La gestión, restauración y venta de activos inmobiliarios, la 'patata caliente' de la caja

La velocidad de salida de los inmuebles que absorbe a diario es mucho más lenta de la deseada

Elio Sancho / Almería

16 de diciembre 2011 - 01:00

No todo es de color rosa en la operación de fusión que se anunció ayer entre Cajamar Caja Rural y Ruralcaja. A la consolidación y refuerzo de sus estructuras en un gran grupo cooperativo que representa el 43,4% del negocio total de las cajas rurales en España y el 41,7% de los activos totales, bajo la misma cabecera, Cajas Rurales Unidas, y con la marca Cajamar por bandera, hay que sumarle los activos inmobiliarios de ambas entidades.

Esta operación supone indirectamente una pesada carga para los balances en forma de ladrillo, pues una buena parte de la herencia que está dejando esta crisis financiera internacional se centra en el aumento desmedido que ha generado en la entrada de activos inmobiliarios, viviendas, locales, garajes, trasteros, solares, etcétera, en la contabilidad de las entidades financieras. Las cajas rurales no son una excepción. Todos, bancos, cajas de ahorros y cooperativas de crédito han puesto en marcha sus propios mecanismos para darles salida, a través de convenios con agencias inmobiliarias o, directamente, creando sus propias empresas filiales para la gestión y comercialización de estos bienes.

Cajamar creó Cimenta2 en enero de 2009, cuando la virulencia de la crisis aún no había alcanzado las cotas actuales (y lo que queda). En julio de 2010 amplía capital en 44 millones de euros para tener un mayor margen de maniobra, hasta alcanzar los 46 millones. En agosto de 2010 absorbe el Grupo Inmobiliario Aguamar, que incluye el Hotel Playa Luna, Country Club La Envía Golf y Apartamentos Luna. Con los activos de Ruralcaja, Cimenta2 deberá aplicarse para dar salida al stock a más velocidad de la actual, que tiene echado el freno de mano.

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