Almería

Tres generaciones dedicadas a la elaboración de exquisitos churros

  • Hace falta mucho 'toque' para elaborar churros como los que prepara Ana María Jódar Va para un año que madre e hija emprendieron un negocio en La Lonja de Garrucha

El puerto de Garrucha tiene dos lonjas. La una, la del pescado, lleva allí desde toda la vida. La otra, la de los churros, se instaló el pasado verano. El dios de los churros, si lo hay, y si no habrá que canonizarlo en el altar de la gastronomía, tocó con su gracia a Ana María Jódar Torres, mojaquera de nacimiento y garruchera de crianza, que ya a los 14 años enroscaba y freía la masa churrera en el antiguo mercado de Abastos garruchero, o sea, 42 años haciendo churros ¡que ya son miles de churros! "pero en estos años no hemos cambiado la forma de hacerlos, artesanos, como yo digo", dice Ana María, "sobaqueros, te pones la porra ahí y a darle a la masa". Las cosas de la vida llevaron a Ana María Jódar a sustituir a su madre, María Torres Guevara, en el puesto del mercado, de casta le viene el churro, y ahora a ponerse en la máquina de la Lonja con tal de que los hijos salgan adelante. "¿Que no funciona? pues una mata que no ha echado habas", sentencia Ana María.

Cantaba Carlos Cano, Dios lo tenga en su orfeón celestial, que las monjas le añadían a los pastelillos de toronja y leche frita tres Salves, un Padre Nuestro y la gracia de sus manos. O sea, cariño, delicadeza, elegancia y el salero. Lo de las Salves y el Padre Nuestro no se sabe, pero lo que es gracia de las manos de Ana María Jódar Torres eso ni se duda. "No hay secreto", explica Ana María, "hacer la masa y aceite y, naturalmente, cogerle el punto". Cogerle el punto, suena a tarea fácil y, sin embargo, es como freír un huevo que casi todo el mundo lo fríe pero, amigo, hacerle la puntillita alrededor de la clara es otro cantar. Cogerle el punto, casi nada.

La hija de Ana María, María del Carmen López Jódar, casada y con dos niñas: Nerea y Alicia, también trabaja en la churrería La Lonja. Habla de lo exigente que es su madre, "ella siempre está: esta rueda no me gusta y la tira. Pero porqué la tiras si está buenísima, le digo". "Yo tengo que estar conforme con lo que hago", tercia Ana María, "y si no veo bien la rueda no quedo a gusto". El sector de los churros anda algo flojillo, como todo para qué nos vamos a engañar, hay que trabajarlo mucho, levantarse muy temprano y echarle horas, desde las ocho de la mañana hasta que se cierra. Madre e hija, emprendedoras ellas, han creado un negocio, han generado dos puestos de trabajo, un reto ante la situación laboral tan conflictiva especialmente para los jóvenes. Ana María Jódar lleva la sonrisa puesta, "a ver, no hay otro remedio, y como ya dije ¿que no funciona? pues una mata que no ha echado habas". Funciona, funciona, unos días mejores que otros, algunos fines de semana mejor que en verano. Justito al lado de la lonja de pescado, la Lonja de churros.

Con una terraza para sentarse y tomar chocolate con churros o refrescos o lo que se medie, es aparcar el coche y envolverte el olor a buen churro. Dan ganas de ocupar una silla y meterse entre pecho y espalda un chocolatito con churros a la vera de la mar y con todo el malecón enfrente.

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