"Cada imagen estenopéica es única e irrepetible por su proceso artesanal"
Carlos Lupiáñez consigue transformar una simple lata en el más puro arte fotográfico empleando la técnica que le enseñó el israelí Ilan Wolf, con quien comparte muchas jornadas de trabajo y amistad
Desde pequeño se sintió especialmente atraído por las luces de los atardeceres y por su reflejo en el cielo. Objetos y paisajes del Cabo de Gata comenzaron a ser el centro de su objetivo y de su mirada, aún analógica, que cambiaría radicalmente cuando en un curso de verano de la Universidad de Almería, celebrado en 2005, accedió a un taller sobre fotografía estenopéica impartido por Ilan Wolf, fotógrafo israelí de reconocido prestigio mundial y referente en esta singular técnica. Carlos Lupiáñez se sintió especialmente atraído "por la cámara oscura o la caja de zapatos, que en este caso eran simplemente latas" y así se inició una relación entre alumno y profesor que se transformaría en una profunda amistad y una estrecha relación de trabajo.
"Así nació mi pasión por la fotografía estenopéica, una técnica casi mágica que te lleva a los orígenes de la imagen". Es una cámara oscura en la que se pone papel o película, comenta Carlos Lupiáñez. Para suplir a la lente, se hace un pequeño agujero en la lata, llamado estenopo, a través del cual se proyecta la luz en su interior, en el que previamente has colocado el papel fotográfico. La caja o lata puede ser de cualquier tamaño, lo importante es que sea metálica para hacerle un agujero. El interior se pinta con spray negro, se le hace un pequeño agujero de medio centímetro con una broca especial, se lija y luego se le pone cinta aislante negra, que será lo que abra y cierre el obturador.
"El proceso es muy sencillo, de hecho hay gente que la considera fotografía pobre, no por los resultados que son fascinantes, sino por los materiales que se utilizan. La apertura de campo es infinita, es como un gran angular con una definición bastante buena; cuanto más pequeño es el estenopo, más definición tiene. Para capturar la imagen hay que realizar una larga exposición, porque depende directamente de la luz que haya y del tamaño de la lata".
Una de las primeras fotos que Carlos Lupiáñez obtuvo con esta técnica fue en el Estadio Mediterráneo. Sobre un trípode colocó un imán para sujetar la lata. "Siguiendo las instrucciones de Ilan incliné la lata para que aparecieran ondas en la imagen. Aquella foto del Mediterráneo deformado como si hiciera una ola me pareció fascinante y espectacular". Como espectacular es el resultado conseguido con la fachada del Teatro Auditorio de Roquetas de Mar, para la que Lu e Ilan hicieron una onda en el papel fotográfico "con objeto de que saliera marcado, creando una deformación que lo asemeja a la popa de un barco". La exposición duró unos cinco minutos y por tratarse de un gran formato (2.90 x 1.25) hay que revelar el papel sobre el suelo del cuarto oscuro, utilizando varios reveladores a diferentes porcentajes con unos instrumentos tan peculiares como esponjas, cepillos y fregonas y la imprescindible colaboración de varias personas .
El revelado nunca es uniforme y por ello nunca saldrán dos fotos iguales, afirma Carlos Lupiáñez, al ser un proceso totalmente artesanal. "A este tamaño, cada negativo y cada foto es única. No hay un visor con el que puedas encuadrar, cada imagen la ves con otra mirada, con una mirada estenopéica".
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