El esfuerzo de estar tranquilo

Cuida tu salud mental

No se trata de ser feliz todo el tiempo, sino de aprender a estar tranquilo mientras la vida sucede

La calma, más que un estado, es una habilidad

Cuidar a quienes nos cuidaron: el reto de acompañar a nuestros mayores

Hay personas que dedican su vida al equilibrio y la paz interior
Hay personas que dedican su vida al equilibrio y la paz interior / D.A.
Raúl Carrera Fernández
- Psicólogo

12 de octubre 2025 - 07:01

Durante muchos años se nos ha vendido que el objetivo en esta vida es ser felices. El problema de estar continuamente en búsqueda de esa felicidad es que perseguimos una emoción escurridiza, que dura poco, que no podemos controlar y que puede aparecer en los momentos menos esperados. Cuando estoy en terapia, los pacientes no vienen buscando esa felicidad, sino que vienen para compartir cómo se sienten, qué les pasa y qué pueden hacer para encontrarse mejor. Ese “estar mejor” es, en realidad, sinónimo de tranquilidad.

El verdadero objetivo que tenemos todos en esta vida es poder estar en calma mientras perseguimos nuestros sueños y afrontamos los desafíos del día a día. En una sociedad tan demandante, con tanto estrés y tantas exigencias —propias y ajenas—, alcanzar esa tranquilidad no siempre es fácil. Aprender a sentir calma gracias a nosotros mismos es complicado, porque requiere darse cuenta de cómo uno se encuentra, dedicarse tiempo, haber aprendido a calmarse, poner límites, ajustar lo que queremos conseguir con lo que realmente podemos alcanzar, y lidiar con las presiones. Y todo esto, desde luego, no es tarea sencilla.

Nassim Taleb, economista y filósofo, decía en su libro El lecho de Procusto: “La persona a la que más temes contradecir es a ti misma”. Y esto también es aplicable a las personas que acuden a terapia. En muchas ocasiones, nuestra forma de actuar no nos ayuda a estar más calmados, y seguimos reproduciendo patrones que aprendimos y que quizás, hasta cierto momento, nos funcionaron. El problema llega cuando ese comportamiento deja de servirnos, y debemos comenzar a actuar en otra dirección. Aquí entra el aforismo de Taleb: debemos empezar a contradecirnos y a cuestionar nuestra manera de actuar, porque hemos llegado a un punto en el que ya no funciona.

Un muro que hemos construido

En la mayoría de los casos, la persona sabe lo que tiene que hacer para encontrarse bien. Solo necesita preguntárselo y dedicar unos minutos a pensar. Puede escuchar esa vocecilla interior diciéndole qué necesita en ese momento para estar tranquila: “no quedes con esa persona”, “cambia de trabajo”, “haz deporte”... Pero cuando uno piensa en el esfuerzo que debe hacer para conseguir esa tranquilidad, puede sentir un muro delante que le impide avanzar.

Superar ese muro implica esfuerzo, vencer miedos, superar traumas o afrontar el temido “qué dirán”. Y es aquí donde, en muchas ocasiones, la persona necesitará ayuda si no es capaz de superar ese muro por sí misma para alcanzar y mantener la calma.

El esfuerzo de estar tranquilo

Poder estar tranquilo o calmado requiere un esfuerzo diario para no dejarse arrastrar por las emociones y el malestar que, en muchas ocasiones, es propio, pero en otras nos viene impuesto. Es un esfuerzo para escuchar, comprender, empatizar, no frustrarse, saber cómo uno se siente, pensar en alternativas, preguntarse si está haciendo lo correcto, no gritar, pedir ayuda, ser realista, encontrar puntos medios... ¡Son tantos los elementos que uno debe tener en cuenta para estar tranquilo que casi podría decirse que es un trabajo a tiempo completo!

Y es que la salud mental no va de pastillas, sino de autoconocimiento y de valentía para saltar ese muro.

Había un cantante que me encanta escuchar, llamado Prome, que en una de sus letras decía: “La melodía que te acompañe en la vida seguirá el ritmo al que tú la bailes”. No olvides que tú marcas el ritmo con el que haces frente al día a día. Habrá días en los que irás más rápido y otros en los que irás más lento. Sea como sea, salta el muro, escúchate, pero no te detengas.

Baila —aunque sea a tu ritmo—, y si necesitas ayuda para autorregularte, pídela. Se camina más rápido solo, pero acompañado se llega más lejos.

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