El desarrollismo urbano cumple medio siglo en la capital

A finales de junio de 1962, en pleno municipal, se daba libertad para construir edificios con un altura tres y cuatro veces superior a la anterior · Supuso un freno a las típicas casas almerienses de una o dos plantas

Con la iglesia de San Sebastián al fondo, ésta es la imagen que presenta una de las zonas del centro de la capital.
Con la iglesia de San Sebastián al fondo, ésta es la imagen que presenta una de las zonas del centro de la capital.
Rafael Espino / Almería

16 de julio 2012 - 01:00

A finales de junio de 1962, en el pleno municipal del día 22, la capital almeriense encontró vía libre al desarrollismo urbano. Se aprobó el crecimiento de la ciudad, tanto en anchura como en altura. El desarrollismo es un concepto aplaudido para algunos, pues supuso el estiramiento de la ciudad y, con ello, la construcción de numerosas viviendas que contribuyeron a un rápido avance de ampliación de sus fronteras y, para otros, un desaguisado urbanístico que rompía con la forma en la que la capital de provincia se había estructurado decenas de años atrás, tanto en diseño de viviendas como en la forma que se le había dado a las calles. De la típica casa rural que hacía de Almería una especie de pueblo grande cuyo encanto encandilaba, a la construcción de bloques de pisos simétricos levantados por la Obra Sindical del Hogar en los tiempos franquistas. Las casas de una planta o dos, se convertían, entonces, en los mastodontes de la época, doblando o incluso triplicando su altura. Era el comienzo de una época cuyo pistoletazo de salida se había dado con la promulgación del tercer Plan Nacional de Vivienda, que se había firmado en 1961 y que traía bajo sí varios años de modificación del entramado urbano de todas las ciudades de España. Incluida Almería. Se trataba de ocultar la pobreza del cinturón de la capital a base de nuevas construcciones. Y es que la Guerra Civil la había dejado bastante tocada. La capital había sido reducida a escombros con los enfrentamientos entre un bando y otro y después se le dio el estoque cuando llegaron los bombardeos.

Además, los años 40 y 50 fueron los de la emigración a la urbe. De ahí que el gobierno franquista encontrara la necesidad de replantearse todo el entramado urbanístico, teniendo como principal objetivo el dar una imagen impoluta de aquella España eliminando los rincones donde la pobreza era emergente. España quería abrirse al mundo limpiando sus vergüenzas.

En 1940, en Almería estaban censadas 2.520 cuevas (que rodeaban el núcleo) donde vivían en torno a 19.000 personas. Estas abarcaban La Chanca, el Cerro del Hambre, la Fuentecica o el Cementerio. Había que arreglar esta imagen estirando el centro urbano. Por entonces, Almería se limitaba a lo que hoy es el centro y algunas zonas más, que apenas llegaban hasta la Rambla. Se vislumbra el Barrio Alto, las primeras casas de Paco Aquino, la zona industrial de Las Almadrabillas, viviendas de recreo en El Zapillo y una difusa imagen de lo que ahora es la Avenida de la Estación.

En 1950, la llegada de personas procedentes de las zonas rurales hizo que los que por entonces construían y destruían tuvieran que planificar las ciudades del futuro. El Plan de Prieto de Moreno del año 1950, el primero en desarrollarse en Almería, pensó en una ciudad que finales de la década de los 90 albergara a 200.000 habitantes. Ese plan proyectaba grandes reformas, como la de construir una gran calle que uniera la Puerta Purchena con la Carretera de Málaga utilizando la falta de la Alcazaba. De esta forma, durante toda la década de los 50, los bloques de piso comenzaron a hacer una tímida aparición en la capital. Pero sería en junio de 1962 cuando se le diera el pistoletazo de salida a las mega construcciones. La altura de los edificios pasaba a ser 1,5 veces el ancho de la calle, eso como mínimo, pero los máximos se dejaban a discreción del Ayuntamiento. En 1963, la altura ya era tres veces el ancho de la vía. En Ciudad Jardín se llegaron a construir bloques de cinco platas y en el casco histórico hasta de diez. Es entonces cuando surgen las paredes medianeras, un rascacielos por entonces novedoso que chocaba radicalmente con la tradicional vivienda almeriense de una o dos plantas. Se estaba sustituyendo el legado cultural por las necesidades que provocaba el querer dar una imagen de desarrollo, de evolución sin tener en cuando lo que se estaba dejando atrás. El eslogan de aquel tiempo era claro: "Ningún español sin hora, ningún hogar sin lumbre". La vivienda debía ser el símbolo de las esencias tradicionales de la familia.

Hubo quien encontró muchas deficiencias en esta forma de edificar, de tal forma que los planes de 1973 y 1986 intentaron rectificar o mejorar los aspectos donde las previsiones resultaran insuficientes o inadecuadas.

En la actualidad, tratando de conservar el poco legado arquitectónico de la antigua Almería, se están realizando esfuerzos para que la altura de las viviendas y su forma no diste demasiado de lo que algún día fueron. El objetivo es prolongar en el tiempo el legado cultural.

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