Carlos Esquembri, el capitán olvidado: murió en el abordaje de unos narcos incendiarios
Tras una condena ejemplar con penas de hasta 24 años, sus compañeros exigen que esta unidad sea incluida como profesión de riesgo
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Carlos Esquembri murió el 18 de marzo de 2023, a cientos de millas de su hogar y de los titulares de los medios de comunicación. Natural de Melilla, pero destinado en Almería, este agente del Servicio de Vigilancia Aduanera (SVA) fue una de las víctimas mortales en acto de servicio de uno de los cuerpos más desconocidos y esenciales del Estado: la policía marítima del Ministerio de Hacienda, especializada en contrabando, narcotráfico y crimen organizado. La tragedia ocurrió a 500 millas náuticas al oeste de Canarias, cuando la tripulación del Buque de Operaciones Especiales ‘Fulmar’, en plena noche cerrada, intentó abordar un velero sospechoso de transportar cocaína.
La embarcación, luego identificada en sede judicial como el ‘Rothmans’, se hallaba en plena travesía transoceánica cuando fue interceptada por el SVA. El operativo, parte de una gran operación antidroga, se saldó con un incendio provocado por los narcos, el hundimiento del velero, y la muerte de Esquembri, que cayó al agua tras volcar una embarcación auxiliar y no pudo ser salvado, pese a los desesperados intentos de sus compañeros. “Se jugaron la vida por rescatar al compañero y a los narcos que asesinaron a nuestro patrón. Es indigno que estemos defendiendo las fronteras de Europa, a veces a miles de millas de casa, con sueldos de administrativo y más de 60 años cumplidos”, denuncia uno de los agentes presentes en la operación.
La sentencia por esta operación, conocida en clave como caso Rothmans, fue dictada este año con penas de hasta 24 años de prisión por tráfico de drogas y homicidio por imprudencia. Pero el nombre de Esquembri, quien nunca volvió al puerto, apenas ha trascendido más allá de los círculos internos del cuerpo o su ciudad natal, donde el año pasado recibió un homenaje simbólico: el Ayuntamiento de Melilla aprobó por unanimidad poner su nombre a una calle, junto a otras figuras como el médico militar Fidel Pagés o Miguel Ángel Blanco. En Almería, su lugar de destino, nadie ha reivindicado aún su memoria.
Una profesión de riesgo sin reconocimiento
El Servicio de Vigilancia Aduanera opera desde el anonimato institucional. Sus agentes no están incluidos en las plantillas de Interior, ni tienen estatus de fuerza policial al uso, pese a estar armados, realizar detenciones, trabajar en alta mar y enfrentarse a redes criminales transnacionales. “Carlos estaría hoy vivo si se hubiera jubilado como debería haber podido hacerlo”, lamenta la Asociación JUSVA (Justicia Salarial de Vigilancia Aduanera), donde ahora militan agentes de todas las escalas del servicio y de sus dos áreas: marítima e investigación.
El colectivo lleva más de dos años exigiendo que el SVA sea considerado profesión de riesgo, lo que implicaría coeficientes reductores de jubilación anticipada y mejoras salariales acordes a su peligrosidad. Actualmente, afirman, muchos agentes del SVA siguen trabajando más allá de los 67 años, en intervenciones físicas de altísimo riesgo, y con pensiones que no alcanzan niveles mínimos dignos.
Un nuevo sindicato y una última oportunidad
La reciente aprobación por el Gobierno de un Real Decreto que reconoce nuevas profesiones de riesgo ha abierto una oportunidad única para el SVA. Desde JUSVA se ha instado a los sindicatos de la Agencia Tributaria (de la que depende orgánicamente el cuerpo) a presentar formalmente la candidatura. Paralelamente, los propios agentes han iniciado los trámites para crear su propio sindicato policial dentro de la AEAT, con el objetivo de tener representación real. “Es un tren que posiblemente no vuelva a pasar”, advierten. “No pedimos más que lo justo: reconocimiento, dignidad y protección. Lo que Carlos ya no podrá tener”.
Un cuerpo al límite
La operación en la que murió Esquembri fue una de las más arriesgadas de los últimos años. El velero ‘Rothmans’, según recoge un auto judicial al que ha tenido acceso este periódico, transportaba presuntamente cocaína desde Sudamérica a Europa, aunque nunca llegó a recuperarse la droga debido al incendio y hundimiento deliberado por parte de la tripulación. El fuego desatado en la cubierta generó una situación caótica: los agentes cayeron al agua, intentaron reanimar a Esquembri y pusieron a salvo incluso a los propios narcos, que acababan de sentenciar al veterano funcionario.
Una deuda con Almería
Esquembri estaba destinado en Almería, una provincia que, aunque alejada del foco habitual del narcotráfico marítimo, también es escenario de operaciones importantes contra el contrabando y el blanqueo de capitales vinculado a redes internacionales. El vuelco de la neumática acabó con la vida del capitán que compaginaba la actividad en el ‘Fulmar’ con la de la patrullera ‘Alca’ con base en Almería. Un duro varapalo para la plantilla del Servicio de Vigilancia Aduanera en la provincia al que se había incorporado hacía más de un cuarto de siglo.
Su liderazgo había hecho posible alguna de las grandes operaciones contra los buques que cubrían la ruta del Mediterráneo Oriental porque era un sabueso de alta mar siempre a la búsqueda del narcotraficante a los que buscaba a través de sus prismáticos y los radares. Una delegación almeriense del SVA con el jefe Pablo Almarza al frente se desplazó al funeral en Melilla a bordo de la patrullera ‘Alca’ para rendirle un merecido homenaje con persecución incluida de narcolanchas en el viaje de vuelta.
Su caso es un recordatorio de que los funcionarios del Estado que combaten el crimen organizado también tienen nombre, familia y un destino en la tierra. Y también que en Almería se vive una cruenta lucha contra el narcotráfico que no sólo deja cadáveres en tierra, sino también en alta mar.
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