Cáritas denuncia el abandono de los asentamientos chabolistas y el auge de la aporofobia en Almería
“Quitas un asentamiento y al día siguiente hay otro. No hay solución habitacional”
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Cáritas Diocesana ha levantado este jueves la voz con más contundencia que nunca. Lo ha hecho al presentar su Memoria Anual de Actividades de 2024, pero sobre todo lo ha hecho para sacudir conciencias en torno a dos fenómenos que no solo persisten sino que se agravan: la cronificación de los asentamientos chabolistas en la provincia de Almería y el avance de la aporofobia, el rechazo creciente hacia los pobres, especialmente si son migrantes.
Con las cifras en la mano —más de 800 personas sin hogar en la provincia, 200 de ellas en Almería capital, y uno de cada tres menores en riesgo de pobreza en algunos municipios—, la directora de Cáritas, María del Carmen Torres, y el delegado episcopal, Juan Antonio Plaza, no solo expusieron lo hecho, sino que dejaron claro lo que queda por hacer. “Quitas un asentamiento y surge otro. Así no se soluciona nada. El problema no es el chabolo, es la falta de vivienda digna”, denunció Torres, que advirtió de la “desesperante” situación que se vive en lugares como Atochares, donde resisten unas 60 personas entre plásticos, cables en el suelo y riesgo constante de incendio.
“Hay gente con papeles y trabajo que no encuentra piso por su color de piel”
Lejos del imaginario colectivo que asocia estas chabolas a personas sin documentación o sin ingresos, en muchos casos se trata de trabajadores con la situación regularizada, que simplemente no pueden acceder a un alquiler. ¿El motivo? “No les alquilan por ser inmigrantes. Da igual si tienen contrato o si han cotizado. El problema es el racismo, es la aporofobia”, afirmó la directora de Cáritas, sin rodeos.
Y es que el mercado de vivienda en Almería es, para una parte de la población, un muro infranqueable. “Tenemos unas 20.000 viviendas vacías en la provincia. Solo 3.000 están en alquiler. Pero ni siquiera esas son accesibles para todos. Si eres negro, si hueles diferente, si vienes de Marruecos, te cierran la puerta en las narices”, lamentó Juan Antonio Plaza.
“Los pobres no existen... hasta que mueren”
La dureza del diagnóstico se acentuó al abordar la invisibilidad de muchas personas en situación irregular. “Hay quienes viven aquí, trabajan, sostienen el campo, pero no existen para nadie. Si mueren, no pasa nada, porque no están en ningún sitio. Son invisibles”, sentenció Plaza.
Lejos de suavizar el tono, el delegado episcopal hizo un llamamiento a mirar de frente la realidad incómoda de la exclusión social. “En los barrios se critica que ayudemos a inmigrantes. Que nos tendremos que hacer musulmanes para que nos atiendan. Eso lo dicen cristianos. ¿Qué clase de fe es esa?”, se preguntó, visiblemente molesto.
Y añadió: “Usamos al inmigrante como arma política en elecciones, como fuerza de trabajo cuando nos interesa, y como enemigo cuando no. Los discursos del odio están calando. Y eso se llama aporofobia. Es el odio al pobre. Y está en todos lados”.
“Si crees que los inmigrantes lo tienen todo, móntate en una patera y compruébalo”
Una de las anécdotas más reveladoras la compartió Plaza al recordar una conversación reciente en la sala de espera de un centro de salud. “Un señor decía que los inmigrantes llegan los últimos y ya están los primeros, que tienen todos los recursos sin haber cotizado. Le dije: si usted está tan convencido, saque un billete, móntese en una patera y verá si todo eso que dice es cierto. ¿De qué estamos hablando?”.
Según los datos que ofreció Cáritas, Almería cuenta con una población migrante del 22%, unas 170.000 personas. De ellas, cerca de la mitad son europeos, sobre todo británicos, que consumen recursos —como el sanitario— sin apenas ruido ni rechazo. “El problema no es ser inmigrante, es ser pobre. Eso es lo que molesta: el pobre, el excluido, el que molesta a la vista”, sentenció Plaza.
Los datos de Cáritas: 16.000 personas atendidas en 2024
En medio de este diagnóstico crudo, Cáritas también hizo balance del trabajo realizado durante 2024. La entidad atendió a más de 16.000 personas en toda la diócesis, gracias al esfuerzo de unos 700 voluntarios, 400 socios y donantes, 35 entidades religiosas y 46 empresas colaboradoras.
Las intervenciones abarcaron alojamiento, alimentación, empleo, formación, apoyo familiar, atención a la infancia, migrantes y personas sin hogar. Entre los proyectos destacados está el Hogar de Marta y María, un piso de acogida para mujeres con hijos que atraviesan situaciones extremas. “Funciona con dos familias a la vez, y ya han pasado varias. Algunas incluso han conseguido rehacer su vida. Pero es un recurso pequeño. Necesitaríamos muchos más”, apuntó Torres.
Otro proyecto en desarrollo es el Espacio Mambre, pensado para personas sin hogar, que ofrecerá duchas, desayuno, talleres y acompañamiento personalizado, y que aspira a convertirse en un centro nocturno. “Responden a una demanda creciente y urgente. La calle no puede ser la única opción”, dijo la directora.
“Tenemos que limitar los proyectos por falta de fondos”
Pese al trabajo realizado, Cáritas advirtió que la situación financiera es cada vez más precaria. “Los ingresos bajan y las necesidades suben. Y seguimos dependiendo de subvenciones que muchas veces no llegan o llegan tarde”, explicó Plaza.
Uno de los ejemplos más sangrantes es la financiación que llega del IRPF: solo 2 millones para todas las Cáritas de Andalucía, cuando solo la de Almería necesitaría 1,8 millones para cubrir su actividad anual. “Dependemos demasiado de la famosa equis solidaria. Si mañana la quitan, tendríamos que cerrar proyectos o despedir personal. No se puede sostener así”, alertó.
Voluntariado envejecido y jóvenes que no llegan
Otro de los desafíos que afronta la organización es el envejecimiento del voluntariado. “La media de edad es elevada. Cuesta incorporar jóvenes. Se han hecho proyectos como Jóvenes con Corazón, campamentos de verano, estancias solidarias… Pero aún estamos lejos de tener un relevo generacional real”, admitió Torres.
Aun así, la directora se mostró confiada en que “la experiencia del compromiso, la entrega gratuita y la cercanía con el que sufre” pueda seguir contagiando a nuevas generaciones. “Los pobres no son de Cáritas. Son de todos. Y no podemos mirar para otro lado”.
Conclusión: mirar a los ojos, no al pasaporte
La presentación de la memoria cerró con una idea fuerza que resume el espíritu de Cáritas ante un contexto cada vez más hostil: mirar a la persona y no a su origen. “No preguntamos ideología, procedencia ni religión. Preguntamos qué necesitas y cómo podemos ayudarte a caminar”, afirmó Plaza. “El pobre no es una amenaza. Es nuestro espejo. Y lo estamos rompiendo”.
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