Almería

35 años sin los premios de “El Gato Negro”

  • La mítica y afortunada administración de lotería repartió, desde 1927 a 1986, muchos millones de pesetas entre los almerienses

35 años sin los premios de “El Gato Negro”

35 años sin los premios de “El Gato Negro” / D.A. (Almería)

La administración de lotería “El Gato Negro” de la capital ha sido, durante décadas, sinónimo de buena suerte. Desde su ventanilla repartió decenas de premios millonarios por lo que, 35 años después de su clausura, se le sigue recordando entre los viejos aficionados almerienses a la Lotería Nacional con nostalgia y cariño.

“El Gato Negro” lo fundó Clotilde Bueno de Linares. En agosto de 1926 trasladó el despacho al número 3 de la plaza de San Sebastián –donde vendió un premio de cien mil pesetas en 1927 a José Martínez Castillo-; en 1930 se fue a la calle Conde Ofalia, 8 y el 5 de diciembre de 1935 a la esquina de la plaza Manuel Pérez García con calle Regocijos, donde permaneció hasta 1986.

Siempre tuvo a vendedores ambulantes que distribuían la mercancía numérica por la ciudad, como Manuel Fernández Galindo (alias “El Gorila”) o uno de los tres hijos del cantaor flamenco “El Ciego de la Playa”, que en 1931 repartió un premio importante. “El Gato Negro” ya tenía letrero luminoso en 1935 y una clientela fiel. Ahí estuvo Clotilde Bueno al pie del cañón durante las difíciles décadas de los cuarenta y cincuenta. En 24 años, desde 1941, repartió nada menos que 38 premios mayores, según datos de Hacienda.

Clotilde Bueno de Linares falleció el 6 de diciembre de 1958 a los 63 años, por lo que su hija María Teresa, hermana de Antonio Pumarola (1920-1997) primer director de Radio Popular, asumió la gerencia. Entonces no había tantos sorteos como hoy y el de la Lotería Nacional era, con la quiniela, la única opción de tentar a la suerte. La buena ubicación de la administración –frente al kiosco “Amalia” y junto a las taquillas de venta de entradas para el fútbol y los toros- le permitió aumentar su buena clientela fija y de paso.

Hasta que la suerte, la mejor publicidad de estos negocios, también se convirtió en aliada de la heredera: el segundo premio del sorteo de la Lotería Nacional del 6 de junio de 1960 correspondió al número 3.653, décimos que habían salido de “El Gato Negro”. Un millón de aquellas viejas pesetas, correspondiente a diez décimos, se repartió un grupo de ciudadanos de origen modesto; según se supo, fueron afortunados dos conductores de coches de caballos apodados El Rey y El Carreño”, que habían adquirido el boleto a la vendedora ambulante María Iglesias, una mujer tullida, pero con magníficos dotes comerciales. Ésta conocía bien a sus compradores y señaló que entre los afortunados se encontraban un mozo de la alhóndiga, una lavandera, un albañil o el dueño de “Calzados Olympia”, Rafael Sánchez Ortega.

La suerte no tardó en volver a “El Gato Negro”. Días antes de la feria de agosto de 1960, Pumarola vendió en ventanilla una serie del 4.966 que obtuvo el primer premio, además de la aproximación. Según rumores que circularon por la ciudad, toda la serie la adquirió una sola persona, por lo que obtuvo un extraordinario ingreso.

Esos premios incentivaron las ventas; más aún, cuando para el sorteo de Navidad de 1963 también distribuyó una serie del premiado 741, que dejó medio millón de pesetas. La sagacidad de los periodistas de la época les llevó a identificar a algunos de los afortunados, como el practicante del “18 de Julio” José López Selfa, cuyos dos décimos los regaló en participaciones a amigos y sanitarios. También se supo que el empleado del Banco Central Juan Ros Gómez y los funcionarios Trino Moral Lirola, Alberto Gordino Sánchez y Juan Villanueva García resultaron agraciados.

Y vinieron más sorteos y éxitos: el 25 de octubre de 1966 “El Gato Negro” volvió a vender una serie del segundo, tasado en 500.000 pesetas. El vendedor ambulante Bernardo Gómez Santiago repartió el 94.158 por la Plaza Bendicho y las vías cercanas a Pescadería.

Tanto trasiego de premios y de gente por la calle de Las Tiendas llevó a la administración a crear su logotipo, que se mantuvo hasta el cierre. Un cinco, correspondiente a su número oficial, junto a un esbelto gato negro sonriente. Además, en el mostrador colocó una figura de porcelana de un minino para darle más realce al nombre comercial. A principios de la década de los setenta, la administración insertaba anuncios en prensa con el lema “pruebe ahora su suerte”, enviaba décimos a otras provincias y atendía reservas de números por teléfono. La mano de Antonio Pumarola, experto publicista, parecía estar detrás.

Y, claro, cayeron más premios. El 13 de julio de 1974, repartió 18 millones de pesetas de doce series del segundo: el 17.261. Fueron muchísimos almerienses los afortunados, como los integrantes de la peña balompédica “San Mamés”, ubicada en el “Bar Bahía de Palma”. Estaban abonados al número y querían invertir el dinero en viajar por los campos de fútbol de España viendo jugar al Bilbao, según confesó su presidente Antonio Muñoz Gutiérrez y el “alma máter” del bar, Diego García Cazorla. Cada décimo obtuvo 150.000 pesetas, como las embolsadas por Ana Segura Caparrós que con ellas quería viajar a Barcelona para ver a su nieto y comprarse un piso; los gestores del “Amalia”, Antonio Fernández Pérez y su cuñada, Josefa Carreño Valenzuela, también obtuvieron un buen pellizco, así como un taxista, un vecino de Garrucha y un vendedor de fruta tropical de La Plaza. Tanta fama tenía “El Gato Negro” que prestó su nombre al nuevo edificio de diez plantas, en cuyo local bajo se ubicaba.

Y llegaron otros premios. El 15 de febrero de 1975, el sorteo especial de San Valentín dejó 21 millones de pesetas en el gordo: el 25.528. El vendedor ambulante Miguel García Heredia, que vivía en la calle Tralla de Pescadería, retiró una serie completa de “El Gato Negro” y los distribuyó por Cabo de Gata, La Cañada de San Urbano, El Alquián, Agua Fresca y Los Partidores. Curiosamente, agentes comerciales del Banco de Bilbao abordaron al vendedor nada más salir la bola para que les informara de la identidad de los beneficiarios y conseguir el depósito, pero los periodistas almerienses fueron más listos y pronto supieron que el mecánico Luis Cerdán Felices o el empleado de la gasolinera “Las Lomas” Francisco Vicente Sánchez fueron algunos de los afortunados.

Y muchos más premios: el gordo del 30 de agosto de 1975, con tres millones; el segundo del sorteo de la Cruz Roja del 5 de junio de 1976 con 10 millones; el tercero del 30 de octubre de 1976... El de “El Niño” de 1977 fue otro momento álgido en la administración, con la venta del segundo: el 5.367, como el 28 de abril de 1979 cuando repartió 17 millones de pesetas entre sus clientes con el 1.486, un dígito que tenía adjudicado por Hacienda para su venta desde la apertura del establecimiento. Otros números que gustaban a Pumarola para sus fieles clientes eran los que comenzaban por trece mil.

La década de los ochenta se inició con el mismo ritmo de premios. El 29 de noviembre de 1980 clientes de “El Gato Negro” obtuvieron 18 millones con el 1.429, el gordo. Algunos décimos fueron distribuidos por el vendedor ambulante Juan Gómez, heredero de la tradición de su padre en la venta callejera de lotería. No se libró la administración de que su fama llegara a videntes y futurólogos; así, para el sorteo de Navidad de 1984 alguien de Granada, que decía tener mágicos poderes extrasensoriales, dijo que el gordo caería allí en un número terminado en 21, lo que multiplicó las ventas de Teresa Pumarola. No tuvo ojo la pitonisa porque el primero terminó en 76 y, desde entonces, jamás las últimas cifras han sido 21.

Pero todo tiene su final. El 29 de abril de 1986 “El Gato Negro” abrió sus persianas por última vez tras distintos procesos de la Administración de Hacienda, dirigida entones en Almería por José Algarra. Los primeros clientes que llegaron y encontraron las vitrinas vacías, sin décimos, obtuvieron la información de que se estaba efectuando un inventario. Una lástima. Treinta y cinco años después, algunos aún sueñan con el gordo de “El Gato Negro”.

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