Los cócteles de La Colombine
Almería
Un sobrino-nieto de la ilustre periodista almeriense abrió hace 45 años un bar inglés en la calle Gerona, donde se celebraron numerosas actividades culturales
Los almerienses de 1975 se divertían como podían. Había, claro, bares y bodegas con exquisitas y variadas tapas que las servía un camarero, vestido de camarero, sobre una pulcra bandeja redonda metálica y sin precios suplementarios. También existían las discotecas y las salas de fiesta en las que nuestros padres y abuelos bebían y bailaban al ritmo de “Los Diablos”, “Fórmula V” o “Tony Ronald”: “Vía Venetto”, “The Fortress”, “Baroque”, “Chapina”, “El Castillo”, “Apocalipsis club”, “Nipper”, “Buffalo”, Vagón”, “Play Boy” o “La Vela”. Parecen muchas, pero estaban diseminadas por toda la provincia. Por eso, cuando en la capital se rumoreaba que iba a inaugurarse un nuevo local de diversión, la expectación crecía como la espuma en la bañera de un chiquillo rodeado de botes de gel.
El 22 de febrero de 1976 uno de esos nuevos centros de “copeteo” comenzó a promocionarse con una enigmática campaña: “¿Sabe Vd. quién era La Colombine? decían las octavillas de publicidad y los anuncios; frase que no hacía sino acentuar el desconocimiento de la ciudad hacia la ilustre periodista almeriense. Después vinieron otros lemas como “Pronto, en Almería, La Colombine”. La gente no sabía si se trataba de un nuevo comercio de medias y fajas, de una tienda de ultramarinos o de una librería. El misterio duró varias semanas porque el plan publicitario ideado por Fernando Fernández de Burgos (1941-2002) daba pistas, pero no datos: “La Colombine, famosa escritora almeriense de principio de siglo”; “La Colombine, seudónimo de la escritora y novelista española Carmen de Burgos Seguí”… Hasta que el martes, 9 de marzo de 1976, se desveló la intriga: “La Colombine” era el nombre de un pub inglés que se inauguró en la calle Gerona.
El nombre no era casual. El empresario que ideó el proyecto era sobrino-nieto de la ilustre periodista almeriense, primera corresponsal de guerra, impulsora de los derechos de la mujer y fiel narradora de la España de nuestros bisabuelos. Una persona adelantada a su tiempo. Fernando Fernández de Burgos quiso homenajear a su tía-abuela con un local de ocio en su Almería natal donde, además, se ofrecieran conciertos, recitales de poesía y con espacio suficiente para tertulias, desfile de modelos y reuniones asociativas. En definitiva, pretendió ofrecer a la sociedad “algo nuevo y de utilidad para la vida cultural” reivindicando la figura de su familiar. De hecho, un retrato de la ilustre almeriense recibía a los clientes en el vestíbulo del local.
Su mobiliario de estilo inglés era sorprendente para los ciudadanos de la época, simplemente porque no estaban acostumbrados y muchos no habían viajado más allá de la Cuesta de los Callejones. Además, desde el principio, “La Colombine” se especializó en cócteles; bebidas inexistentes en los pubs de la época que solo las mezclaban los “bármanes” de los hoteles que empezaban a poblar la costa almeriense. De hecho, Fernández de Burgos aprendió esas combinaciones en su época de director-gerente del “Sabinal”, donde se alojaban ingleses, alemanes y suecos. En otros locales de ocio de 1976 en la capital se servían los tradicionales cubatas en vaso de tubo de cristal opaco; de ahí no salían y tampoco les iba mal.
Fernández de Burgos contó con la inestimable ayuda del cultísimo historiador laujareño Florentino Castañeda y Muñoz para bucear en los recuerdos, logros, obras literarias y genealogía de su tía-abuela, lo que acentuó mucho más su deseo de bautizar al local con el pseudónimo que empleaba la periodista. Y fue la Asociación de la Prensa de Almería la primera entidad en organizar en el bar inglés una actividad; consistió en un desfile de modelos con carácter benéfico, lo que permitió que modistos vinculados con la provincia se fijaran en el pub. Así, Julio Requena decidió enseñar sus creaciones textiles de alta costura el 7 de abril de 1976 mientras el público disfrutaba de un cóctel y unos aperitivos.
Porque los cócteles de “La Colombine” se hicieron famosos. Cada día ofrecía uno especial y distinto al anterior. Muchos almerienses aprendieron los nombres de esas bebidas gracias a la carta de “La Colombine”: “Daikiri”, “Margarita”, “Canarias”, “Bloody Mary”, “Champagne” o uno propio con el nombre del local. Fernández de Burgos bautizaba a los cócteles según sus ingredientes o la procedencia de éstos. Sus conocimientos por el doctorado en L'Ecde Hositeliere de Lausanne (Suiza) los aplicó en Almería.
Por ejemplo, el “Canarias”, que era muy demandado, estaba compuesto por zumo de naranja, “Campary” y licor de plátano. Al “Daikiri”, como a otros, se le incluía en la explicación de su composición en la carta un toque exótico y el ron se mezclaba con “zumo de limão”, que no era otra cosa que un chorreón de un limón recolectado en una huerta de Rágol. Cuando el cóctel tenía algún ingrediente desconocido se vendía como “el toque especial del barman” o “alto secreto”. El “Bloody Mary” llevaba su obligatorio vodka con zumo de tomate y el toque picante era de la pimienta que se compraba a granel en “Casa Blanes” de la Rambla. Fernández de Burgos llevaba el marketing y el reclamo hasta esas características copas de cristal de boca ancha y cuello mediano y que molan mucho con azúcar en el borde, pero apenas entran 200 ml. Vamos, dos sorbos. Los clientes se aficionaron a esas mezclas, y a las de sin alcohol, por lo que el pub de la calle Gerona número 11 comenzó a abrir todos los días, incluso el lunes que inicialmente era el de descanso semanal.
Televisor en color
Fue, también, uno de los primeros espacios públicos en instalar un televisor en color, que en aquella época costaba más de 40.000 pesetas. Gracias a un acuerdo de colaboración con “Faelmo” de José Luis Moreno Caparrós lanzó el gancho publicitario “Los Mundiales en color” para que los aficionados al fútbol pudiesen ver allí los partidos de la selección española clasificatorios para el Mundial de Argentina 1978. En concreto, el Yugoslavia-España, llamado “la batalla de Belgrado”, concentró en “La Colombine” a decenas de aficionados que salieron contentísimos por el resultado, pero preocupados por el botellazo que recibió desde la grada el jugador español Juanito y que le abrió la cabeza.
Pero no todo eran alegrías. Un rancio sector de “eruditos” almerienses decidió no aceptar esa mezcla de ocio-cultura que ofrecía altruístamente La Colombine. Algún editor de la vieja guardia y críticos literarios que se ocultaban tras seudónimo fueron muy duros con el local; sobre todo después de la presentación de un libro en el pub, precisamente sobre la vida de Carmen de Burgos. Como siempre, esa Almería oscura y celosa que ni hace ni deja hacer sentenció públicamente: “ya no vamos más” …
Con esos sinsabores, el 4 de diciembre de 1978, el pub cambió de dueño. Fue traspasado a un empresario hostelero llamado Ignacio y durante varios años siguió funcionando, incluso con actuaciones en directo como las del grupo “Los Salteños”, ya en 1982. Y La Colombine, como el hielo picado de un Daikiri, tristemente poco a poco se diluyó.
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