El arte de Ramón Magaña (II)

ERAN otros tiempos. Ni videoconsolas, ni tenis, ni conservatorios de música. Los niños de antes, los de barrio, crecimos bailando trompos al salir de la escuela, apedreando gatos y jugando al fútbol. Un grupo más restringido, habitantes del Distrito 5º mayormente entretenían las tardes y fiestas de guardar "jugando al toro" en cualquier descampado. Entre ellos, Ramón Magaña, nuestro protagonista de ayer y de hoy. Nacido en c/. El Zagal, era cuarto hijo del matrimonio formado por José y la abderitana Isabel Sánchez Piqueras, excelente cocinera y a quien los cuatro magañillas adoraban.

Al poliédrico personaje (torero, cocinero, artesano del cuero) lo dejábamos ayer instalado entre fogones de prestigiosos hoteles restaurantes, en Madrid. Aquí se casó con Agust -hija del sevillano Felipe Pajuelo, capitán de Aviación- y nació su hija mayor Saray. La benjamina Yazmín -licenciada en Empresariales- vino al mundo al regreso familiar a Almería.

Escuelas Taurinas

Francisco Aloy "Caldera" y Manganote formaron las primeras "cuadrillas de niños almerienses", con España, Borinqueño y Relampaguito de primeras espadas; le siguió (abril, 1928) la del banderillero Iguiño, frente al fielato de la carretera de Granada. Por último (1961), el Frente de Juventudes fundó la tercera Escuela Taurina; bajo la dirección de Pacorro y Chatillo de Almería como profesor titular. En ella se encuadró Ramón desde el primer momento e hizo su primer paseíllo, de traje corto -28 mayo-, cuando su presentación pública. Tarde desapacible y ganado bronco en la que sobresalió frente a sus compañeros de terna. ¡Tenía catorce años y sólo era el principio! Veamos la crónica del respetado crítico Volapie:

"… En último lugar actuó Ramón Magaña, que vino a ser la revelación de la tarde (…) Su presencia ya predispone a la simpatía. Y como el chiquillo tiene genio y gracia, sabe componer la figura e imprime a lo que hace, sal y valor en gran medida, el resultado suele ser el éxito (…) Recibió a su novillo con unos lances salerosos, jugando estupendamente los brazos, que levantaron una tempestad de aplausos. Con los pies clavados en la arena dio unos estatuarios superiores, continuando luego en redondo, de pecho, naturales y adornos, todo ello ante una clamorosa ovación. Dio dos pinchazos y al entrar de nuevo el novillo lo engancha arrojándolo al ruedo, donde es recogido para ser conducido a la enfermería. Remata a la res Bretones, de estocada certera".

Repitió diez tardes más en el coso de Vílches, incluida su presentación con caballos (El Cairo estuvo soberbio picando) el 19 de junio de 1966. Cinco preciosos y bravos novillos de Francisca Marín, de Villanueva del Arzobispo

(Jaén); para el rejoneador Silvestre Navarro "Orenes" y, a pie, Abilio Langa "El Aragonés" y Ramón Magaña, el único de los dos que cortó apéndices: una oreja a su primero y gran ovación en el segundo en mérito a su torería por verónicas y naturales. En ambos banderilleó con solvencia y seguridad, bien maestro, bien. Con el extraordinario cartel conquistado en la capital se sucedieron -apoderado por Tomás Martínez "Chatillo de Almería"- diversas corridas en plazas de la provincia, Jaén y Granada.

Villa y Corte

Dueño de tal bagaje y un esportón colmado de ilusiones, Magañilla aterrizó en Madrid. Ayer dimo cuenta a grandes rasgos de su caminar humano y profesional en tareas muy dispares. También que el que posteriormente sería su suegro, Felipe Pajuelo, logró incluirlo en dos novilladas en Las Ventas. En su debut en la nocturna de 1º de julio de 1967, con reses de Samuel Frutos, logró dar una vuelta al ruedo. En su segunda, el 15 del mismo mes y año, otra vuelta al anillo y en la tercera… ¡Triunfo rotundo! Domingo 15 de junio de 1969, diez de la mañana. Festival a beneficio de los Huérfanos de la Policía Municipal de Madrid. Preside, Carlos Arias Navarro, a la sazón alcalde de la Villa, quien recibió el brindis de los cinco espadas, a quienes correspondió obsequiándoles con otros tantos relojes. En los corrales cinco hermosos novillos-toros de Miguel Zaballos, de Salamanca, y en el patio de toreros, prestos al paseíllo: García Higares que sustituyó al anunciado Antoñete), Andrés Vázquez, Efraín Girón y los novilleros Rafael Gámez y Ramón Magaña. Con Girón y Gámez conformó el trío de puerta grande: dos orejas cada uno ganadas en buena lid.

El éxito le proporcionó varios contratos en los alrededores provinciales, caso de La Solana o Valderas. Pero por aquellos lares no salen de chiqueros utreros o cuatreños. Te echan a los mismísimo toros de Guisando, con un doble objetivo: o que te estrelles o, lo que es peor, ten manden al cementerio. Y Ramón no tenía prisas por llegar al cielo.

D. Enrique Vera

Por estas calendas, de la mano de Chatillo, embarcó para Ibiza donde le esperaban otros dos paisanos: el novillero retirado Antonio Oller y Antonio García, experto aficionado y propietario que fue del almeriense bar El Alcázar. Dos nuevas orejas obtenidas en el coso ibicenco y regreso a Valencia, donde le aguardaba D. Enrique Vera. El patriarca de una larga saga de toreros (su hijo Enrique el más famoso) ejerció de apoderado y tutor. En su casa vivió dos felices años dedicado exclusivamente a entrenar (tentar en ganaderías estaba reservado a señoritos y consagrados) y a vestirse de luces para torear, sucediéndose los parabienes en Vila Real de los Infantes, Benicasim, Moncada, etcétera.

Pero Ramón viendo que la alternativa se ponía muy cuesta arriba y los años avanzaban inexorables, tiró inteligentemente por la calle de en medio: se reconvirtió en banderillero. Y de los buenos. En cierta ocasión el añorado Juan Leal, el del Quinto Toro y último magañista, le regaló unos lujosos rehiletes. Ramón se los brindó: cuadró en la cara y colocó un soberano par en todo lo alto. Las dos banderillas reunidas y no una a una, tal y como su amigo del alma, Pepín Cruz, decía que las fabricaban. Salud, maestro.