Almería

Cuando los almerienses leían “El Cocodrilo Leopoldo”

  • La revista satírica tenía, en los 70 y 80, suscriptores en la provincia que se regodeaban con sus viñetas y ácidas críticas

Cuando los almerienses leían “El Cocodrilo Leopoldo”

Cuando los almerienses leían “El Cocodrilo Leopoldo”

La ironía, el sarcasmo, la burla y la mordacidad se han perdido en las páginas de la prensa de papel. Antes, mofarse de un político por su gestión con metáforas, alegorías o ilustraciones era cosa común entre los periódicos de finales del XIX y principios del XX. También en la Transición. Poemas, caricaturas, viñetas… los hombres públicos de esa época debían enfrentarse a los sinsabores de que les definieran como zopencos, pazguatos o mentecatos o verse caricaturizados de buitres, ovejas o culebras.

Al almeriense, lector de prensa, siempre le ha gustado ese tipo de publicaciones satíricas y rompedoras. En 1872 salió el semanario “El Pito” que se ponía a la venta los domingos. En noviembre de 1884 Arturo Álvarez y Bustos, recién casado con Carmen de Burgos “Colombine”, sacó a la calle el primer número de “Almería Bufa”, un medio de cuatro páginas que costaba tres reales al mes, se imprimía cuando se podía y no reparaba en calificar a los hombres públicos de finales del XIX con duros apelativos, siempre con su lema “Almería Bufa solo ha dicho y dirá verdades como templos”. Aun así, se mantuvo siete años en los kioscos y llegó a editar cerca de 375 números. En esa cabecera, “Colombine” publicó sus primeros trabajos con apenas 18 años.

El Cocodrilo Leopoldo El Cocodrilo Leopoldo

El Cocodrilo Leopoldo

En una ocasión, el semanario se cachondeó de la orden ministerial que obligaba a las familias a consumir uva de Almería una vez a la semana

Arturo Álvarez (1850-1906), igualmente, fundó el semanario satírico humorístico “La Almería Cómica” y más tarde “Almería alegre”. También estuvo durante tres décadas en el mercado local “Almería Jocosa”, que se subtitulaba “semanario cómico satírico”.

La Guerra Civil y los años posteriores paralizaron este tipo de publicaciones, aunque el periodista local, culto y exigente con la gramática, se valía de metáforas y recursos lingüísticos para intentar burlar la censura, pero nunca se empleó la procacidad casi insultante de aquellas publicaciones de humor. Desde 1941, la prensa satírica que se leía en Almería llegaba desde Madrid. Primero fue “La Codorniz” y ya en los albores del franquismo “Barrabás”, “El Papus” (desde 1973), “Hermano Lobo” (1972), “Por favor” (1974) y “El Cocodrilo Leopoldo”.

Este semanario satírico de 24 páginas pertenecía a la cadena de medios propiedad de Eugenio Suárez: “El Caso”, “Sábado Gráfico” o la revista del motor “Velocidad”. Sin saberlo, había inventado la “redacción multimedia”, de la que tanto se alardea hoy, como si fuera una idea nueva. Suponía una gran ventaja económica, porque se reducían gastos y las distribuidoras que transportaban, por toda España, los ejemplares a los kioscos depositaban un gran paquete con todas las cabeceras del mismo editor. Y desde el 6 de diciembre de 1974, el almeriense se acostumbró a las ácidas y maravillosas portadas de “El Cocodrilo Leopoldo”. Tanto, que reclamaba y reservaba el número de la semana siguiente, pagando 20 pesetas, a los vendedores Bonillo, Fuentes o Guillén, que eran gerentes de los kioscos que más vendían.

El Cocodrilo Leopoldo El Cocodrilo Leopoldo

El Cocodrilo Leopoldo

Un número secuestrado y retirado de la venta se agotó en Almería. Cuando la Policía fue a los kioscos a llevárselo ya no quedaba ni un ejemplar

“Fraguas”, “Peridis” o Alfonso Ussía

En “El Cocodrilo” escribían o dibujaban grandes firmas como “Fraguas”, María Eugenia Yagüe, Soria, Fandiño, Salas, Luis Pérez Ortiz, Alfonso Ussía, Quique o “Peridis”. Pero la historia de porqué la revista se llamó así es cuanto menos peculiar. Un día, Eugenio Suárez me desveló en “El Lengüetas”, yo con un quinto de cerveza fresquito y él con un chupito de wiski en la mano, que “El Cocodrilo Leopoldo” hacía honor a un saurio que tenía vivo en la bañera de su redacción de la calle Covarrubias número 1 de Madrid. El cocodrilo africano lo compró recién nacido para sortearlo en una cena de gala a beneficio de una asociación de ayuda a niños. Era 1971 y la señorona con abrigo de piel que lo ganó rehusó llevárselo; el animal se quedó como mascota de los reporteros y creció entre teletipos y carretes de fotos. De vez en cuando aparecían por el periódico operarios del zoo para lavar y atender al bicho y, como medida de precaución, en la puerta del aseo colocaron un cartel que decía “Ojo, cocodrilo”. Leopoldo también tenía una función disuasoria, porque cuando llegaba una inspección o una visita indeseada, Suárez soltaba al animal por los pasillos y le azuzaba con una vara para que aquel pequeño monstruo abriera sus fauces y emitiera su desgarrador sonido. Me dijo, con su ironía, que el cocodrilo era feliz entre noticias y máquinas de escribir porque nunca le vio caer una lágrima. El 8 de mayo 1985, subió a Leopoldo en un globo aerostático, contrató a la cantante Alaska de madrina y, tras aterrizar en la Casa de Campo de Madrid, lo donó al zoo. Y allí se quedó. Gente así ya no existe.

El Cocodrilo Leopoldo El Cocodrilo Leopoldo

El Cocodrilo Leopoldo

Leopoldo era un cocodrilo de verdad que el propietario de la cabecera lo tenía vivo en la redacción, hasta que lo donó al zoo

“Retrasado Montal”

El animal fue más longevo que el semanario al que prestaba su nombre. La revista tuvo el corto e intenso recorrido de una década. Ocasionó muchos dolores de cabeza porque su acidez en los titulares y los habituales e inteligentes juegos de palabras enardecían a los protagonistas, enfurecían a los censores y provocaban una malévola sonrisa a sus lectores. El Sáhara, Manuel Fraga, Arias Navarro, la Iglesia, el desempleo, la subida de precios, la banca, la Casa Real o Agustín Montal -el presidente del FC Barcelona- fueron sus temas preferidos durante los primeros años. A éste, en la portada del 22 de febrero de 1975, le dedicaron el titular: “Retrasado Montal”; a Fraga lo dibujaban volando y era “Fragaman”; cuando se hablaba del empleo se decía “Parados en el país del Movimiento” y si el tema era la Marcha Verde marroquí se titulaba “Con el Rabat entre las piernas”. De la instauración de la monarquía con Juan Carlos I apareció el titular: “Borbón y cuenta nueva”, a Santiago Carrillo lo caricaturizaban de lobo y la polémica ley del suelo de 1975, ideada por Arias y que benefició a los grandes propietarios de terreno, se tituló “Hectarias Navarro”.

Para conmemorar el “Año Internacional de la Mujer” publicó una viñeta a toda página en primera de un hombre barbudo dándole el pecho a un bebé. Una vez, “El Cocodrilo” mencionó a Almería, en la sección “El país en el que vivíamos”, y, con cierta sorna, hacía referencia a la orden ministerial de 1940 por la que obligaba a las familias a tomar de postre, una vez en semana, uvas de Almería para paliar los efectos del estocaje del producto que no se exportó.

El Cocodrilo Leopoldo El Cocodrilo Leopoldo

El Cocodrilo Leopoldo

En esos años no se andaban con chiquitas y la publicación fue secuestrada en tres ocasiones, la primera vez el 19 de agosto de 1975; de tal forma que Gobernación enviaba furgonetas a los kioscos donde se vendía el número censurado, los cargaban y se llevaban paquetes enteros. En Almería, por la lejanía con Madrid o por la placidez institucional en el acatamiento de órdenes, uno de los “Cocodrilos” censurados se distribuyó como si tal cosa y cuando la Policía fue a los puntos de venta ya no quedaba ni un ejemplar. Lógico: aparecía una foto-montaje del presidente del gobierno con un jugoso mensaje. Antes, también, fue eliminado de la venta otro número que llevaba como titular: “Cien años de Borboñez”.

Así era, en aquellos años, la constante lucha entre libertad y censura; tan feroz como el propio “Cocodrilo”. En junio de 1975 publicó una viñeta de Navas con la caricatura de dos ministros que dialogaban: “con los periódicos y revistas que se secuestren ¡ponemos un quiosco!”

Por eso, ahora, cuando en Madrid se habla de control de la información y de limitación de contenidos en la prensa es necesario recordar el pasado. Y enfurecer. Como Leopoldo cuando le irritaban con la vara. 

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