El himno de la Santa Cruz

El 13 de junio se cumplía el centenario del nacimiento del compositor y gran poeta almeriense Manuel del Águila 16 prestigiosos escritores de Almería y grandes amigos suyos escriben sobre su figura

El compositor Manuel del Águila.

16 de junio 2014 - 01:00

Los primeros recuerdos que tengo de Manolo del Águila son, sin yo saberlo, literarios y se concretan en los versos del Himno a la Santa Cruz de Canjáyar, impresos en los programas de fiestas de los años sesenta; programas confeccionados a dos tintas y a los que acudíamos con curiosidad infantil para ver los horarios de la carrera de cintas. Comenzábamos casi sin querer ojeando la página en la que se preproducía la letra del himno y debajo aparecía el nombre de Manuel del Águila Ortega.

El himno de la Santa Cruz que desde su nacimiento de la pluma y el piano de Manolo se ha ido convirtiendo en uno de los signos de identidad de los canjilones y que hoy, afortunadamente grabado en cd. y por la generosidad del autor cediendo todos los derechos, figura como uno de los documentos más valiosos dentro de la historia de la santa reliquia de la patrona de Canjáyar.

Por relaciones de conocidos comunes, se fue fraguando una amistad en la que además del afecto recíproco existía el componente de mi profunda admiración por la obra artística de Manolo y su enorme importancia en la cultura de Almería. Tengo todavía en mi memoria las sobremesas en las celebraciones familiares en las que su voz se escuchaba con devoción y, además de su amenidad, nos regalaba la magia de sus palabras que nos parecían siempre nuevas aunque ya las hubiésemos oído otras veces.

Recuerdo alguna cena en mi casa y su constante invitación a que escribiera poesía, dejándome su deseo plasmado en alguna dedicatoria de libros suyos. También tengo presente alguna visita a Costacabana, su retiro al lado del mar, de ese mar latino cuyas olas en melodías de espuma y sal salpican de fresca belleza las letras de sus canciones y que adornan los hermosos versos de su Himno a La Virgen del Mar. Cómo no recordar la visita a su casa de la calle Granada en la que en cada rincón palpitaba un trozo de la vida cultural almeriense de la segunda mitad del siglo XX: Celia Viñas, Jesús de Perceval…y tantos otros que hoy, junto con Manolo constituyen la gran memoria intelectual de nuestra provincia. Para él, su piano y su máquina de escribir constituían los ejes fundamentales de su universo creativo. De estos dos pilares salieron canciones que hoy identifican a Almería fuera de nuestra provincia, libros de poemas para alegría del espíritu y centenares de artículos de opinión sobre los más diversos temas escritos con la elegancia, la elocuencia y la energía vital con la que Manolo dotaba todo cuanto creaba.

Volviendo a Canjáyar, recuerdo sus viajes en las fiestas de la Santa Cruz, especialmente las del homenaje que a propuesta e iniciativa de un grupo de canjilones entre los que nos encontrábamos, promovimos en 1994 y que cristalizó tres años más tarde, en un acto popular de reconocimiento en las fiestas. Para cerrar este punto quiero destacar otro de los homenajes a Manolo, ya después de habernos dejado: el 20 de abril de 2008 que lo reflejábamos en la prensa almeriense y del que quiero reproducir algunos párrafos:

"Hay en Canjáyar un cerro sobre el que hace siglos se alzaba un castillo que servía de cierre al valle del Andarax que era la vía natural de penetración desde Almería hacia la Alta Alpujarra. Hoy una vez desaparecida la fortificación, ocupa el centro de la llanura del cerro la ermita de San Blas, de bella y armónica figura, construida en el XIX y que con sus dos torres y su óculo central proyectan una imagen de simétrica elegancia.

Desde esa elevación puede contemplarse toda la hermosa comarca del Andarax medio y alto, escoltado por las majestuosas sierras que dan personalidad a nuestra tierra: la sierra de Gádor y la Nevada que compartimos con Granada. El paisaje es cautivador y se entrecruzan el verde de la vegetación, los tonos ocres y grises de las laderas con sus umbrías y sus solanas y, en lo más alto, la pureza del blanco de la nieve.

Es a este lugar, donde cada 20 de abril sube el pueblo en procesión con la Santa Cruz para que, mirando a los cuatro puntos cardinales, bendiga los campos y sigan dando los frutos tan deliciosos como para fascinar el paladar de una reina y los de medio mundo. Desde dicho día, el lugar cuenta con un nuevo monumento, fruto del cariño de un pueblo hacia una de las almas más sensibles y creativas de la Almería contemporánea, que supo captar magistralmente la mezcla de tradición, devoción e historia que envuelve a una de las manifestaciones de la religiosidad popular más antiguas y singular de nuestra tierra.

En 1957 Manolo del Águila compuso el bellísimo himno de la Santa Cruz de Canjáyar, enriqueciendo para siempre nuestro patrimonio espiritual e histórico y donando con proverbial generosidad todos los derechos a la hermandad de la que era Hermano Mayor honorario. En el monolito inaugurado, figuran grabadas en dorado sobre mármol las hermosas palabras de una de las estrofas de su canto: Nuestra Cruz vino aquí a redimirnos / desde Tierra Santa / navegando sobre un mar azul / con olas muy blancas".

Para honrar la memoria de Manolo e inaugurar su monumento en el mirador que desde ese momento lleva su nombre, el Ayuntamiento de la Villa organizó un homenaje en el que además de las autoridades locales intervinimos algunos de sus amigos como Pilar Quirosa, Emilio Esteban y Francisco Capel, sobrino del homenajeado. Cerró el acto la coral Emilio Carrión y el grupo del Niño de las Cuevas que interpretaron temas de Manolo como "Si vas pa la mar" que ya se ha convertido en un himno popular almeriense.

Sería imposible recoger aquí toda la serie de reconocimientos y homenajes que Almería dedicó en vida y tras su fallecimiento, aunque para él el mayor homenaje era oír sus canciones en las voces de los jóvenes almerienses. No obstante, si quiero sacar del cofre de mi gratitud más sincera su gesto al acompañarme en 2003 a la presentación de mi libro sobre la historia de Vícar, dándole categoría y realce al acto, y la espléndida crónica sobre el mismo que publicó posteriormente en la prensa.

Mi último recuerdo de Manolo es el de tras su ingreso hospitalario, dar la noticia de su mejoría de salud en el plenario del Instituto de Estudios Almerienses celebrado en Berja en que me correspondió hacer el balance del año académico de mi departamento y a las pocas fechas recibir la triste noticia de su marcha.

En este año que se cumple un siglo de su nacimiento, su recuerdo sigue vivo no sólo en las bibliotecas, archivos sonoros y hemerotecas, sino en el acerbo cultural de los almerienses y para siempre en el corazón de los que fuimos sus amigos.

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