El correo del pan Hasta donde no llegan los hornos
Panaderos de la provincia recorren cada mañana decenas de kilómetros para llevar sus productos a pequeños pueblos donde no existen hornos y, en algunos casos, ni tiendas
Suena la alarma. Es media noche. Mientras algunos se acurrucan en la cama para escuchar su programa deportivo favorito, otros, como Antonio del Rosal, panadero de la localidad de Fiñana (en la Comarca del Río Nacimiento), se levantan. Y no es el único de su gremio que tiene que hacerlo en la provincia. En ese momento, inicia su trabajo cuando la mayoría de sus vecinos se van a la cama. Así es el pan. El trabajo de la harina requiere esta metodología, sobre todo en los pueblos. No sólo se trata de tener el producto temprano y en las mejores condiciones, hay mucho más oficio detrás. Algunos empresarios como Antonio llevan años transportando sus productos a otros municipios. "De joven estuve en una tienda en Almería trabajando en esto del pan, pero pronto me vine a Fiñana y comencé a trabajar en este mismo oficio, tanto a hacerlo como a repartirlo, como muchos de mis antepasados", comenta mientras conduce su furgoneta destino Aulago. Y es que, aunque parezca extraño, hay lugares que nunca han tenido la posibilidad de fabricar pan, así que la única forma de obtenerlo comprando a quienes lo reparten a domicilio. Es el caso de pueblos como Ocaña, Doña María y Escúllar, y otros como Nacimiento, Gérgal o Aulago. En algunos antes había tiendas que hacían de depósito del pan para que, durante el resto del día, los vecinos fueran a recogerlo. Pero ahora, domicilios como Doña María, no tienen esa suerte, así que hay que esperar al panadero. Hasta allí se desplaza todos los días la furgoneta de este empresario del pan, cuya familia forja a fuego lento sus productos desde 1890, hace ya casi un siglo y medio, aunque no fue hasta los años sesenta cuando comenzaron a viajar por los pueblos vecinos.
La espera del pan en estos municipios supone uno de los eventos sociales más importantes del día. No es para menos. Otra cosa no, pero pan come casi todo el mundo, así que la hora de llegada del panadero no se puede obviar, pocas veces suele fallar y si algún día llega antes o después, no importa, se tira de claxon. Los habitantes de un pueblo reconocen perfectamente a quien corresponde el sonido de una determinada bocina. Y es que el pan no es el único producto en llegar procedente de otro punto. Lo hacen comerciantes de ropa, de congelados y el más inconfundible, el del camión del butano.
Antonio del Rosal, como otros panaderos de Fiñana o Abla que reparten sus productos en otras localidades, lleva la furgoneta cargada. Su objetivo es que cuando regrese a casa no quede nada, como es lógico. Así funcionan los negocios. Pan casero, de aceite o gallego; chapatas, rosquillas, baguettes, sequillas, roscos de vino, de anís o de naranja, tortas de chicharrones, magdalenas, pan sin levadura (los sábados) y otros productos de temporada como el hornazo, los buñuelos o los pestiños, en Semana Santa; y los mantecados de hojaldre o de almendra en Navidad, toda esta comida, que derrite cualquier paladar, se puede encontrar durante el año en la furgoneta y en la panadería de Antonio del Rosal.
"Ahora todo va mucho más rápido. Los hornos van con electricidad y se reparte en furgoneta. Los primeros viajes, en los sesenta, se hacían en burra y después en isocarro (la versión más antigua de lo que hoy son los coches para los que no es necesario carné de conducir", explica Antonio de vuelta a Fiñana. Su trabajo ha terminado, ya ha repartido todo el pan. A las 12:00 horas, aproximadamente, se acaba su jornada, aunque podría continuar si quisiera en su tienda.
Este panadero no es el único de la provincia que lleva a cabo este ritual. A lo largo de la provincia se extienden numerosos pueblos cuya población, escasa, no da para que exista un panadero, así que los empresarios de pueblos vecinos, más grandes, son los que tienen que realizar este trabajo. Ocurre en La Apujarra, en la zona de Los Vélez o en el alto, medio y bajo Almanzora.
El pan no dejará de llegar a estos pueblos hasta que desaparezcan, si desaparecen. Mientras queden habitantes habrá panaderos que transporten sus productos. Es una forma más de darle rentabilidad a un negocio. Lo hacen las pizzerías o los restaurantes chinos, aunque sería difícil de especificar quién se inventó antes el transporte a domicilio, si estos negocios de corte más moderno y antiguas profesiones como las del pan.
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