Entrevista a Lola, bisabuela de 91 años: "Tengo más presente lo bueno que lo malo”
Protagonista
Lola es una anciana optimista que sabe enfrentar los altibajos de la vida con una perspectiva positiva
Entrevista a una mujer de 101 años. Mª Eugenia, ciento un años de salud
Continuando con las entrevistas a personas ancianas de Almería, en esta ocasión conversé con Dolores Úbeda Bascuñana, quien comparte su historia de vida y relata hechos de su niñez, de cuando quedó huérfana de padre y madre a los ocho años y tuvo que meterse a trabajar sirviendo en casas de ricos. Lola, como le llaman sus familiares y amigos, tiene 91 años. Conoció lo que era el trabajo duro desde muy niña y a pesar de haber vivido estrecheces, hoy le da las gracias a Dios por permanecer siempre a su lado y regalarle vida. Ella dice que estará en este mundo hasta que él lo decida. Durante la entrevista, llevada a cabo en su casa del barrio de Regiones, fue muy atenta conmigo, reímos y me ofreció bebida para paliar el calor. Me hizo sentir muy bienvenido y acabé conociendo a una persona encantadora, optimista y sobre todo agradecida, como lo es ella. Llama la atención su capacidad de autonomía. Todavía cocina, limpia la casa, hace la compra y asiste a celebraciones familiares y a bailes.
R. G. F.: Hola Lola, ¿cómo está usted? ¿Y cuántos años hace que vive en el barrio de Regiones?
Lola: Estoy divinamente. Hace unos sesenta años que vivo aquí. Antes vivía en el barrio de San Luis, pero allí estábamos muy mal, no teníamos ni luz ni agua.
R. G. F.: ¿Cómo era la vida en la ciudad de Almería antes y cómo es ahora? ¿Ha cambiado mucho?
Lola: Muchísimo. Cuando yo era joven se podía dormir en la puerta de la casa. La teníamos abierta de noche y de día y no pasaba nada malo. Recuerdo que venía el cartero y me dejaba las cartas encima del armario, porque yo permanecía aún acostada. Hoy no se pueden dejar las puertas de par en par. Y antes no había fiestas ni nada, no como ahora que hay de todo.
R. G. F.: Cuénteme un poco sobre su infancia y su familia.
Lola: Pasé una infancia fatal. Había muchas calamidades. Mi padre, Antonio Úbeda Vizcaíno, era alcaide de agua y mi madre, Emilia Bascuñana Fenoy, ama de casa. Éramos seis hermanos: Juan, el mayor, María la que le sigue, Paco, Emilia, Manolo el más joven y yo, y no teníamos para comer. Ninguno fuimos al colegio. Cuando la Guerra Civil, vivíamos en un cortijo de la periferia de la capital, y cada vez que escuchábamos y veíamos los aviones pasar por lo alto, nos echábamos en las acequias y mi madre nos tapaba con matas por encima para que no fuésemos vistos. A continuación de la guerra, mis padres enfermaron casi al mismo tiempo y nos quedamos huérfanos. Primero falleció mi padre y al año siguiente mi madre. A mi padre le dio un infarto estando acostado en su cama…; me pidió agua y no se la llegó a beber. Mi querida madre murió del corazón, tenía bronquitis asmática. Yo tendría unos 8 años o así. Luego de eso mi tía Juana se hizo cargo de nosotros. A las niñas nos metieron a trabajar sirviendo en casas de ricos y a los niños en el campo (en cortijos), donde echábamos todo el día para ganarnos la comida y el techo. No me daban dinero, ni tampoco me daban de alta en la Seguridad Social. Así estuve una pila de años fregando de rodillas en varias casas, hasta que conocí a mi novio (el padre de todos mis hijos) y me escapé con él.
R. G. F.: ¿Cómo conoció a su novio?
Lola: Él, José Ruano López, estaba de marinero en la Comandancia de Almería y yo solía pasar por allí y se enamoró de mí. Echaba detrás de mí hasta que se enteró donde vivía. Desde ese momento entonces ya venía todos los días en busca mía. Por lo que dejé el trabajo y me fugué con él para casarme.
R. G. F.: Comparta una anécdota de su boda.
Lola: Me casé por la iglesia. Y casi no me hago la foto de matrimonio. Las arras, unas 13 pesetas (13 monedas) que teníamos mi prometido y yo para la fotografía, se las quedó el cura. (Reímos). Menos mal que un amigo suyo (de José) nos pudo prestar ese dinero, porque lo necesitábamos para que en el registro del Ayuntamiento nos dieran las 3.000 pesetas que daban por entonces por casarse.
R. G. F.: Hábleme de su marido.
Lola: Tengo muy buenos recuerdos de mi marido. Era bueno conmigo. Al casarnos compramos un solar y nos construimos una casa poquito a poco. En aquella época, a principios de los 60, había mucha hambre y el escaso trabajo que había en la construcción y la agricultura no daba para vivir, por lo que José, el padre de mis seis hijos, que ganaba sólo 20 duros a la semana cuando tenía trabajo, tuvo que marcharse a Alemania en busca de un mejor empleo. Allí trabajó en las minas, luego en los jardines y finalmente en Correos, donde se jubiló. Yo crie a todos mis hijos solita. El venía a Almería los primeros años y al estar trabajando pudimos ahorrar para comprar un piso en el barrio de Regiones. Siempre traía muchos regalos para todos. Yo también viajé alguna que otra vez a Alemania, en compañía de varios de mis hijos, quería probar suerte y ver si podíamos adaptarnos a este otro país e irnos todos allí, pero aquello era un mundo diferente: la climatología, el idioma… Con el tiempo él me pidió el divorcio y yo se lo di. José conoció a otra mujer más joven que yo y se casó con ella. La distancia hizo que nos separáramos. Hace ya cerca de 40 años que nos divorciamos.
R. G. F.: Ha pasado usted por mucho, pero mira donde ha llegado…
Lola: Sí. Me tocó vivir la Guerra Civil Española, la Segunda Guerra Mundial, la posguerra, las enfermedades que había antes como el tifus, el cólera o las diarreas infecciosas y, más tarde, el COVID-19. Uno de mis hijos, Emilio, se puso muy malico con el tifus, fiebre tifoidea. Gracias a Dios ahora estoy bien y vivo independiente, aunque mis hijos siempre están pendientes de mí, especialmente mi hija Cita (Carmen). Ella me hace sobre todo la compra, más que nada, porque yo soy autónoma en casa, me desenvuelvo muy bien, me hago mi propia comida y también realizo las tareas básicas del hogar.
R. G. F.: Con seis hijos, ¿cuántos nietos tiene usted? ¿Y bisnietos?
Lola: Quince nietos y diecisiete bisnietos. Este año han nacido dos bisnietos, Carmen del Mar e Ilias. A todos los quiero por igual.
R. G. F.: ¿Cuándo está con ellos es cuando se siente más feliz?
Lola: Soy muy feliz cuando estoy con toda mi gente, mi familia. En mayo fue mi cumpleaños y vinieron mis hijos, mis primos, mis bisnietos… Fuimos todos juntos a celebrarlo al Aniceto, un restaurante que hay por la zona de El Alquián. Me lo pasé muy bien bailando rumbas y flamenco. Quiero vivir más.
R. G. F.: En los bailes, le saldrán pretendientes…
Lola: Si, algún que otro amigo he tenido. Novio después de mi marido solamente tuve uno, que fue muy especial para mí. Yo tenía cerca de 60 años cuando conocí a un hombre con el que pasé muy buenos momentos. Íbamos a la playa (nunca había ido antes porque no me gustaba), salíamos con gente nueva, íbamos a bailes… Él se preocupaba por mí y con él hice cosas que con mi marido no pude. Me cambió totalmente la vida, me hizo tener ilusión de nuevo. Era como tener una segunda vida para mí. Lamentablemente este señor murió hace 25 años.
R. G. F.: Y aparte de bailar, ¿qué más le gusta hacer?
Lola: Caminar y salir a comprar cuando es cerquita. También ver en Canal Sur a Juan y Medio y las noticias. Pero lo que más me gusta es cocinar. Sobre todo, antes tenía muy buena mano para los dulces. Hacía roscos de Semana Santa, pestiños, leche frita, arroz con leche, etc.
R. G. F.: Regálanos unas últimas palabras.
Lola: Si naciera de nuevo, volvería a tener esta vida: mis hijos, todo lo bueno que he vivido... Tengo más presente lo bueno que lo malo.
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