El arte en mi pasillo. El grabado en Almería

Almería

Clase magistral. El autor, desde su amplia experiencia en el mundo del arte, vivida de primera mano nos pone de relevancia esta técnica que podía reproducir casi a la perfección varias obras

El arte en mi pasillo. El grabado en Almería
El arte en mi pasillo. El grabado en Almería
José Luis Ruz Márquez

Almería, 19 de junio 2022 - 07:00

El día nueve, invitado por Foro Almería Centro hablé de grabado en un museo que es de la guitarra. Y comencé a hacerlo poniendo en pantalla el cuadro de Las Hilanderas que colgaba en el pasillo de mi casa y al que yo, de muy pequeño, contemplaba subido a una silla. Por el fondo y el arco, era una iglesia, en la que destacaba una mujer ¡con nariz de payasa!

Luego, nada de lo que allí había era lo que yo creía: la iglesia, taller de tapices y la nariz payasa, una calva blanca y circular producida por el insecto lepisma sacarina, el "pececito de plata", un cabroncete devorador de todo papel que contenga arte.

Detalle de Las Hilanderas
Detalle de Las Hilanderas

Un día en el museo de El Prado, mi padre me puso delante de un cuadro y me miró, capté la pregunta y no tardé en exclamar: ¡El del pasillo!

Y me dio la explicación que me debía: era un cuadro de Velázquez, en el que se había basado para hacer el nuestro, Bartolomé Maura, al que luego descubrí grabador grande, hermano del político, y bisabuelo de la actriz Carmen Maura.

Los contactos, ya prácticos, con el grabado se produjeron a raíz de que un amigo mayor me colara en Bellas Artes, y así fui alumno "clandestino" antes que oficial y me estrené con el retrato de un personaje escapado del siglo de oro y que hablaba en castellano antiguo con acento de Madrid.

Cuento esto para que sepan que siempre estuvo el grabado en mí y él, como Dios, en todas partes, y con todo aliado… pero la mayor alianza la tuvo con el Arte y por él se metió hasta en el pasillo de casa que fue donde, de niño, me lo encontré yo.

La Xilografía

Del grabado de madera, el más primitivo, existe una vista de "Almería del siglo XVI" que hallé en un libro sevillano de 1548. Fue verla y prendarme de ella, y aunque detectaba faltas, como la Alcazaba, no quería ver que era Almería como Adra podía: era yo como la enamorada de la copla de la Piquer: "no me lo cuente, vecina, que no me quiero enterar".

Ya barroco, el grabado fue Virgen del Mar para un ayuntamiento que, por abaratar, dejó que desde 1758 le colaran en sus patentes uno "usado" de Ella con un barco y con un Niño al que no había más que mirarle la carita para saberlo harto de mostachones, señal de que hijo era de la patrona de Utrera.

Grabado de la ciudad de Almería del siglo XVI
Grabado de la ciudad de Almería del siglo XVI

Al inicio del XIX cuando parecía el adiós, fue el renacer del grabado merced a la madera de boj a la que seguirá sobre 1860 otra época de perfección que dará las mejores xilografías de Almería que duele saberla -¡Gibraltar español!- obra de ingleses, como Compton, londinense de 1848, maestro de celajes y montañas, los mismos de sus grabados aparecidos en las revistas ilustradas de España en 1891, tras haberlo hecho en las inglesas: "Cabo de Gata en lontananza, Carros de esparto, Camino de Adra, Catedral, Lavadero en las afueras…"

El Metal

El fiasco de los plomos del Sacromonte al final del siglo XVI produjo en 1624 una vista de la ciudad, obra de Heylan de un cierto realismo, algo extraño pues siempre el de metal fue un paisaje de antojo parecido a Almería lo que un huevo a una castaña: y ahí está para confirmarlo la llegada de la Virgen al santuario al que han puesto mirando a levante para recibirla de cara, en el grabado del Marqués de Campo Hermoso, que es modelo para el siglo XIX, alejado ya de las vírgenes de los granadinos Luengo, de 1727, y Manuel Jurado, metal tardío de 1836.

Litografía
Litografía

La Litografía

A finales del siglo XVIII era inimaginable que en el uso de la piedra se aplicaría una legión de artistas de la que tan solo se fijaron en la ciudad de Almería dos de ellos: El francés Chapuy, quien dibujó sus murallas de La Chanca en 1830, el mismo año que sus Atarazanas, tan cerca de la siesta y tan lejos de la Puerta de Purchena.

Al parisino le siguió en 1850 el barcelonés Parcerisa con la "Vista de San Pedro..." tomada desde la muralla, que ahora es Paseo, justo encima de donde surgiría la fuente de hoy, de agua, en una plaza de la Leche. En la muralla de la Joya, consigue un símbolo del aislamiento de Almería… que siempre he visto a estos cuatro grabados bajo el común denominador del sueño: el tío de la muralla se ha quedado roque, sesteante el de las Atarazanas, a punto de caer está el cabrero de La Chanca y buscando acomodo para la cabezada bajo el frescor de la pérgola andan los del huerto de la iglesia vieja de San Pedro.

Estas son las litografías "grandes" de Almería que se cuentan con los dedos de una mano… y sobra una: la de Vilaamil, con la que trataron de convertir en Puerta del Mar de Almería a la del Sol toledana unos listillos de esos que creen que los demás nos creemos que los pájaros maman.

Y de la tierra al cielo: Francisco Mitjana el mejor dibujante litógrafo de Málaga, realizó un bello grabado siguiendo al de Campo Hermoso y fue origen como él de otros grabados de la Virgen.

Decir litografía en Almería es decir Hilario Navarro de Vera, un toledano llegado en 1870 quien por naif hizo de todo: grabó, llegó a ser interino en Artes y Oficios y hasta, maestro ciruela, puso escuela de dibujo en la plaza de San Pedro.

Más notario que artista, da fe de la ciudad, su paisaje, sus santos y de sus monumentos: el de Los Coloraos, en la Puerta de Purchena antes de ser privado de libertad perspectiva y recluido en la Plaza Vieja a prisión perpetua, o la iglesia de San Pedro con una torre de menos y la Compañía de María con dos torres de más.

La litografía vivió de las rentas, con una cartelería de molde para anunciar a la carta, con lo que no siempre se acertaba y si no díganme qué hace el salicilato de Vivas Pérez, paladín contra la diarrea, anunciándose bajo Don Quijote y Sancho quienes patrones podían ser de cualquiera menos de un cagón.

Supo mi intención litográfica Jesús de Perceval y tiempo le faltó para traerme de Valencia una piedra, pesada -y regalada- que va a quedar sin usar, como mi símbolo de grabador frustrado. La frustración que en 2002 me llevó a publicar "Los Grabados de Almería", la misma frustración que ahora me ha llevado al Museo de la Guitarra a tocar el grabado de Almería.

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