Almería

El hundimiento del edificio Azorín

EL 15 de septiembre de 1970 se derrumbó un edificio de diez plantas en construcción situado en la calle Hermanos Pinzón de la capital, en cuyo siniestro quince personas murieron entre los escombros y otras seis resultaron heridas de diferentes pronósticos algunas de ellas con graves secuelas. Ha sido uno de los más dramáticos sucesos ocurridos en la provincia de Almería.

Almería vivió esos días la mayor demostración de dolor del siglo con escenas realmente espeluznantes durante las operaciones de rescate de los heridos y cadáveres.

Fueron varios días de luto con toda una ciudad viviendo de cerca la tragedia, testimoniando su pesar a los familiares de las victimas. El arquitecto de la obra fue procesado e ingresado en prisión. Algunos de los supervivientes de la tragedia quedaron con importantes e irreversibles lesiones. Algunos de ellos han fallecido y otros ya no viven en Almería.

El 15 de septiembre de 1970 todavía hacía calor en la capital aunque ese día amaneció un tanto nublado, presagio quizás de la terrible tragedia que iba a sacudir a la capital. Una treintena de albañiles, carpinteros y fontaneros desde primeras horas de la mañana realizaban sus distintos trabajos por toda la estructura del "Azorín".

Pasadas las dos de la tarde, los vecinos de la barriada del Polígono Azcona ubicación del edificio Azorín quedaron sobresaltados por un fuerte estruendo que hizo temblar los edificios y quebrantarse las cristaleras de numerosas viviendas de las calles cercanas. De inmediato la noticia se propagó como la pólvora por la ciudad. Horas más tarde desde las emisoras de radio locales se aportaban los primeros datos que se iban conociendo en cuanto a las circunstancias de la tragedia y su terrible consecuencia a las sedes centrales en Madrid. Por la noche ya lo sabía toda España.

Un edificio de diez plantas, ubicado en la calle Azorín que se hallaba en construcción, ya cubierto de aguas y con capacidad para setenta y dos viviendas se había derrumbado. El edificio se desplomó verticalmente, quedando todo reducido a varias toneladas de hierros, escombros y cascotes.

La empresa constructora "Conservas Morato" bajo la dirección del arquitecto Fernando Cassinello Pérez y el aparejador José Maria Gómez Góngora ya tenían muy avanzada la obra y su estructura había finalizado quedando solo la fase de enlucimiento y los interiores del edificio.

Tras el estruendo y en medio de un autentico caos, los transeúntes y vecinos de la zona fueron los primeros en intentar auxiliar a los obreros atrapados bajo el alud de cemento al tiempo que se ponía el hecho en conocimiento de las autoridades.

En poco más de media hora se arremolinaban junto al gigante de piedra destruido las autoridades de la ciudad. El gobernador civil, Juan Mena de la Cruz y el entonces alcalde de la capital Francisco Gómez Angulo fueron de los primeros en acudir al lugar de la tragedia.

Policía Municipal, Bomberos, Policía Nacional, Guardia Civil e incluso soldados del campamento de Viator fueron movilizados inmediatamente para colaborar en el salvamento de los heridos y rescate de los cadáveres a las órdenes del juez de guardia, ese día el titular del juzgado de instrucción número 2 de Almería, Salvador Domínguez Martín.

Las labores de desescombro se prolongaron durante más de cuarenta y ocho horas. El alcalde de la ciudad dictó un bando invitando a los almerienses a los actos fúnebres. Algunos obreros pudieron ser rescatados con vida de entre los escombros. A uno de ellos hubo de practicársele una arriesgada operación quirúrgica para poder salvarle la vida.

La compañía Sevillana tuvo que instalar unos potentes focos y construyendo una pequeña galería se pudo acceder hasta los cimientos de los sótanos del edificio derrumbado penetrando por un hueco de unos cincuenta centímetros de diámetro. El encargado de la laboriosa intervención quirúrgica fue el médico Raimundo Castro Mayor que en una precaria situación tuvo que intervenir para liberar a uno de los albañiles atrapado por dos vigas que aprisionaban la rodilla. A José González Pascual, que entonces tenía 20 años hubo de amputársele la pierna y falleció días mas tarde en la residencia sanitaria de la "Bola Azul".

Mientras tanto Almería era un hervidero. Miles de personas se concentraban en torno al edificio ofreciéndose para colaborar y auxiliar a los heridos. El pueblo se echó a la calle. Las labores de búsqueda de cadáveres fueron continuas. Cada día iban apareciendo restos de cuerpos machacados por los muros de hormigón entre los escombros.

Hasta Almería se desplazó el entonces ministro de Trabajo, Licinio de la Fuente y numerosas personalidades. Desde todos los rincones del país llegaron numerosos telegramas de pésame y muestras de condolencia por la catástrofe entre ellos del entonces Príncipe de España, el futuro Rey Juan Carlos.

Desde el martes 16 de septiembre hasta el 20 en que se celebraron los funerales por las víctimas, Almería no durmió en esas fechas. El obispo de la Diócesis, Manuel Casares Hervás ofició un solemne funeral por el alma de los trabajadores fallecidos celebrado en la iglesia de la Virgen del Mar y al que acudieron más de quince mil personas que abarrotaron el templo, la plaza y las calles adyacentes. Sin duda una de las mayores demostraciones explícitas de dolor que vivió la ciudad de Almería a lo largo del pasado siglo XX.

Este triste episodio de la Almería "negra" pervive fresco en el recuerdo de numerosos familiares y amigos de las quince personas que perdieron la vida victimas de la codicia e irresponsabilidad de unas personas movidas exclusivamente por el lucro de los negocios.

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