Almería

Una espiritualidad silente acompaña el cortejo de la Soledad

  • El paso del Regreso del Sepulcro estrenó una pequeña imagen de la Virgen de los Dolores en la capilla delantera del canasto

Desde el templo parroquial de Santiago comenzó su estación de penitencia la Ilustre Hermandad del Santísimo Sacramento y Nuestra Señora de los Dolores, muy querida y acompañada en el día en el que la Pasión y Muerte de Nuestro Señor toca a su fin. Por delante de la Cruz de Guía, el fiscal de cruz vestido con túnica, cíngulo, capa y antifaz negro, al igual que el portador de ésta y los faroles de escolta. Fervor popular el que esta cofradía despierta el Viernes Santo, última hermandad de penitencia de nuestra capital. Avanzaban nazarenos revestidos con túnica negra con botonadura, capa, antifaz y cíngulo de cordón rojo delante paso de la vuelta del sepulcro, conocido comúnmente como el duelo, que salía a las calles de Almería precedido por unas bellas bocinas con bordados sobre terciopelo negro en oro con motivos alusivos al Santísimo Sacramento, haciendo honor al cariz sacramental de la Hermandad. Ante la atenta mirada de los allí presentes y con gran emoción vista la espectacularidad del Misterio y la belleza con que Juan Manuel Miñarro ha dotado a este grupo escultórico, el paso de San Juan avanzaba en un largo rachear. El exorno floral que engalanaba el misterio era de tipo silvestre, muy utilizado últimamente por las hermandades del Jueves Santo y Viernes Santo en nuestra ciudad y que da un toque de realismo y crudeza a los momentos que representan. Unos 45 costaleros mandados por Francisco Giménez López cargaban con el peso de la ausencia del Señor, único paso de misterio de Almería en el que Cristo no está presente de manera iconográfica.

Tras la vuelta del Sepulcro, el vacío que la ausencia del Señor provoca y cuyos nazarenos que seguían al paso de misterio revestidos con túnica negra con botonadura y antifaz negro con capa del mismo color y vueltas en morado y cíngulo de cordón amarillo, se aliviaría poco después con la llegada de la Virgen de los Dolores, La Soledad, que provocaba el arranque de las oraciones entonadas en forma de saetas. El paso de Nuestra Señora caminaba con un andar sobrio correspondiendo el momento que se vivía, mandado por Juan Miguel Fernández Viedma. Orquídeas blancas endulzaban el paso de La Soledad en su triste caminar.

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