“Demasiado joven para ser madre”, Almería se vuelca en embarazos tardíos
Las mujeres que dan a luz con 40 años son ya el doble que hace una década y media, y las menores de 25 descienden un 42%
La madres jóvenes se apagan en Almería, ¿por qué?
Durante años, la maternidad en Almería llegaba pronto. Hoy, esa foto ha cambiado por completo: el primer hijo se retrasa y la franja de los 35-40 años concentra cada vez más nacimientos. En 2009 solo 229 mujeres de entre 40 y 44 años dieron a luz en la provincia; en 2024 fueron 472. También suben los partos entre 45-49 años, de 22 a 52. Al mismo tiempo, los nacimientos de madres menores de 25 se han reducido casi a la mitad —de 1.660 a 963— y el total de partos cae de 8.422 a 6.477. Tener hijos tarde ya no es excepción: es el nuevo patrón de vida en una provincia donde la estabilidad económica, la vivienda y los tiempos personales empujan la maternidad hacia edades más avanzadas.
Hasta hace dos décadas, la secuencia era clara: estudiar, trabajar, independizarse y tener hijos antes de los 30. Hoy, esa cadena vital se alarga. La maternidad temprana retrocede y la tardía gana peso, reflejo de una sociedad donde la vida adulta se consolida más tarde que en generaciones anteriores.
Los datos lo explican sin ruido. Las madres de 40 o más pasan de representar alrededor del 3 % de los nacimientos a superar el 8 %, mientras las menores de 25 años caen casi un 50 %. Ser madre cerca de los 40 deja de ser raro: es parte de la normalidad demográfica almeriense.
Por qué se retrasa la maternidad
No se trata de voluntad, sino de contexto.
El acceso a la estabilidad económica y residencial llega más tarde para toda una generación, con etapas laborales más largas, salarios ajustados y alquileres y compra de vivienda que exigen más recursos. A ello se suman nuevas prioridades vitales: viajar, trabajar, formarse y crecer antes de iniciar una familia.
En ese escenario, la maternidad temprana se vuelve menos habitual y la tardía, más lógica y más planificada.
Efectos Locales
El efecto inmediato es claro: menos nacimientos y más tardíos. La provincia pierde unos 2.000 partos anuales en quince años. También cambia la demanda sanitaria, porque los embarazos a edades más altas requieren mayor seguimiento, aunque muchas mujeres llegan con mayor seguridad personal y emocional.
El reto ahora no es convencer a nadie, sino facilitar el cuándo: vivienda accesible, conciliación real, horarios compatibles con la vida y apoyo económico temprano a las familias.
La pregunta ya no es “¿quiero ser madre?”, sino “¿cuándo puedo permitírmelo?”
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