El valor arquitectónico de la iglesia de San Pedro
Sociedad
El emblemático templo conmemora su 225 aniversario con gran variedad de actos en honor a su historia viva
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Treinta años han pasado ya. Treinta veranos, treinta largos inviernos y vuelvo a abrir el libro de la memoria.
Mis vivencias leídas a través de la memoria aúnan, la memoria colectiva y el mestizaje de este oficio aprendido, no sólo en mi carrera sino en el diálogo permanente y táctil con la obra de este Templo y su arquitecto redactor.
Juan Antonio Munar se enfrentó a una ruina producto de un terremoto. Del antiguo Templo de san Francisco sólo quedó en pie la exenta capilla de san Antonio. Tomada como referencia y dada su perfecta disposición respecto a los puntos cardinales elaboró un desarrollo del nuevo Templo que la incluía y. siguiendo su misma pauta fue creando un edificio que se acoplaba al nuevo criterio estilístico del siglo XIX. El Neoclásico.
Discípulo de Villanueva, devolvió a la Arquitectura los órdenes definidos en el Vitruvio y los unió a un elemento barroco existente, la capilla de san Antonio. Dicha capilla funcionó como un perfecto reloj de sol debido a los cuatro huecos que enmarcaron su cúpula y fue esta idea esencial para el nuevo Templo.
Dado que en la capilla central de su altar mayor iría un Lignum Crucis creó en ella tres óculos que lo enmarcaría en las primeras horas de la mañana, usando susconocimientos en astrología, calculó longitud y altura de huecos de ventana para que, a partir de la luna llena del jueves santo, se iluminase al atardecer de manera casi horizontal, el altar mayor del Templo. Este conocimiento del movimiento del sol comprende el cálculo de su latitud y declinación.
Junto a la creación del Templo, como buen arquitecto del Neoclásico, creando proporciones respecto a dos medidas, la raíz de dos y la proporción áurea (también llamada el número de Dios).
En su Altar Mayor y sobre volutas, los yesos de la Fe y la Esperanza, enmarcan el abrazo entre san Francisco y santo Domingo bajo un Dios Redentor del mundo. Sobre ellos un fresco con el, en su momento, novísimo Dogma de la Inmaculada Concepción, (Papa Pío IX, 8-12- 1854); obra de Fray Juan García) aparecen también a su izquierda una escena de la expulsión de Adán y Eva del paraíso y a su derecha san Miguel y, bajo el, aparecen Carlos III, Sixto IV, san Buenaventura, san Antonio de Padua, sor María Jesús de Agreda y fray Manuel Ramadán.
Tras la desamortización de Mendizábal el convento anexo y su claustro, pasaron a ser viviendas y la postguerra nos trajo una nueva visióndel Templo, esta bajo el amparo de Nicolás de Prados, (entonces director de la Escuela de Artes y Oficios de Almería) que devolvió con su taller la imaginería perdida en la contienda civil.
Aunque es famoso por el yacentede málaga, ningunade sus imágenes es comparable al ciclópeo san Pedro de esta parroquia.
Suyos también son la Virgen de los Dolores y el Yacente, así como el Cristo de la Expiración y Nuestra Señora de los Remedios.
El Templo perdió la austeridad franciscana en los años cincuenta con el grutesco de Miralles en la bóveda central y las nuevas normas del Concilio Vaticano II que, con intervención de D. Antonio Góngora, eliminó el templete existente, reconstruido tras la guerra civil, cerrando una de las entradas al refugio que existe bajo la nave central y volviendo hacia el público el altar mayor.
En mis intervenciones aparecieron tres objetos, un bacín de cerámica, un antiguo capitel de la iglesia primitiva en yeso pintado en negro y un resto de plato de cerámica con escritura árabe. Todo se amontona en mi memoria y es bueno transmitirlo porque Dios así lo quiere.
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