Almería

Y se hizo la oscuridad

  • El humo cambió el color del cielo sobre Mojácar, fue un eclipse improvisado que sumió en la penumbra a una población que estuvo en el caos durante horas

A partir de esta línea vamos a contar nuestra experiencia, la de dos periodistas en medio de un caos jamás vivido por ninguno de nosotros antes. La que vivimos la tarde en que Mojácar estuvo cercada por las llamas. Todo comenzó con una llamada de teléfono sobre las 16:00 horas en la que se nos avisaba que desde la playa de Mojácar se podía ver una columna de humo que parecía tener origen la la zona de Sierra Cabrera donde la semana pasada se produjo otro incendio. Al llegar, a eso de las cinco de la tarde, el viento hizo del humo una barrera que cada vez iba haciéndose más grande. Nos encontramos con un corresponsal de TVE grabando unas imágenes de un pequeño foco que parecía no tener mucho riesgo. Lo primero que nos dijo fue: "Ya estamos otra vez liaos".

Nosotros íbamos hacia el pueblo porque el viento parecía estar dirigiendo las llamas hacia las casas, según nos confirmaron en un control policial. La Guardia Civil empezó a cortar carreteras y corríamos el riesgo de quedarnos sin acceso. El cielo ya no era azul ni el aire era limpio, como siempre, sino que la estampa parecía sacada de la conocida película Apocalipsis Now. Los helicópteros pasaban por encima de nuestras cabezas con ese sonido bélico tan característico que hacía que tu cuerpo temblase y estuviese en un constante estado de nerviosismo. La noche se hacía en la calle por culpa de la humareda y la ceniza; el descontrol parecía estar cada vez mas cerca cuando, al entrar por un camino veguero, nos encontramos con un chico desalojando una cuadra de caballos que se encontraba al lado de una subestación eléctrica, a la que el fuego estaba a punto de alcanzar. Ahí todo cambió, el viento golpeó con más fuerza que horas antes y el fuego arrasó el monte en menos de un minuto. Sorprendidos por el intenso calor en el que nos vimos envueltos corrimos hacia el coche al grito de "¡vámonos, vámonos...pero ya!".

Al volver a la carretera de la costa comienzan a sonar alarmas: "¡EVACUACIÓN INMEDIATA!". Fue el comienzo de unas horas de pánico absoluto, de una incertidumbre que recorrió cada una de las calles de Mojácar dejando detalles que nos hacían vivir en primera persona lo que sólo habíamos leido en libros de historia. Nos sentíamos casi como se debían sentir nuestros paisanos durante los bombardeos en la provincia, con ese miedo, con esas dudas de saber que pasaría dentro de diez segundos. En la carretera se formó un tremendo atasco de coches que se disponían a abandonar el pueblo bajo el ya en esa hora familiar sonido de las sirenas de los diferentes equipos de emergencias.

En la parte más alta del pueblo los vecinos cogían las manqueras para humedecer la vegetación y las mascarillas se repartían como caramelos. Una señora tuvo el gesto de no olvidarse de nosotros regalándonos unas y permitiendo que utilizásemos su agua para hidratarnos. Un poco más tarde, en la playa, algunos valientes contemplaban el espectáculo junto a su sombrilla mientras otros preferían protegerse en la orilla. Imágenes como la de ese motorista que llevaba a su bebé en brazos, mientras conducía para escapar de un humo rojo y asfixiante, o los numerosos crios que se abrazaban llorando a cualquier persona buscando consuelo, hicieron que Mojácar pasase de ser un paraíso veraniego a parecer la puerta de un infierno. Pero tras la tormenta llegó la calma. La localidad se quedó vacía, bajo la luna. Como exiliados, sus habitantes se marcharon y fueron recibidos con los brazos abiertos en los pueblos más cercanos. Los niños dormían y los padres tocaban sus cabezas.

No importaba si el fuego está cerca de casa, sólo importa que los pequeños ya están a salvo, descansando. Cabizbajos, pensativos y acechados por una fatiga terríble, después de diez horas, emprendimos el camino de vuelta a Almería sabiendo que los equipos de emergencias trabajarían sin descanso hasta el amanecer para acabar con el fuego. Fue el camino de vuelta a casa más silencioso que jamás hemos vivido. Una experiencia inolvidable, por sus imborrables detalles, que esperamos no tener que repetir nunca.

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