El crimen de 'El chino'
El lado oscuro de la Transición
El 24 de abril de 1979, un joven de 14 años muere de un disparo efectuado por un Guardia Civil, cuya intención era evitar que la víctima y su compañero, también herido, robasen un coche aparcado cerca de la cárcel de Los Molinos
POSIBLEMENTE llevaba su prematura muerte en el destino, así lo llaman algunos aunque eso nunca podrá saberse a ciencia cierta. Lo cierto y real es que una vida joven quedó sesgada en el acto después de un disparo en el corazón tras una singular noche burlando la ley de correrías desenfrenadas por la capital viviendo terriblemente deprisa.
Un presunto delincuente precoz, residente en la barriada del Zapillo, José Martínez conocido entre sus colegas y vecinos como "El Chino" de apenas 14 años de edad murió la madrugada del 24 de abril de 1979 de un disparo efectuado por un agente de la guardia civil en la misma puerta de la antigua cárcel de Almería en la carretera de Los Molinos frente al Seminario Diocesano.
El adolescente junto a otro menor de 16 años que también resultó herido por otro impacto en un brazo, movidos por su audacia y temeridad pretendían robar en el interior de unos coches estacionados junto a la puerta del centro penitenciario. Esa noche había luna llena. Sus lentos y cuidados movimientos en torno a los vehículos fueron detectados por uno de los agentes de la Guardia Civil que se encontraba en las garitas de vigilancia de la prisión advirtiendo las intenciones de los jóvenes.
El guardia civil al ver los movimientos entre las sombras les dio el alto y al no obedecer los adolescentes sus indicaciones efectuó un primer tiro al aire. El disparo no intimidó a los muchachos que continuaron con "la faena" de forzar uno de los vehículos estacionados. Poco después el agente, que ya había dado la alerta a sus compañeros del cuerpo de guardia de la prisión, efectuó varios disparos más contra los bajos del coche en que se refugiaron los jóvenes. Uno de los impactos alcanzó de lleno al infortunado José Martínez cuyo cuerpo moribundo quedó boca abajo junto a las ruedas traseras del vehículo con la camisa ensangrentada.
Esa madrugada la Policía andaba por la capital revolucionada tratando de localizar a un grupo de jóvenes delincuentes que habían cometido numerosos hechos delictivos durante la noche. En aquellos años, robar un coche era una de las "hazañas" mas valorados entre los delincuentes callejeros. Algunos alcanzaron cierta notoriedad en este tipo de "registro" llegando a forzar una decena de vehículos en el mismo día. Los coches una vez sin gasolina, los delincuentes solían dejarlos por la desembocadura del río Andarax y en la zona norte de Pescadería. Otros aparecían abollados y abandonados en cualquier calle de la capital.
Un vehículo zeta y un coche camuflado de la Policía seguían la pista a dos coches robados por los delincuentes. Uno de ellos fue sustraído en la calle San Juan Bosco por dos de los muchachos del grupo utilizando el método de la bujía para fracturar el cristal delantero y una vez "hecho el puente" comenzaron a rodar. No llevaban un rumbo premeditado.
La Policía poco antes verificó, tras recibir una llamada telefónica en la Comisaría, que los escaparates de la perfumería Charly estaban totalmente destrozados y desvalijado el interior del establecimiento. Una horas más tarde en la plaza de Pavía, un bar había sido "reventado" y además los autores dejaron su firma destrozando a golpes una cabina telefónica. También en esas horas de intensa búsqueda de los autores de estos robos, la Policía fue informada sobre otro intento de robo en un kiosco cercano a la circunvalación de la plaza del Mercado. Esa madrugada, las calles de Almería parecían mas bien el escenario de un trepìdante rally.
A las cuatro y media de la mañana dos jóvenes se desplazaron hasta las inmediaciones de la cárcel vieja. El coche robado lo dejaron alejado del centro penitenciario, aparcado sobre la acera de una calle de la barriada de Regiones, dirigiéndose a pié hasta la puerta del centro penitenciario. Su intención, presumiblemente era llevarse uno de los coches aparcados junto a las instalaciones o tratar de robar en el interior de los mismos. A partir de ese momento fue cuando se desencadenó la tragedia que se saldó con la perdida de una vida.
Tras el disparo que hirió mortalmente al joven José Martínez, todo se sucedió apresuradamente. El menor fue trasladado en un vehículo policial hasta el departamento de Urgencias de la residencia sanitaria de la "Bola Azul". Murió durante el trayecto antes de llegar al centro sanitario pese alas maniobras de reanimación que durante el camino le fueron practicando los propios policías. Los médicos que le asistieron en el centro sanitario apreciaron en el muchacho una herida por arma de fuego en el hemitórax izquierdo que le destrozó el corazón.
Su compañero de 16 años, menos grave, fue intervenido en el mismo centro de otra herida por arma de fuego en el brazo derecho sin que su estado revistiese peligro y dado de alta clínica varias horas más tarde. A pesar de la gravedad del caso, este suceso no tuvo la misma trascendencia ni repercusión que otros, incluso de menor calado ocurrido en la capital y no son muchos los almerienses que recuerdan esta trágica noticia pese a que nuestro país en esas fechas, 1979, llevaba ya cuatro años viviendo en democracia.
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