Almería

El conde de Torre Marín: ¡La alcurnia en la playa de Almería!

  • El autor reflexiona sobre la llamativa casa de una condesa que destaca en el paseo marítimo de Almería

El conde de Torre Marín. ¡La alcurnia en la playa de Almería!

El conde de Torre Marín. ¡La alcurnia en la playa de Almería! / José Luis Ruz Márquez

Hay en el Paseo Marítimo una casa que te llama la atención no por sus méritos arquitectónicos, ningunos aparte de los precisos para mantenerse en pie, sino por ser baja, como de posguerra, con los pies, más que sacados, metidos en el plato de altos bloques que la cercan y agobian… Esta condición de gallina en corral ajeno, unida a un puntico de lánguido abandono, despiertan tu curiosidad y por saber de ella pasas pronto a la vía de atrás, la calle Jerez, y es entonces cuando adviertes que tiene su fachada principal dando la espalda, como Dios manda en Almería, al mar que es lo que hacían sus ya desaparecidas vecinas, empezando por Villa Pepita.

A la vista de esta cara de la casa es inevitable reparar en un garabato oscuro que parece trepar por la pared, más que labrado, grabado en una losa. Basta con poner atención y pronto descubres que se trata de un motivo heráldico y te preguntas el porqué de su presencia fuera de lugar y tiempo: extemporánea y en un barrio moderno. Cuando las edificaciones de su entorno eran similares a ella y preguntabas, todo el mundo sabía de quién era este chalet de verano, sin chimenea y sin embargo con tantos humos; ahora lo haces y, desfigurado el escenario, desaparecida la vecindad de antaño, no encuentras quien te dé pista. 

Menos mal que yo me defiendo en el idioma heráldico: lo escribo y, sobre todo, lo leo y por eso vamos a salir airosos, con la pregunta respondida: bajo una corona, de conde por sus dieciocho perlas y de la que penden dos adornos, se cobijan dos escudos acolados en punta; el primero, de un solo cuartel, es una torre almenada y al pie tres leones que son las armas de la Torre; el segundo presenta el campo dividido en dos cuarteles con las ondas y lises de Marín y el árbol de Rubio. Los Torre Marín, hidalgos inmemoriales en Almería, así como en Serón y Tíjola, vieron elevada su nobleza cuando en 1790 fue creado por Carlos IV el condado de Torre Marín para don Luis de la Torre Marín y Molina.

Ya sabemos lo que el blasón representa; ahora solo queda conocer las circunstancias que llevaron a este linaje a cambiar los baños dulces en la balsa de Cela por los salados en la playa de Almería. Resulta que don José María Torre Marín Rodríguez, VI conde de Torre Marín, matrimonió con doña Natividad Álvarez Cosmén señora de cuartos y de fincas como el célebre café de Levante, nada que ver con el de la Zarzamora, que era gaditano, pero sí con el de la Puerta del Sol madrileña y al que frecuenté de niño con mis padres y luego de hombre ya convertido el inmenso local en el eslabón mayor de la cadena de zapaterías Los Guerrilleros que fundara mi amigo Ángel Hernández…

El conde aportaba por su madre, doña Angelines, la buena finca uvera de El Canario así llamada por el tío paterno de esta señora, don Gregorio Rodríguez, quien la había hecho con los dineros ganados en las afortunadas islas plataneras. Situada al pie de la torre y cañada de Cárdenas, ha conservado su monumental balsa de la Cuesta de los Callejones como último vestigio hasta hace poco que ha desaparecido devorada por una terrible rotonda de esas que le salen ahora a las carreteras.

Aunque la aportación de esta finca era sangre nueva al patrimonio del conde, algunas otras, cada vez menos, le quedaban de los días de gloria de su familia paterna, y en cuya representación traigo aquí la casa de la calle Solís ahora más que restaurada, vaciada y a la que recuerdo taller de tapicería, de planta baja y sótano, poco que ver con la actual a la que se le ha añadido altura, sin nada notable entonces ni ahora, a no ser la bonita portada labrada en piedra con flores y mascarones… vivienda que era de los Torre Marín, sí, pero como propiedad nunca, como se viene diciendo, su residencia… que por supuesto la tuvieron y magnífica desde el siglo XVII hasta inicios del XIX en la calle Eduardo Pérez y la que en el XX, ya rebajada a patio de vecinos, sucumbió a manos de las huestes del urbanismo especulativo y cateto de los años sesenta que la demolió con tal saña que algunos de sus añicos, como su escudo y rejas, llegaron nada menos que a un chalet de Torremolinos.

El mismo final que ya había tenido cuarenta años antes la última morada que el linaje poseyó en Almería desde el siglo XVIII, una casona hidalga en la fachada norte de la plaza de las Flores… La misma suerte que ha poco, ya en tiempos de la supuesta sensibilidad, corrió la casa que los ancestros del conde tuvieron en Tíjola y a la que recuerdo, dolido, como todo un toque de distinción para aquella villa almanzora.

La casa de la expresada finca de El Canario fue residencia familiar de temporada, en alternancia con la de Madrid, hasta que la guerra civil la convirtió en hospital a raíz de lo cual vino su deterioro, siendo sustituida por la de la playa que nos ocupa de la que entraban y salían, a pie o en coche, el conde, extremadamente delgado, enjuto, moreno y elegante, y su condesa consorte… y con ellos Teresita que, además de bienes, doña Natividad había aportado al matrimonio la hija de su primer enlace destinada a formar parte del paisaje playero y social de Almería.

A la muerte de don José María de la Torre Marín y Rodríguez en 1981 el título voló, como manda la ley a posarse en su pariente de sangre don Rodrigo Torre Marín y hacerlo VII conde con harto dolor de doña Teresa Gorordo Álvarez, quien hizo como que no se enteró; tan cerca siempre de la nobleza siguió considerándose condesa y así vivió, tenaz como su edad, hasta que en 2019 el destino le hiciera la jugarreta de quitarle la vida a punto de cumplir un siglo, como casi cuarenta años antes le había hecho la de quitarle el condado que nunca tuvo. Pero quiso Dios en su infinita misericordia que al final el periodista Manuel León se auto invistiera de rey y de un plumazo, de faisán por supuesto, la convirtiera a título póstumo en Condesa de El Zapillo. Ahí es nada. La nobleza con vistas a la bahía… ¡La alcurnia en la playa de Almería!

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