El flamenco de una gitana inglesa
¿Cómo expresar en verso, cómo ponerle rima a la pasión gitana de una gitana inglesa sin acento calé ni sangre española? Señoras y señores, con todos ustedes, Francesca Herman
Hay palabras que viven en el tiempo de las manos; Francesca tiene en ellas el don del compás, del arrebato suelto, del vuelo silencioso de la golondrina hasta más allá de las riberas donde paran los soñadores del flamenco. Francesca lleva en la sangre mixtura gitana, judía y jamaicana. Francesca, nombre italiano por la gloria y voluntad de su madre jamaicana, es inglesa de nacimiento, de Manchester por más señas. Su tronco, su linaje, viene de un padre, hijo de gitano y judía, y de una madre mulata de Jamaica.
El sol de noviembre dominaba la tarde; al apagarse, brillaron los dos faroles negros con los que Francesca acompaña la charla. Le sale el fuego interior que le alegró la vida un buen día que la casualidad quiso traerla a Mojácar ya va para ocho años. En la espera de que su hija terminara la clase de piano, Francesca oyó punta-tacón, tacón-punta, "abrí un poquito la puerta por curiosidad, el profesor me dijo que podía pasar, vi que bailaban y decidí probar". Y se perdió, se le metió el baile flamenco en vena.
Francesca cruzó el puente del Darro en Granada, subió al Sacromonte y le pidió arte flamenco a Judea Maya, hija de Manuel Santiago Maya, bailaor gitano, más conocido en el mundo del baile flamenco con el nombre artístico de 'Manolete'. "Iba a las clases cada fin de semana", cuenta Francesca Herman, "fue un sacrificio enorme, pero considero que ahí comencé a aprender flamenco. Judea Maya, me decía que tenía mucho que aprender. Y yo le contestaba que precisamente por eso estaba con ella, para profundizar en el flamenco". Francesca quiso comenzar por alegrías, un palo que conocía bien. Judea le dijo que nones, que por seguiriyas, el palo sagrado del flamenco. "Me obligaba a escuchar y a escuchar. Yo lloraba por la frustración y Judea me ponía delante del espejo, me preguntaba ¿hay algo diferente entre nosotras?, no, porque tú eres gitana". Judea obligaba a que Francesca sacara todo lo que llevaba dentro. Además y desde siempre, Francesca se ha visto apoyada por su marido, Eduardo, italiano de Nápoles, convertido al flamenco.
Pasado el tiempo, cuando a Francesca le sonaban ya los cascabeles granaínos, cuando las cuevas del Sacromonte le revelaron parte de sus secretos, decide quedarse en la escuela de la bailora almeriense Ana Alonso. "Ella me llamaba mi Gitana inglesa y así me quedé con el nombre. Lo que me ha enseñado no es normal, es muy dura como profesora, voy dos veces por semana a estudiar con ella". Francesca tiende puentes sostenidos por tirantas de Alegrías, Seguiriyas, Soleares, Fandangos, el más largo de todos viene a unir el flamenco con las tierras y las gentes entrañables que lleva en el alma. Abre las puertas de los encuentros flamencos, de los del duende que la sube al tablao descalza, a juntar su arte con el arte de la guitarra y el cante.
Ya su sola presencia transforma la estampa de un mar azul en el escenario del crepúsculo, mientras su hablar se hace de plumas y elegancia. Compagina su trabajo con el baile de bailaora, "mientras bailo me olvido de todo". Aquí, Eduardo, apuntala la pasión flamenca de Francesca: "Su vida es, primero sus hijos y luego es flamenco y luego es flamenco y luego es flamenco, y si queda un poquito de espacio, es falmenco otra vez". Es una estudiosa del flamenco, su vida gira alrededor del flamenco.
"Una vez al año vamos al Festival de Jerez y ahí también asisto a talleres de flamenco puro". No para, si pudiera se dedicaría al baile. Sus brazos se hacen junco, enea, chopo y cigueña. Con el aire modela las arcillas y barros que dan nombre al arte. Conoce el mundo flamenco de los gitanos "media prima me dicen" y en el mercadillo de Vera la llaman 'prima'.Lleva la sangre en parte gitana como una corona brillante perlada de sones. "Soy como soy, y el flamenco me puede. Soy feliz en Jerez, para mí la cuna del flamenco, y vamos siempre que podemos". Allí, cuenta Francesca, en la Gitanería, un bar en el barrio de Santiago al lado de la catedralque lleva Mateos Soleá, como se le conoce en Jerez a este cantaor flamenco, "Nos tratan como de la familia. La primera vez me preguntaron ¿de dónde eres, mujer? y ya, pues eso, la gitana inglesa". La Gitana inglesa, vaya donde vaya, abre el cajón con aluviones de misterio aunque ella no tenga secretos.
Francesca es la efervescencia del flamenco en estado puro, ella lleva la fuerza de la pasión, en cada actuación hace seis bailes diferentes, un gran esfuerzo que precisa de mucha disciplina. "No sé adónde voy a llegar, pero todo en la vida se puede lograr". Y lo logrará, seguro.
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