Almería

Cuando la corrida empezaba en la calle Ayala

  • La histórica vía del corazón de la capital albergó durante años las taquillas de los toros, pero también dio lugar a la creación de bares y peñas con ambiente taurino

Cuando la corrida empezaba en la calle Ayala

Cuando la corrida empezaba en la calle Ayala / D.A.

ESTABA en pleno centro de la ciudad. Es peatonal y apenas mide 40 metros de longitud. Pero si usted no es aficionado a los toros puede que desconozca la existencia de la calle Ayala. O sí, porque además de su vinculación a la fiesta nacional, en esta vía han existido negocios lúdicos e históricos comercios de prestigio, como la talabartería de Antonio López Muñoz y José del Águila Rodríguez, que en 1880 ya suministraba correas de cuero a los cocheros y caballistas de la provincia. Hasta que se incendió.

Entre la Puerta de Purchena y el inicio de la calle Granada aparece, como escondida, la de Ayala, llamada “de la Llave” en el siglo XIX, y dedicada después al político y dramaturgo Adelardo López de Ayala.

Ensombrecida y achicada por la vigilante monstruosidad de hormigón y ventanas del “Edificio Tauro”, con un desnivel considerable y una anchura morisca, comunica el corazón de la capital con la antigua calle de Las Posadas. Era el lugar donde se concentraban las pensiones “Del Príncipe”, “De los Álamos”, “De la Rosa”, “De San Rafael”, “Del Capricho”, “Del Pilar”, “La Rosa” y “La Estrella”. Precisamente esta hospedería tenía entrada por la calle Ayala número 6 y algunos de sus propietarios fueron Eduardo López Sánchez o Carmen Fuentes Ramos. Tanto trasiego había en “La Estrella” que, en mayo de 1957, fue sancionada por el gobernador, Ramón Castilla, “por la falta de escrúpulo en la admisión de hombres y mujeres de conducta dudosa”.

Por lo tanto, la calle Ayala era, durante la mitad del siglo XX, un espacio común donde se olía a jibia a la plancha de “Los Claveles”; de idas y venidas de aburridos vendedores del comercio, tránsito de viajeros con cita médica, turistas de delgada billetera, trotamundos que arribaban desde la estación con un macuto colgando de un palo y desarraigados que buscaban, como decía Alaska y Dinarama en su canción, “frenesí” y “deseo carnal”. Conforme avanzaban los años las posadas fueron desapareciendo, pero la vinculación de la callecita con la pasión no acabó. En los ochenta, en ese número 6, coincidiendo con la transformación de la pizzería “Aramis” en el “top-less” “Las Chicas de Aramis”, se publicó un reclamo de una tal “Mari Carmen” en el que buscaba “señoritas para un trabajo fácil y buen sueldo a comisión”.

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calle Ayala / D.A.

Los vecinos

La calle Ayala ha contado con numerosos vecinos, a pesar de su escasa longitud. El doctor Joaquín Moncada Manzanero ya tenía, en mayo de 1899 y en el número 4, un gabinete para reconocimientos y tratamiento de las enfermedades de la matriz que mantuvo hasta la Nochevieja de 1905. Fueron moradores Araceli Artacho García, Virginia García del Pino (1873-1950) en el número 2, Manuel López Marcel, Luis Guerrero García, José Jiménez y su esposa Rosario con sus dos hijos, en el 7, o la familia originaria de Vera Campos Casquet, con sus descendientes María Jesús y José María, que es hoy una de las voces más prestigiosas de la Semana Santa almeriense. El practicante de profesión Francisco Gutiérrez Martínez (1878-1972) ocupaba la casa del número 4 con su señora Vicenta Buforn Galiana (1879-1953) y sus cinco hijos. Más de una vez tuvo que salir, con el maletín de piel y las cajitas de metal llenas de agujas de cristal, corriendo calle abajo para atender alguna urgencia sanitaria. Francisco Gutiérrez, ya viudo, también citaba en su domicilio a los participantes en las minas de Níjar “Almería de oro”, “Virgen del Pilar” y “Los seis amigos”, de las que era presidente, para que abonaran sus rentas. Algunas de aquellas viviendas aún conservan unas preciosas rejas de hierro forjado en sus balcones.

Con los años, la calle Ayala comenzó a convertirse en feudo de los seguidores de las corridas. La taquilla oficial de la feria taurina se trasladó allí desde el “Café Español” y provocó un auténtico movimiento de masas de aficionados que deseaban su ticket a base de aguantar eternas colas kilométricas. Desde antes de que saliera el sol ya había “toreristas” guardando atropelladamente su turno; a lo mejor no entendían las suertes del ruedo, pero querían dejarse ver en el tendido con la merienda de “La Dulce Alianza” o “Capri” y la bota de vino peleón. También salían de la nada los revendedores de entradas de sombra que, apostados con la chancleta de un pie sobre la pared, te chistorreaban para que picaras en su mercado negro. Podemos asegurar que la corrida empezaba en la calle Ayala.

Desde antes del alba había colas kilométricas de aficionados esperando comprar su entrada

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calle Ayala / D.A.

Así fue desde 1988 a 2002, que el negocio se desplazó a la Avenida de Vilches y luego a internet. Pero fue suficiente para que la calle Ayala se empapara de sabor a lidia y abrieran tabernas y peñas con decoración de caballos galopando, banderillas ensangrentadas y astados disecados: “El Rincón de los Toreros”; “La Española”, de Juan José Ramírez y Guillermina González y sus tapas de lomo en orza; la asociación ecuestre “Indalo” de Pedro Jiménez Sánchez o la peña taurina “José Olivencia”. Hasta el Poli Almería de Pepe Guijarro aprovechó la taquilla para vender las entradas de los partidos de fútbol.

Por la calle pululó durante los ochenta el político de Uleila del Campo Ramón Ponce García que, en la esquina con la Puerta de Purchena –donde estuvo desde 1955 “Suministros Imvalma” y antes “Calzados Muley”-, montó la sede del Partido Reformista Democrático, nacido en la llamada “Operación Roca” para expandir el catalán CIU al resto de España. Aquel PRD, cuyo logo parecía la cresta de un punky, fue grandilocuente cuando se montó y efímero en su duración. Sobre todo, cuando en 1986 apenas obtuvo 5.565 votos en la provincia, pese al esfuerzo de Manuel Fernández de Córdoba Sánchez y el albojense José Miras Carrasco. En 1989 se especuló que en esa misma bonita casa –construida en 1920- se abriría la sede del Patronato Provincial de Turismo, tras una obra diseñada por Alberto de Torres López y la restauración de Luis Matilla González. Pero tampoco. Lo cierto es que en la magnífica esquina con la calle Ayala, donde antaño se colocaba un carrillo verde de chucherías, abrió la tienda de ropa “Mel” y luego la zapatería infantil “Colores”.

La otra esquina, donde estaba “Droguería Bustos” a finales del XIX, la ocupa el horrible acceso a un garaje y lo que fue la sala de exposiciones de la Caja General de Granada. Allí se mostraron cuadros y esculturas de artistas nacionales y cofradías como Prendimiento o Silencio exhibieron sus enseres patrimoniales. Cuando la entidad se convirtió en 2010 en “Banco Mare Nostrum” y luego en Bankia, a aquel espacio cultural le echaron el candado de la actividad pública, se tragaron la llave, y lo destinaron a uso interno. Hoy, sin bares, aulas de cultura, ni hostales, el único atisbo de actividad es el despacho de abogados “Lealtadis”, inaugurado en 2006. Pero allí sigue la calle Ayala. Convirtiendo en eco las pisadas. Recogida, silenciosa; sin los tumultos taurinos ni el ajetreo del amor arrendado. Y con una hermosa placa de mármol que evoca aquel tiempo pasado.

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