El hombre de las 100 sentadillas

Juan celebró este viernes su 84 cumpleaños realizando su ritual diario, ejercicio tras levantarse

El hombre de las 100 sentadillas
El hombre de las 100 sentadillas
Rafael Espino

22 de diciembre 2013 - 01:00

"Crecí en La Molineta y uno de los recuerdos que tengo de mi infancia es la de escuchar caer las bombas de la Guerra Civil, alguna de ellas a escasos metros. Nunca quería irme a la cueva, y eso que la teníamos cerca. Prefería quedarme en casa. Hasta que un día, creo que con la edad de siete años, cayó una muy cerca y retumbó toda la casa. Fue entonces cuando cambié de opinión". Ese es el inicio de la historia de un niño que ahora, a los 84 años, sigue sumando páginas al libro de su vida. La memoria de Juan Martínez López es de esas que te apetece escuchar. Con ellas, aprendes, atiendes. Es relato viva de la memoria almeriense, claro está, aderezada con una historia personal cargada de referencias familiares, laborales y de lazos de amistad.

Juan nació un 20 de diciembre de 1929 en la capital. Sus padres trataron de inculcarle la inquietud por el estudio y él no quiso contradecirles en ningún momento. Por ello, pasó sus primeros años de vida entre el cultivo de hortalizas y los libros. "Se trabajaba mucho, claro está, pero en mi familia nunca se ha pasado hambre gracias a Dios. Ahora las patatas a lo pobre se han convertido en un alimento de lujo y yo antes la comía cuando me venía en gana. Hemos salido adelante con mucho esfuerzo y aquí seguimos 84 años después", explica.

Cuando a Juan comenzó a salirle barba le tocó hacer el servicio militar. Era una época de interrogantes para todos los españoles en asuntos de defensa y, como hasta hace poco años, ir a la 'mili' era obligatorio. Así que con el macuto al hombro, Juan se fue en dirección a San Fernando (Cádiz) y comenzó a servir en infantería marina. Pero pronto cambiaría su suerte. "Al poco tiempo de llegar supe que el sargento era de Almería y hablando llegamos a la conclusión de que conocía a mi padre. Me dijo que si quería ir a Madrid, que allí se estaba mejor y yo no lo dudé ni un momento. Así que allí me planté. Pero, para más casualidades, cuando llegué me encontré con un teniente que también era de Almería, y, de nuevo, conocía a mi padre. Me animó para que me alistara como Cabo y, poco tiempo después, ya estaba trabajando en la cocina. Eso me hizo llevar de una forma más liviana el servicio militar. La verdad es que no tengo malos recuerdos de esa época", comenta.

En 1951, Juan regresó a Almería y trabajó durante unos años en Almacenes Iberia. Pero, después, dio uno de los pasos más importantes de su vida, al menos en cuanto al ámbito laboral. En 1962 ingresó en la Guardia Civil y, durante tres meses, se formó en Úbeda (Jaén). Finalizó este periodo y fue destinado a la localidad de Balerma. Dos años después volvió a la capital y estuvo destinado en San Telmo, para, después, pasar a El Zapillo. En esta época vivió varios de los momentos más curiosos de la historia reciente de la provincia, uno de ellos fue El Caso Almería, el 10 de mayo de 1981, cuando aparecieron tres cuerpos abrasados dentro de un Ford Fiesta, en un barranco de Gérgal. "Vi sus cuerpos en La Comandancia. Es uno de los casos que no se te olvidan", agrega.

Tanto han cambiado los tiempos desde que Juan entró a formar parte de la Guardia Civil que ahora se hace complicado calibrar el valor de aquel dinero y compararlo con el actual. "En 1962, mi primer sueldo como Guardia Civil fue de 2.500 pesetas, para mediados de la década de los setenta cobraba unas 28.000 pesetas y cuando llegó el periodo de la transición comenzamos a cobrar unas 44.000 pesetas. Y entonces las cosas eran más caras que ahora, los huevos, por ejemplo, valían tres pesetas y ahora los compras por 1,80 euros. Lo que pasa es que el precio de las cosas subía muy rápido, de un año a otro. En el 70 me compré una casa por 225.000 pesetas y siete años después, el coche me costó lo mismo".

Juan ha sido un trabajador incansable. En 1987, ya con siete hijos, acabó su periodo en la Guardia Civil, se retiró, y siguió regentando el bar familiar que había montado tres años antes. Lo tuvo hasta el año 1991. Entonces, comenzó a trabajar en un parking. Así hasta que hace siete años decidió que su vida como trabajador, luchando por y para su familia, había terminado. Había puesto fin a su vida laboral, pero ha encontrado tiempo para muchas otra cosas, la primera, para arropar y ser arropado por su familia, a hacer 'chapucillas' con su cuñado Francis Giménez, y, también, ha compañado a su hijo , el torero de la tierra, Jesús Almería, por plazas de toda España deseándole tardes de puerta grande y sufriendo, como todo padre, cuando el cuerno del astado le pasaba cerca.

Aun así, no ha perdido las buenas costumbres. Juan sigue haciendo ejercicio y no falla un día a la tradición prolongar los ejercicios militares que aprendió en la academia de la Guardia Civil. "Lo primero que suelo hacer nada más levantarme, a eso de las ocho o las ocho y media, son cien sentadillas", dice. Su estado de forma es envidiable hasta para cualquier joven de veinte años. Además, adereza su físico con largos paseos y con una actividad diaria elevada.

Otro de sus hobbies es coger el coche, pues él sigue conduciendo, y recorrer la provincia, pueblo por pueblo, para degustar los platos de cada zona. "Soy un dominguero. Todos los fines de semana me voy por ahí". Y así seguirá, pues cuidar la mente, y también el cuerpo, es un modo sano de llegar a los 84 años en tan buen estado como el suyo.

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