El edificio de Pollos San Juan, una ruina con 'okupas' en su interior

El dueño de este popular negocio denuncia el pésimo estado de conservación Pide que se garantice la estabilidad y la salubridad

Pollos San Juan abrió en este edificio en mayo de 1972. Es uno de los establecimientos más conocidos de Almería.
Pollos San Juan abrió en este edificio en mayo de 1972. Es uno de los establecimientos más conocidos de Almería.
María Victoria Revilla

24 de septiembre 2013 - 01:00

Fernández Andrés son sus apellidos pero en el barrio, El Zapillo, todo el mundo le conoce como Richard. Lleva 24 años y medio, más de la mitad de su vida, atendiendo el mostrador de Pollos San Juan. El negocio que heredó de su padre y que se desmorona desde hace años. No, como pudiera pensarse, por falta de clientela, sino porque el edificio de la avenida de Cabo de Gata donde está su local se le viene abajo, teniendo, además, que lidiar día a día con los okupas que se han introducido en el mismo pese al vallado.

Está, dice, "muy cansado" y la denuncia pública es uno de sus últimos recursos tras los diversos escritos de denuncia formulados ante las administraciones. Este edificio, con fachada también en la calle Jaúl (el número dos), es fácilmente identificable. No solo por el gran cartel de Pollos San Juan. Sus cinco plantas están cubiertas con una malla protectora y los locales de los bajos, a excepción del de Richard, rodeados de una valla metálica.

Son los signos que evidencia la situación ruinosa del inmueble, sobre el que la Gerencia de Urbanismo del Ayuntamiento de Almería tiene abierto un expediente de Disciplina por su mal estado de conservación. Según explica Fernández Andrés, fue oficialmente declarado ruina.

El deterioro del edificio comenzó hace siete años, cuando dejó de funcionar como residencia de la tercera edad. "Quedó deshabitado, los propietarios murieron y lo heredaron cinco hermanos, que no han hecho nada desde entonces y el estado es lamentable". Detalla desprendimientos de cascotes de la fachada y caída de cristales, por lo que su preocupación es comprensible dado que ante su puerta suele haber cola. "Los clientes esperan mirando hacia arriba, lo mismo que los vecinos del barrio cuando pasan por aquí. Me da miedo que pueda ocurrir algo", comenta.

Urbanismo emitió orden a la propiedad para que ejecutara obras que garantizaran el adecuado estado de conservación del inmueble. "Aquí no se ha hecho nada, ni los herederos ni el Ayuntamiento", incide Richard, recordando la obligación de la administración local de intervenir de forma subsidiaria, así como el "excesivo" tiempo transcurrido sin que se hayan tomado medidas más allá de la instalación de mallas, años atrás, y de una alarma, que tampoco resulta efectiva.

Locales adyacentes y las viviendas del edificio se encuentran okupadas: el segundo problema que tiene que encarar a diario este tradicional negocio. "No sabemos si es que pusieron simplemente unas pegatinas de alarma o es que no funcionan", se cuestiona Richard. Los okupas han rajado la valla metálica que oculta a la vista del viandante los bajos comerciales, "pero no sabemos cómo han podido entrar en el edificio". La situación ha sido puesta en conocimiento de la Policía Local:"Nos dicen que no pueden hacer nada si no ven entrar o salir gente en el momento del inmueble. Ellos nos explican que no pueden acceder al mismo porque es privado y sería allanamiento".

Los vecinos desconocen cómo han podido introducirse en el interior del inmueble, cuando la entreplanta dispone además de rejas. "Lo que nos molesta de esto son los orines y las heces. El olor en la calle es insoportable", describe Richard quien reclama una actuación de carácter urgente de limpieza que devuelva a la zona la salubridad debida y obras en el edificio que lo consoliden sin que haya riesgos innecesarios para su clientela y peatones por peligro de desprendimientos.

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