Almería

El mar mece y los jóvenes pasean a la Cruz de Juan Pablo II

  • El beato Papa donó un símbolo que ha recorrido gran parte del mundo · Estará en la provincia hasta el miércoles, día 25

Saben que quedan algo más de quince minutos. Por eso, alguien decide dar vida a las seis cuerdas de una española. Por sevillanas y con las canciones de toda la vida. La música, que amansa a las fieras y regala ideas, hace que los presentes salten, coreen las canciones y manteen a algunos compañeros, incautos, que seguramente miraban para otro lado antes de verse por los aires.

No cuesta trabajo sacar la enorme Cruz de madera, atada en popa, y tampoco el Icono con la imagen de la Virgen, que lleva un pequeño e improvisado trono con asideras para que lo porten aquellos recién confirmados. Las primeras estimaciones hablan de unas 900 personas.

Empieza a hacer algo de calor. No les importa lo más mínimo. Es el momento de ascender por el Paseo hasta la Catedral. Despliegue de efectivos de la Policía Local. Abren el camino a una comitiva que canta algunos de los temas religiosos más conocidos y corean, a voces, el nombre de Almería. Hay gente en la parada del autobús que no sabe qué está pasando. Preguntan y terminan por quedarse a verles pasar. Al fin y al cabo, no todos los días suben cerca de 1.000 estudiantes por las calles del centro. Empiezan a separarse. Se colocan en los laterales de la vía. Ocupan las aceras donde despliegan pancartas con varios lemas. Hola, hola, hola, el Mater con la Cruz que llegó entre las olas.

Los 3,8 metros de altura de este símbolo no preocupa a la hora de levantarlo un poco, para que se vea bien de lejos. Un bebé, en brazos de su madre, estira la mano. Aunque sea ella la que la coloca, él mira con atención. Acaba de tocar la madera. La mujer se seca una lágrima que escapa furtiva. Ella rehúsa a la idea de que el objetivo la inmortalice. Pasan por la calle de las Tiendas, a ambos lados más niños, al fondo, dos mujeres vestidas con traje de flamenca que se arrancan por sevillanas. Giran la calle Eduardo Pérez, comienza el ascenso a la Catedral, donde les espera el obispo, Adolfo González. Precisamente, en el umbral de la puerta, esboza una sonrisa. Saluda a los fieles, pero luego se queda mirando al horizonte, por donde espera verla aparecer. Solemne, al paso que le marcan sus jóvenes portadores.

Una voz clara interpreta un tema sacro con matices de ópera. Comienza la oración. Los jóvenes izan la Cruz. Aplausos. De nuevo, se nota, se siente...

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