Almería mira a su salud mental: más de 1.600 suicidios en 40 años y tres meses de espera para ser atendido

El tiempo de espera media para ser atendido por primera vez en Almería es de tres meses

El suicidio ya es la primera causa de muerte no natural en Almería

Una joven permanece sentada en un banco.
Una joven permanece sentada en un banco. / Unsplash

El suicidio ha dejado de ser un asunto invisible en Almería y en el resto de España, y el creciente número de muertes demuestra por qué la salud mental no es un tabú, sino una cuestión de vida o muerte. El coste de haber ignorado este sufrimiento ha sido devastador: las muertes por suicidio se han casi triplicado en las últimas décadas. El Día Mundial para la Prevención del Suicidio, que se celebra este 10 de septiembre, debe servir para poner todo sobre la mesa.

Este aumento, sin embargo, no se debe únicamente a una causa única, sino que es el reflejo de una compleja combinación de factores que emergen tras un largo período de silencio. El debate social se ha abierto, pero la crisis que ha permanecido oculta ahora se hace visible en las cifras.

En total, más de 1.600 personas han perdido la vida en la provincia desde 1980, lo que pone en evidencia que esta crisis es una realidad que el debate social ya no puede ignorar. Y es que el suicidio es ya la principal causa de muerte no natural en Almería. La dimensión de este drama queda expuesta al comparar las cifras, que superan a las muertes por ahogamientos (37), a los fallecimientos en accidentes por fuego o humo (58) o a los envenenamientos accidentales por psicofármacos y drogas de abuso (25). Unos datos oficiales que colocan a este problema de salud mental por encima de otras tragedias que, a menudo, acaparan el foco mediático.

Una trayectoria alarmante

Desde 1980, cuando se registraron 26 suicidios en Almería, las cifras han mantenido una tendencia constante al alza. Los datos más recientes muestran que esta trayectoria continúa, y el problema se agrava.

Los datos más recientes confirman que el problema persiste con fuerza. Durante el primer semestre de 2024, se registraron 34 suicidios en la provincia, una cifra que proyecta un total anual alarmante y que demuestra que la tendencia no cede.

De estas 34 muertes en la primera mitad del año, 24 correspondieron a hombres y 10 a mujeres, un patrón que se mantiene en el tiempo y que evidencia una brecha de género significativa en este problema de salud pública.

El otro rostro de la crisis

El problema no se limita a las muertes. En un reflejo de un sufrimiento mucho más amplio, los datos más recientes revelan que las tentativas de suicidio atendidas en las urgencias hospitalarias han alcanzado cifras preocupantes.

Se registraron 335 casos en 2023, lo que supone un notable incremento respecto a los 304 registrados en 2022. Este aumento subraya la urgencia de una respuesta coordinada para abordar una crisis de salud pública que requiere un seguimiento y apoyo constante.

El suicidio se ha posicionado como la segunda causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años, una cifra que demanda atención inmediata. La brecha de género también se manifiesta en las muertes por sexo. En 2023, de las 73 personas fallecidas, 53 eran varones, mientras que 20 eran mujeres, lo que evidencia que el problema tiene un patrón demográfico definido.

Un sistema que no alcanza

A pesar de que el debate se ha abierto, los recursos públicos no siempre alcanzan. Los datos más recientes, extraídos del Servicio Andaluz de Salud (SAS), exponen una situación preocupante en la atención a la salud mental en la provincia, que se aleja de los estándares de calidad europeos.

La espera para una primera consulta de Salud Mental en los hospitales de referencia de la capital y el norte de la provincia tiene una demora media de 94 días, muy por encima de los 60 considerados aceptables. Esta cifra contrasta con los objetivos del sistema de salud danés, que busca reducir las esperas para casos no urgentes a un máximo de 30 días, y los informes del National Health Service (NHS) del Reino Unido, donde las demoras para una primera cita se sitúan entre 42 y 56 días de media.

En total, 1.389 pacientes se encuentran en Almería en la lista de espera de esta especialidad, de los cuales 580 llevan esperando más de dos meses.

Por hospitales, la situación es la siguiente: en el Hospital Universitario Torrecárdenas, la espera media es de 99 días, con 1.100 pacientes en lista de espera. En el Hospital de La Inmaculada, la demora media es de 74 días, con 289 pacientes pendientes.

Estas largas listas de espera empujan a muchas familias a la atención privada, lo que introduce una brecha económica en el acceso al bienestar mental. La provincia sigue además por debajo de la media andaluza en la ratio de psicólogos clínicos por habitante, una cifra que ya de por sí se sitúa muy por debajo de la media europea.

Mientras España cuenta con 6 psicólogos por cada 100.000 habitantes, la media de la Unión Europea es de 18. Países como Alemania superan los 40, lo que demuestra la enorme distancia que existe entre el modelo español y el de naciones con sistemas de salud más robustos.

La situación es aún más difícil en los entornos rurales. Allí, los centros de salud apenas disponen de psicólogos y el estigma social sigue pesando más, lo que provoca que la salud mental vuelva a ser vivida en soledad.

Este fenómeno está estrechamente relacionado con la presión social, el impacto de las redes sociales, el acoso escolar y la falta de recursos para la atención psicológica temprana. Todos son factores que se repiten en los relatos de quienes piden ayuda.

Un camino de avances y esperanza

A pesar de las cifras, la prevención es posible y la sociedad está empezando a dar pasos. Hoy, se habla de salud mental en los institutos, en las campañas públicas, en las redes sociales y en los centros de trabajo.

Expertos señalan que un seguimiento adecuado tras un intento de suicidio puede reducir significativamente la probabilidad de recurrencia en un 30-60%, lo que subraya la importancia de la continuidad asistencial y la detección temprana.

Este dato es un recordatorio de que, aunque el camino sea largo, existen herramientas para prevenir estas muertes. Hablar, escuchar, acompañar y atender con recursos adecuados ya no son solo buenas intenciones: es una necesidad urgente.

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