La cal y el azul de las casas de Mojácar en el pregón en honor a San Agustín
Rosabel González Guevara fue la encargada de dar el discurso que ofreció desde su sentir más profundo · La joven mojaquera expresó con toda la emoción del momento que "somos privilegiados"
Un emotivo Pregón a cargo de Rosabel González Guevara, joven mojaquera que siente hasta lo más íntimo de su esencia sus raíces mojaqueras, abría en la noche del pasado sábado las fiestas de Mojácar en Honor a su Patrón San Agustín. Rosa hablaba de su pueblo, de "mi pueblo, apenas 200 metros sobre el agua salada, intacta su blancura, posado en la montaña. Blanco y azul son sus colores. La cal y el azulete que usaba mi abuela para encalar su cortijo. Mojácar. Mi hogar. Nuestro hogar. No importa si hemos nacido aquí, o a miles de kilómetros. No importa si nuestros padres han nacido en la calle Enmedio o en la Quinta Avenida de Nueva York. El olor a sal que trae la brisa, abrir la ventana y contemplar el inmenso azul frente a nuestros ojos. El rosa de la buganvilla trepando en contraste sobre una pared blanca. El aroma a jazmín en las callejuelas que serpentean. El empedrado de las calles bajo mis pies. Esos pequeños detalles que hacen que sólo aquí me sienta en casa, que es aquí donde pertenezco". Rosa detiene por un momento la lectura de su pregón, son demasiadas las vivencias que se mezclan en el reciente recuerdo de cuando ella estuvo en el Reino Unido.
"Somos privilegiados", añadía la Pregonera de las fiestas 2012 en honor del Patrón de Mojácar San Agustín, "y lo sabemos, pero a veces tenemos que salir de aquí para apreciarlo. Nos vamos y, un día, puede haber pasado un mes o un año, abrimos la ventana de un quinto piso en una ciudad y descubrimos que desde allí no se ve el mar. Que desde esa atalaya sólo se ve un mar de hormigón y cristal. No huele a sal ni a jazmín. Huele a humo, a coches, a bullicio. Huele a rutina. Las gentes en la calle son sólo caras grises que no te miran de frente, que pasan de largo ante cualquier estímulo, que no comparten contigo más que el mismo trozo de parcela donde se levanta el edificio en el que vivís y el mismo techo que lo cubre". La plaza Nueva de Mojácar guardó silencio la noche del pasado sábado ante un Pregón de sentimientos compartidos por muchos que hubieron de buscarse la vida en la emigración.
Guardar las tradiciones, conservar la identidad, el perfume, de un pueblo en el que aún permanecen huellas de su historia. "Y al volver a casa, a Mojácar, todo se ve más nítido. Y piensas, Dios, ¿cómo es posible que no me haya dado cuenta de que vivo en un paraíso? Reencontrarte con gente que no veías desde hacía meses o años incluso. Descubrir lo mucho, o lo poco, que han cambiado. Y pensar que Mojácar no son sólo sus preciosos rincones. Mojácar es su gente. Mojácar somos todos nosotros. Y como un gran poder conlleva una gran responsabilidad, es nuestra tarea cuidarla. Mantenerla limpia, cuidar sus casitas viejas y sus rincones llenos de encanto. Poner todo nuestro empeño en que lo antiguo no caiga en el olvido. No olvidar nuestras raíces, que son las que nos dicen quienes somos, las que nos dan nuestra identidad. No convirtamos nuestro amado pueblo en un mar de hormigón y cristal. Porque acabaremos lamentándolo. Dejemos que Mojácar siga reluciendo bajo el sol al pie de Sierra Cabrera".
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