Almería

El chiquillo de Los Gázquez que llegó a obispo en Guatemala

  • Fray Celestino Miguel Fernández Pérez nació en Vélez Rubio y vivió en El Puertecico (Huércal Overa) antes de ordenarse cura y ser misionero

Fray Celestino Miguel Fernández Pérez en una foto de los años cincuenta

Fray Celestino Miguel Fernández Pérez en una foto de los años cincuenta

Antes de que Almería se llamara Almería, los cristianos de esta tierra ya tenían obispo. Si no se me ha perdido alguno por los Caminos del Señor, desde que San Indalecio arribó a la vieja Urci, 67 mitrados han dirigido los destinos de la diócesis. El canónigo-archivero de la Catedral Juan López Martín (1929-2008) publicó en 1999 “La Iglesia en Almería y sus obispos”, un voluminoso libro de dos tomos donde detalló, tras lustros de investigaciones en Roma, los pormenores de cada uno de ellos. De entre sus casi 1.600 páginas se desprende que obispos ha habido muchos, pero de Almería, pocos. Algo parecido a la política, provincia en la que somos campeones en la “Champion” de diputados y senadores cuneros.

Es cierto que, de vez en cuando, el Vaticano se acuerda de Almería y un hijo de esta tierra llega a prelado. Y no será por curas y párrocos que lo merecen. Por centrarnos en los obispos de los últimos 105 años nacidos en la provincia, tenemos: en 1918, el canónigo de Somontín Emilio Jiménez Pérez (1863-1926) fue nombrado administrador apostólico en Barbastro; en 1935, el beato y obispo mártir Diego Ventana Milán (1880-1936), natural de Ohanes; en 1955, el velezano fray Celestino Miguel Fernández Pérez fue consagrado para la diócesis de San Marcos (Guatemala); en 1968, José Méndez Asensio (1921-2006) fue enviado a Tarazona y ya el 3 de diciembre de 2009, Ginés García Beltrán lo fue de Guadix. Sería injusto no mencionar a Justo Mullor García (1932-2016), nacido en Los Villares (Jaén), aunque fue almeriense de adopción, y de El Zapillo de corazón.

De todos ellos, el más desconocido por la sociedad es el franciscano Celestino Miguel Fernández Pérez. Nació en el anejo de Los Gázquez (Vélez Rubio) el 22 de noviembre de 1895 y pasó su niñez en la cercana pedanía de El Puertecico (Huércal Overa). Allí residió hasta que cumplió 12 años e ingresó en el colegio seráfico de Cehegín (Murcia); más tarde, entró en el convento de Santa Catalina del Monte y estudió teología en Orihuela.

También obtuvo el título de maestro nacional, lo que le permitió dirigir el colegio franciscano de Alicante durante ocho años. La trayectoria pastoral desde su ordenación sacerdotal y su primera misa en Lorca el 28 de febrero de 1920 fue apasionante: educador, misionero en Centroamérica, primer obispo de la diócesis de San Marcos (Guatemala) o prolífico autor, que usó la pluma y el papel como vehículos de apostolado.

El 13 de septiembre de 1963 asistió en Huércal Overa a la bendición e inauguración del nuevo edificio del extinto Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Almería

Fray Celestino Miguel Fernández Pérez Fray Celestino Miguel Fernández Pérez

Fray Celestino Miguel Fernández Pérez

Un incendio le convirtió en misionero

El 11 de mayo de 1931 incendiaron su convento, anexo a la escuela alicantina de “San Antonio”, de la que era director y donde estaban matriculados 250 niños. Entonces, la orden recapacitó sobre su futuro y lo destinó a Centroamérica. Allí activó las misiones en Ocotepeque (Honduras), reconstruyó iglesias en San Salvador (El Salvador), levantó escuelas en Diriamba (Nicaragua) y alentó las vocaciones en innumerables provincias guatemaltecas. Todo ello hasta que el Papa Pío XII lo nombró obispo de la nueva diócesis de San Marcos (Guatemala) mediante una bula -escrita en latín- del 27 de septiembre de 1955. Curiosamente, la conoció el 2 de diciembre de 1955 en Almería mientras visitaba a sus hermanos y familiares.

Fue consagrado el 6 de enero de 1956, ejerciendo la responsabilidad hasta 1971, poco antes de su muerte. Aquella extensa diócesis sumaba a mitad del siglo XX medio millón de habitantes y consiguió pasar de ocho parroquias a treinta y de quince sacerdotes a sesenta. Además, junto a cada iglesia creaba un colegio católico donde la enseñanza del castellano era fundamental. La mayor parte de los alumnos solo hablaba “tz'utujil” y “man”, dos lenguas históricas muy diferentes de la región, que, incluso, impedían a los niños comunicarse entre sí.

Celestino Miguel Fernández Pérez, siempre con la Cruz como estandarte de su ardua tarea apostólica, elevó el porcentaje de bautizados al 94,4 % de la población, tasa jamás igualada en San Marcos desde 1970. En esa complicada labor le acompañó el cura almeriense Juan Sánchez Casas, párroco del municipio de Sansare, también en Guatemala. Fomentó la conclusión de las obras de la Catedral de San Marcos y levantó el palacio episcopal, además de participar en el Concilio Vaticano II. Todo ello, en el marco de un permanente conflicto social en aquel país, que desembocó en una larga guerra civil desde 1960 a 1996.

En 1957 predijo que el papel futuro de la América Latina en el devenir de la Iglesia Católica sería “colosal”

Visitaba Almería, camino de Roma

Todos estos datos se conocen porque monseñor Fernández Pérez los relataba durante sus salpicados viajes a Almería. Aquí, que sepamos, estuvo en 1955, 1960 y 1963, casi siempre camino de Roma. Pero tenía tiempo para contactar con sus paisanos velezanos y con vecinos de Huércal-Overa, donde gozaba de grandes amistades. Precisamente, el viernes 13 de septiembre de 1963 asistió en ese municipio a la bendición e inauguración del nuevo edificio del extinto Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Almería (hoy Unicaja), cuyo presidente era el entonces obispo Alfonso Ródenas García (1895-1965).

En octubre de 1960, tras una corta estancia en Vélez Rubio y El Puertecico, donde recibió un cálido homenaje, estuvo en la capital. Se alojó modestamente con los frailes locales de su orden, con quienes concelebró una eucaristía en la iglesia de San Agustín por la festividad San Francisco de Asís. Después, junto a las autoridades locales, conoció el santuario de la Virgen del Mar, La Alcazaba, el Puerto y La Catedral.

En aquellos tiempos, hablar con un obispo, tras besarle el anillo, no era habitual para el común de los mortales. Por eso, quienes tuvieron la oportunidad de charlar con fray Celestino Miguel recordaron durante sus vidas los diálogos mantenidos. De éstos destaca cómo en 1957 predijo que el papel futuro de la América Latina en el devenir de la Iglesia sería “colosal”. Y así fue con la elección como Papa del argentino Jorge Mario Bergoglio, 56 años después.

El obispo velezano fue parte activa en el Concilio Vaticano II

Por la tesis doctoral de Alba Marina Juárez Cajas de Gómez sobre el diaconado permanente en San Marcos, leída en octubre de 2015 en la Facultad de Teología del Campus de Quetzal Tenango de la Universidad de Rafael Landívar de Guatemala, sabemos que Celestino Miguel Fernández presentó su renuncia ante el Papa Pablo VI el 25 de abril de 1971. Fue por su estado de salud y haber cumplido 75 años, quedando a partir del 8 de diciembre de 1971 como obispo dimisionario de San Marcos. El 30 de diciembre entregó el cargo a Próspero Penados del Barrio (1925-2005), quien tomó posesión oficialmente el 12 de febrero de 1972.

Ocho días después, el 20 de febrero de 1972, el chiquillo de Los Gázquez criado en El Puertecico y que llegó a obispo, falleció en el municipio de Malacatán. Fue sepultado en el cementerio de la ciudad de San Marcos, necrópolis de 200 años de antigüedad, según la tesis doctoral sobre el camposanto de la arquitecta Susana Isabel Palma Rodríguez leída en 1989. Medio siglo después de su fallecimiento, la provincia de Almería le debe a fray Celestino Miguel un reconocimiento póstumo.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios