Una bodega del siglo XVIII en Enix: El Marchal Alto

Almería

Almería, tierra de marchales;muchos de ellos históricos desde hace siglos

Antón López: el hombre que dio nombre a un marchal hace 350 años

Una bodega del siglo XVIII en Enix: El Marchal Alto
Una bodega del siglo XVIII en Enix: El Marchal Alto / D.A.
Julia Hernández Salmerón

Almnería, 07 de enero 2024 - 08:00

“La Villa de Enix y sus marchales” es una expresión poco conocida hoy, pero que fue muy usada en otro tiempo para referirse a ese municipio. Antón López, Alto, Spencer, Miralles y Marchalillo son las denominaciones actuales de algunos de sus marchales históricos. Del primero de ellos, ya realizamos una breve semblanza sobre su fundador, Antón López, quien dio nombre a su marchal hace 350 años. En esta ocasión, queremos presentar el Marchal Alto, al norte del municipio.

Hay constancia documental de su existencia ya en el siglo XVI. En esta época, según Cara González y Cara Rodríguez, su denominación morisca fue Marchal de Fechite. En dicha centuria, el paisaje era diverso: morales, higueras y almendros eran sus cultivos principales. Además, la presencia de agua en el lugar posibilitaba cultivos de regadío: ciruelos y albaricoqueros, hortalizas, viñas y parras. Esta actividad agrícola, que combinaba el “suelo” (cultivos hortícolas) con el “vuelo” (árboles), permitía un rico aprovechamiento de estas tierras.

La Ventilla. Restos de la antigua venta
La Ventilla. Restos de la antigua venta / D.A.

La ganadería era otra de las actividades en la zona. Si bien la actividad agrícola se conserva en parte, la ganadera sólo se encuentra presente como un recuerdo en la toponimia, los dichos populares y en la existencia de vías pecuarias. El Cerro de Los Toriles es un buen ejemplo de ello. Se localiza al sureste del marchal. Bueyes y vacas pastaban en esta dehesa boyal, un paisaje transformado para su explotación ganadera. Estos animales eran necesarios para el labrantío que se practicaba en la zona, ya que, al realizarlo de manera más profunda que otros animales, aumentaba la calidad y la productividad de las tierras. Al parecer este ganado debía de ser muy bravío con los que transitaran por el lugar. Circunstancia cuyo conocimiento se ha transmitido de generación en generación gracias al refranero local, pues la expresión “si Dios quiere” se completa en Enix con “¡y las vacas del Marchal Alto!”.

Durante la Edad Moderna y Contemporánea, las veredas y pasos de ganado hacían de este paraje un espacio bien comunicado. Pastores, ganaderos, neveros, arrieros, marchantes transitaban por él en su camino a cotas más altas, como Sierra Nevada, o más bajas, la costa o la propia ciudad de Almería. Por ello, se construiría una venta en el lugar. Nos referimos a La Ventilla. El término “ventilla” hace referencia a una venta muy antigua. Una construcción de la que queda poco en pie, pero que, en su momento, debió de estar llena de vida: descanso y avituallamiento de viajeros, bestias y cabalgaduras, y de los trabajadores de la zona, pues se encontraba junto a la dehesa boyal del Cerro de Los Toriles y la acequia que va al Marchal de Antón López.

Restos de La Ventilla. Al fondo, el Cerro de los Toriles y la acequia que va al Marchal de Antón López
Restos de La Ventilla. Al fondo, el Cerro de los Toriles y la acequia que va al Marchal de Antón López / D.A.

Agricultura, ganadería, caminos y venta, hacían del Marchal Alto una unidad de explotación autosuficiente que se vería completada en el siglo XVIII con una bodega. La explotación tradicional de viñas y parras, y su aprovechamiento como fruta y fruta pasa durante la Edad Media y época morisca, derivó a una producción vitivinícola, esto es, a la elaboración de vino a finales del XVII.

A principios del siglo XVIII, su dueño era el canónigo Luis Pérez Navarro, un eclesiástico natural de Terque y rico indiano que invirtió en estas tierras a su retorno del virreinato de Perú. Poseía numerosos bienes en lugares como Tabernas, Lucainena de las Torres, Alboloduy y Almería. Pérez Navarro arrendó su finca del Marchal Alto a Agustín Martínez de Yrazábal y Amate. Agustín era vecino de Enix y estaba casado con una de las sobrinas del canónigo, Escolástica de Rull Pérez. Ambos recibieron, además, un censo de 16.000 reales para la remodelación del cortijo del Marchal Alto en 1708. Martínez Amate transformó el marchal en un monocultivo de viñedos de alta rentabilidad y, gracias a la bodega, en un importante centro productor de vino. Durante los años siguientes, Agustín adquirió otras fincas de regadío con cepas de viña, lo que lo convirtió en un importante vinatero. A pesar de ello, contrajo una gran deuda, que intentaría saldar con la producción de vino del Marchal Alto, sin conseguirlo.

La producción vitivinícola continuó en el lugar hasta los años setenta del pasado siglo XX. Los viñedos fueron arrancados en su totalidad, al igual que en otros lugares de la provincia de Almería. La tradición uvera terminó en El Marchal Alto, pero continúa en el resto del municipio enixero: algunas explotaciones familiares conviven con una importante bodega de presencia internacional.

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