen desde hace tiempo y saben lo que quieren". Ellos también les tienen en funcionamiento un servicio a domicilio. A los más fieles. Llaman y tienen lo que quieran en la puerta de su casa. "Éstos son los fijos de toda la vida, los que saben comer bien, trabajamos por los clientes, por lo que nos piden, que en su mayor parte son alimentos frescos".

Vuelven la vista atrás. A los recuerdos en blanco y negro. Hace veinte años, ellos eran diferentes, pero el mundo también y las cosas, comercialmente hablando, han cambiado mucho. "Cuando empecé, ni había planteamiento de centros comerciales ni los mismos, obviamente, existían, porque el modo de vivir era completamente distinto". Ahora las familias compran para mantenerse una semana. Antes, iban al día.

Muchas cosas no son lo mismo. "La cadena de frío, por ejemplo, pensar entonces en lo que se ve en estos momentos era tremendo". En este sentido, cuando comenzaron con el establecimiento "lo que era más normal era que en cada casa trabajara una sóla persona, cuando en estos momentos lo que hay es una situación en la que padre y madre tienen empleo". Y eso claro que ha influido en el comercio. "Hemos tenido que reconvertirnos, ofrecer ayuda al ama de casa que está en el trabajo, de hace treinta años hasta este momento... nada es igual".

No obstante, la fisionomía del establecimiento ha cambiado poco. "Más o menos era igual a como está dispuesta ahora aunque había bastantes menos artículos y menos referencias también".

El sueño o la esperanza para un futuro, es claro. "Si terminan con los pequeños comercios, están dando jaque mate a la vida", sentencia Hernández. "Si nos dejan vivir, el centro tendrá movimiento, si no se cuida lo tradicional, aquello que venga detrás, prefiero ni imaginarlo". Lo que pasa en las grandes ciudades es algo que siempre le ha llamado la atención. "los establecimientos pequeños están muy protegidos, sólo hay que ver aquí el centro de la ciudad una tarde de domingo o un día festivo, no hay nadie en la calle".

Siguen con el empeño de crecer. Saben que dedicándole muchas horas a su trabajo, podrán seguir como siempre, manteniendo gracias a un buen hacer exquisito y a un trato afable con los clientes, la historia que llevan veinte años escribiendo. Dando forma a un futuro para el que sueñan con los ojos abiertos y pasando página más allá.

Queda mucho que hacer, pero a la vez, la historia ha hecho el resto.

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