Un escritor entre dos siglos: Antonio Ledesma Hernández (1856-1937)

Un escritor entre dos siglos: Antonio Ledesma Hernández (1856-1937)
Un escritor entre dos siglos: Antonio Ledesma Hernández (1856-1937)
José Heras Sánchez
- Universidad de Almería

01 de febrero 2021 - 05:12

El abogado Antonio Ledesma era nieto del político y rico comerciante Antonio Hernández Bustos, hermano del político liberal y hombre de negocios Ramón Ledesma Hernández, padre de la pianista Ventura Ledesma Uruburu y tío de Ramón Ledesma Miranda, el autor de «La Casa de la Fama» (Madrid, 1951). El número 5 de la Biblioteca de Autores Almerienses, «Antonio Ledesma Hernández (1856-1937). Un escritor ante la crisis de la Restauración», coeditado por la Editorial Universidad de Almería y Fundación Unicaja, con la colaboración del Colegio Oficial de Abogados de Almería, nos ofrece una extensa, ilustrada y amena biografía del escritor. El prólogo corre a cargo del abogado José Ramón Cantalejo Testa.

Tras las huellas de Ledesma

Aunque Plácido Langle Moya, Modesto García Contreras y Florentino Castañeda Muñoz habían aportado algunas noticias sobre Ledesma, su biografía debió esperar hasta 1991, cuando el profesor Antonio José López Cruces, que dedicó en 1986 su tesis doctoral al escritor de Adra Enrique Sierra Valenzuela (1845-1880), publica en la colección «Cuadernos monográficos» del Instituto de Estudios Almerienses su «Introducción a la vida y la obra de Antonio Ledesma Hernández (1856-1937)», con las limitaciones de espacio que dicha colección le imponía. Ahora, unos treinta años después, amplía nuestro conocimiento del escritor con nuevos textos y nuevas ilustraciones.

Portada del libro
Portada del libro

Aunque Ledesma cultivó casi todos los géneros literarios en su larga existencia —desde el reinado de Isabel II hasta la guerra civil, pasando por la guerra de Marruecos, la Guerra europea y la Dictadura de Primo de Rivera—, el subtítulo del libro quiere subrayar que sus obras más importantes nacieron como respuesta a la crisis de la Restauración canovista, bien patente a raíz del Desastre de la escuadra española en Cuba y Filipinas en 1898.

Tras editar en 1986 las cartas que dirigieron a Ledesma personalidades de la talla de Valera, Moret, Núñez de Arce o González Garbín, y publicar su biografía de 1991, López Cruces siguió entregando trabajos sobre el escritor, entre los que quiero destacar: su artículo «Ledesma contra Salmerón» (1995); su selección de las memorias del escritor, «El Libro de los Recuerdos (1856-1922)» (1997), que abrió la colección «Almería y los almerienses»; y la edición en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes de la Universidad de Alicante, entre 2005 y 2006, del ensayo regeneracionista «Los problemas de España» (Almería, 1898), junto a Rosa María Úbeda Vilches y Celestina Rozalén Fuentes, y de las novelas «Canuto Espárrago» (Almería, 1903), en la que se satiriza a Nicolás Salmerón en la figura del abogado y filósofo Salomón, y «La nueva salida del valeroso caballero don Quijote de la Mancha» (Barcelona, 1905), en la que el hidalgo conquista Gibraltar, logra la Unidad Ibérica y refuerza la fraternidad con los pueblos de Hispanoamérica.

Un personaje polifacético

Memorias del escritor
Memorias del escritor

Ledesma fue una personalidad rica y poliédrica. Nacido en el seno de una familia acomodada, viajó por Europa después de superar una hemoptisis en el balneario francés de Eaux Bonnes. Se licencia en Derecho en Granada y se doctora en Madrid, donde conoce a Zorrilla, Pedro Antonio de Alarcón y otros nudos de la famosa «Cuerda granadina». Tras su boda y su temprana viudedad, ingresa en la Democracia Monárquica de Segismundo Moret, aunque pronto se desengaña de la vida política. Abogado conocido en Almería, Granada y Madrid, participa con entusiasmo en la vida cultural almeriense. Si primero bromea con los dogmas católicos y se dice evolucionista, luego se mantuo fiel al catolicismo y combatió el materialismo y el anticlericalismo reinantes desde un espiritualismo cercano a las posturas tradicionales de la Iglesia.

Por distanciarse a la vez de conservadores y liberales, y de librepensadores, masones y republicanos, se fue quedando cada vez más solo en su ciudad. El título de su novela «Canuto Espárrago» alude precisamente a ese sentirse «solo como un espárrago». Por eso a menudo corre a refugiarse en el marquesado de Dos Fuentes en Tabernas o en su finca de El Ruiní, frente a Rioja, donde cultiva la uva y los cítricos.

Participa con sus poemas en los Juegos Florales de toda España, y en ellos logra hasta catorce flores naturales. Invierte, sin demasiado éxito, en las minas de plata y plomo de Sierra Almagrera y en las de oro de Rodalquilar.

Un glaucoma lo dejó totalmente ciego, obligándolo a dictar sus obras, en buena parte autobiográficas, a su dama de compañía o a cualquier amanuense circunstancial. Al estallar la guerra civil, Ventura, su hija, lo lleva a su finca de El Ruiní. En ella muere el 9 de agosto de 1937, de muerte natural, y es enterrado en el cementerio de Rioja. Ventura se refugia con sus hijos en Newcastle, junto a su tío Ramón y la familia de este.

Tareas pendientes

Portada de poemas
Portada de poemas

Sería importante dar con las memorias que Ramón Ledesma Hernández redactó en Inglaterra durante la guerra civil; conocer los pleitos en que intervino el escritor a lo largo de 50 años de ejercicio; digitalizar las obras del Archivo familiar sevillano a fin de completar la digitalización llevada a cabo en 2014 por la Biblioteca Virtual de Andalucía, y publicar una antología de su rica producción poética.

La opinión de Villaespesa

Y acabo recogiendo unas palabras de Francisco Villaespesa sobre Ledesma que encontré en una conferencia difundida por el poeta almeriense a lo largo y ancho de Hispanoamérica: «Antonio Ledesma es una de esas personalidades aisladas, verdaderamente original, a quien la crítica debe una reivindicación, pues pocos poetas hay en el último tercio del siglo pasado que resistan la comparación con los versos fluidos, emocionales y emocionados, sabios en todos los recursos técnicos y plenos de belleza, de este cultísimo humanista almeriense, que recuerda, por la multiplicidad de sus facultades maravillosas, a las más nobles figuras del Renacimiento italiano. Sus «Poemas» [1887] son magistrales y en algunos de ellos se advierte ya algo como un presentimiento de las nuevas modalidades. No en vano este poeta andaluz es un maestro consumado en todas las lenguas sabias, así antiguas como modernas, y siguió constantemente desde su retiro toda la trayectoria de la Literatura Universal. Lord Byron le debe la mejor traducción castellana de su inmortal Childe Harold.»

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