Inflación contra salarios: ¿Se vive mejor en Almería que hace 30 años?
El salario medio ha crecido un 52 %, pero la comida un 65 %, el transporte un 65,5 % y la vivienda en propiedad casi un 60%
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La vida en Almería es hoy más cara que nunca, y no solo por percepción. Si se comparan los precios actuales con los de hace dos décadas, el resultado es claro: todo ha subido más que los sueldos. Desde 2002 hasta hoy, el salario medio bruto en la provincia ha pasado de 10.668 euros a 16.220, un 52 % más. Pero buena parte de los bienes y servicios esenciales han aumentado entre un 65 % y un 132 % en ese mismo periodo. La consecuencia es directa: cada euro vale menos, y los sueldos cunden mucho menos.
El caso más claro es el de los alimentos: según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), la comida cuesta hoy un 65 % más que en 2002 en Almería, y las bebidas no alcohólicas un 65,1 % más. El suministro eléctrico y los combustibles han subido un 51,3 %, y productos esenciales como los muebles y los artículos de mantenimiento del hogar rondan entre el 77 % y el 85 % de aumento. También lo han hecho los seguros (+56,8 %), los servicios médicos (+72,3 %) y el transporte público (+65,5 %).
En contraste, el salario medio en Almería ha pasado de 10.668 a 16.220 euros brutos anuales, lo que supone un crecimiento del 52 %. Es una subida real, sí, pero por debajo del ritmo general de los precios. La distancia se hace más evidente en años como este: según el IPC de junio de 2025, los precios en la provincia han crecido un 5,7 % en lo que va de año. Es una inflación acumulada que vuelve a situarse por encima del crecimiento salarial.
El problema de la vivienda
En el caso del alquiler, el contraste es aún más evidente. El subgrupo 041 del IPC indica que el alquiler de vivienda ha subido oficialmente un 73,6 % en Almería desde 2002, pero esa cifra no refleja la realidad del mercado actual. Este índice incluye contratos antiguos, rentas protegidas y medias provinciales, lo que suaviza la percepción del impacto real. Según los portales inmobiliarios como Idealista y Fotocasa, el alquiler en Almería capital se ha duplicado en los últimos 20 años, especialmente en barrios como el Zapillo, Ciudad Jardín, Nueva Almería o el centro. Si hace dos décadas era habitual pagar entre 4 y 5 euros por metro cuadrado, hoy los precios oscilan entre 9 y 11 euros, lo que supone un aumento de hasta el 100 % en algunas zonas.
El precio de compra de una vivienda también ha evolucionado muy por encima del salario medio. Si en 2002 un piso tipo de 90 m² en Almería capital podía costar en torno a 92.000 euros, hoy supera los 140.000, lo que supone una subida del 53 %. En barrios como Vega de Acá, Nueva Almería o el Zapillo, los precios ya se mueven en cifras récord: 2.358 €/m² en Vega de Acá, 2.084 €/m² en el Zapillo y 1.782 €/m² en el centro. En el conjunto de la ciudad, el precio medio es ahora de 1.571 €/m², un 9,8 % más que hace un año, lo que indica que el incremento se ha acelerado de forma notable en 2024 y 2025.
En los últimos doce meses, los precios no han dejado de subir: el coste del metro cuadrado ha aumentado un 2,3 % solo en el último mes y un 5,7 % en el último trimestre, lo que anticipa una escalada que no se frena pese a la estabilización de los tipos de interés. Mientras tanto, el salario medio apenas ha mejorado respecto a los dos últimos años, y sigue lejos de compensar el coste de vida actual.
Mientras los salarios suben un 52% desde 2002, la comida sube un 65 %, el transporte un 65,5 %, la vivienda en propiedad un 53 % y el alquiler real hasta un 100 %. El resultado es un empobrecimiento progresivo de las familias, que ven cómo cada año necesitan más ingresos para mantener el mismo nivel de vida.
Y las familias con bajos recursos llegan al límite
Y el problema no es solo cuánto se gana, sino cuánto se pierde. La diferencia entre el crecimiento de precios y el de los salarios equivale a una pérdida efectiva de poder adquisitivo. Es decir, los ciudadanos no solo no ganan más en términos reales, sino que necesitan usar una proporción mayor de su sueldo para cubrir las mismas necesidades básicas.
En los sectores más vulnerables, el impacto es todavía mayor. Quienes cobran salarios mínimos o viven de pensiones encuentran más difícil adaptarse al encarecimiento de productos básicos como alimentos, energía o transporte. La inflación afecta a todos, pero no por igual: los hogares con menos ingresos destinan un porcentaje mucho mayor a estos productos esenciales, y por tanto sufren con más intensidad el aumento de precios.
El alquiler, en particular, se ha convertido en uno de los principales factores de exclusión residencial. El encarecimiento de los arrendamientos, especialmente en zonas céntricas o bien conectadas, está empujando a muchas personas a buscar vivienda en barrios periféricos, con peores servicios y más lejos del lugar de trabajo. En algunos casos, compartir piso ya no es una opción de jóvenes, sino una necesidad para adultos con empleos precarios.
La compra de vivienda tampoco ofrece refugio. Aunque los tipos de interés se han estabilizado, los precios siguen subiendo y el esfuerzo necesario para acceder a una hipoteca se ha mantenido o incluso aumentado. En Almería capital, el coste de adquirir una vivienda típica equivale ya a casi 9 veces el salario medio bruto anual, lo que hace casi imposible que una persona sola pueda acceder a una propiedad sin ayuda externa o sin años de ahorro previo.
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