De camino al cielo tocando el cajón

Antonio Torres Heredia es el primo hermano del Niño Josele y sobrino de Tomatito · Lleva toda la vida dedicado a la percusión y actualmente es profesor de la escuela de música de su tio en Roquetas

Antonio toca el cajón y observa el baile de su pequeño sobrino, una joven promesa del flamenco y un bailaor excepcional.
Antonio toca el cajón y observa el baile de su pequeño sobrino, una joven promesa del flamenco y un bailaor excepcional.
Juan R. Belloso / Almería

19 de julio 2008 - 01:00

Dicen que el talento es un tesoro que poseen sólo unos pocos. Una capacidad humana que no entiende de edades, sexos, razas, disciplinas o religiones; el que tiene duende juega con ventaja en la larga, dura, bella y entramada búsqueda del arte. En el flamenco los grandes artistas se pueden contar con los dedos de las manos. Se caen de los bolsillos las personas que bailan, cantan y tocan; sólo unos cuantos privilegiados llegan a la meta y triunfan sobre un escenario.

En un pequeño y humilde hogar situado en lo más alto del barrio de Pescadería vive Antonio Torres Heredia, sobrino de Tomatito y primo hermano del Niño Josele, la mano derecha del maestro guitarrista Paco de Lucía. Torres nació con un oído privilegiado, al menos eso vieron sus parientes cuando lo escucharon tocar el cajón por primera vez, con tan sólo 10 años de edad.

"Me crié en la casa de Tomatito. Para mi es mi segundo padre. Provengo de una familia de grandes cantaores, bailaores y guitarristas, pero nadie se había dedicado a la percusión antes que yo. Tomate y Pescaito me adentraron en este mundo y, con once años, subí por primera vez a un escenario junto a ellos. Decían que había nacido con el ritmo inyectado en las venas", recuerda, sentado en un cajón y rodeado de su gente.

En un principio actuaba de palmero, al igual que su padre Indalecio Torres, que recorría los escenarios nacionales junto a José Camarón, el cantaor de flamenco más grande de todos los tiempos. "Conocí a Camarón una tarde en mi casa. Recuerdo que me escondí detrás del sillón porque no me lo podía creer. Entonces le preguntaba ¿De verdad que tu eres Camarón? Y el me decía riendo: Si, te juro que soy yo. Sal de detrás de ese sofá. Para mi era un Dios, no me podía creer que estuviera en mi casa", dice.

Torres se iba haciendo un hombre y cada vez tocaba mejor. Tenía talento, pero le faltaba la técnica. Siempre fue un luchador, ensayaba de siete a ocho horas diarias soñando que algún día le brindasen una oportunidad. Al poco tiempo llegó el momento que tanto que esperaba. "Subí al escenario junto a Pescaito, el cantautor Heredia, María Ángeles y Rocío, estas dos últimas acaban de sacar un disco", asegura.

Los meses pasaban y aquel niño callado e inseguro se encontró ante un maestro Padilla lleno hasta la bandera, y con un Pescaíto empeñado en que hiciese un solo. "Solemos hacerlo para entretener al público mientras descansan las bailarinas. Estaba muy nervioso pero al final me salió muy bien. Tanto es así que todo el Maestro Padilla se puso en pie. No pude contener las lágrimas y caí en los brazos de Pescaíto. Tenía que darle las gracias", reconoce, con un gesto de emoción que casi hace saltar las mismas lágrimas que cayeron sobre el escenario de aquel entonces.

Ha recibido muchos consejos a lo largo de su carrera profesional. Uno de los más importantes para fue el de Paco de Lucía; le preguntó que cuál era su método para salir al escenario tan seguro. "Sale agresivo y se acuerda de su madre varias veces. Es una fórmula que utiliza para vencer el miedo escénico. Paco es un hombre a quien le gusta estar solo diez minutos antes de la actuación. Recuerdo lo que dijo antes de actuar en la Plaza Vieja para motivar al joven Josele: Que se prepare Almería que el Niño Josele se ha afilado las uñas en el avión", dice, admirando el arte de su primo.

Para todos los artistas flamencos existe un palo por excelencia. Para Torres es la bulería y la seguidilla porque " es el examen que determina si vales o no vales".

La conversación estaba a flor de piel y comenzaron a brotar las anécdotas. Durante un concierto en el Toyo junto a Pedro Torres El Funde, cuenta, se rompieron dos cuerdas de su guitarra y él se quedó sólo tocando el cajón. "El caso es que le dije bromeando que tenía mal fario, es decir, que era un gafe. Se enfadó mucho y quería pegarse conmigo en mitad del escenario", sonríe.

Torres sabe que le queda mucho camino por recorrer. Actualmente ejerce de profesor de percusión en el escuela de Tomatito de Roquetas de Mar. "Siempre les digo a mis alumnos que nunca suban al cielo de una vez, que asciendan escalón a escalón. Si caen algún día, les costará mucho menos levantarse".

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