El lado felino de La Alcazaba, un patrimonio dentro de otro
Estos gatos hacen las delicias de los visitantes, que quedan asombrados por su presencia y sobre todo por su número · Diego Teruel, empleado de mantenimiento, lleva años cuidando de ellos por sus medios
La perla que Abderraman III dejó a la cuidad de Almería allá por el año 955 con la construcción de La Alcazaba sigue siendo junto a los kilómetros de espectaculares playas que rodean la provincia, probablemente el mayor aliciente y reclamo turístico que tenemos, sobre todo, del proveniente de fuera de nuestras fronteras.
Sin embargo, existe una particularidad que hace de este templo diferente a los demás, y es la comunidad de gatos que aquí vive de forma perenne, algo que roza la exuberancia dado el elevado número de felinos que campan perezosos por todos los recovecos de la milenaria fortaleza.
No se sabe con exactitud la cantidad de felinos que pueden estar residiendo en este momento dentro del recinto, pero se estima que puede haber unas ocho familias diferentes más otros muchos que han ido llegando de manera individual pudiendo sumar más de la treintena en su totalidad. Este detalle da más énfasis si cabe a un fenómeno que está yendo de boca en boca y ha dado lugar a que a La Alcazaba de Almería, acudan más personas atraídas por presenciar este característico entorno en el que van a disfrutar de esa mansa y cariñosa compañía de la que tanto habían escuchado hablar.
Pero esta apacible convivencia que hoy se vive entre turistas y gatos no fue siempre tan fácil, en su día se intentaron erradicar al estar considerados una plaga que estaba perjudicando el atractivo del fuerte y, evidentemente, no se permitía por aquel entonces, que estos animales se constituyeran como un ornamento más de este bucólico ambiente que ahora se puede respirar en los patios de la Alcazaba.
Precisamente, hace ya cinco años que Diego Teruel comenzó a trabajar formando parte del equipo de mantenimiento del recinto y rápidamente, quedó prendado de ellos.A la vez, sintió preocupación al ver que no se les permitía formar parte del entorno: "cuando llegué , los gatos estaban salvajes, sin cuidar. Cada quince días venía una perrera para llevárselos en unas jaulas trampa". A raíz de ahí, este empleado de mantenimiento, comenzó a cuidar de ellos como "si fueran mis propios hijos" y los ha estado alimentando "con mi dinero; cada dos o tres semanas algunos compañeros y yo compramos sacos de pienso para todos ellos".
Tal es el afán de Diego Martín por el bienestar de estos animales, que incluso llegó a liberarlos de aquellas jaulas colocadas por la perrera cada lunes por la mañana para que no se los llevaran. Por suerte para él y para todos los visitantes, desde hace unos tres años con el cambio de dirección, la flexibilidad y conciencia de la nueva directora y coordinadora de La Alcazaba permitió que, en vista de la labor que Diego y otros compañeros que también han ido poniendo su granito de arena por por estos entrañables animales, se permitiera esa convivencia con estos felinos y más aún, cuando fueron ellos quienes a su llegada pudieron comprobar como todos los visitantes que acudían a La Alcazaba quedaban maravillados por esta presencia tan insólita.
Todos y cada uno de los gatos que aquí viven son conocidos al detalle por Diego Teruel, hasta el punto que, a pesar de su considerable cantidad, todos tienen un nombre asignado por él mismo: "los conozco a todos y por eso, poco a poco fui poniéndoles nombre a cada uno de ellos". De hecho, tal es la relación que tiene con los gatos que es una auténtica vivencia tener la posibilidad de ver como acuden a su llamada, a la que no van todos de manera aturullada, sino que asiste directamente el interpelado que aparece poco después de manera sorpresiva.
Como es de imaginar, la cantidad de anécdotas que podemos encontrar en torno a la vida de estos felinos residentes en la fortaleza que custodia de manera majestuosa la ciudad, es enorme y sería digna de contar, pero sin duda, los que más saben de ellas son los empleados que allí trabajan.
En una ocasión, una turista alemana quedó tan maravillada de ellos que tras su visita, volvió al día siguiente para llevarles comida; algo que continúo haciendo casi a diario mientras duró su estancia en la capital. Esperemos que por mucho tiempo, los visitantes que acuden a La Alcazaba puedan disfrutar de la apacible sensación que transmiten unos patios caracterizados por sus estanques, el olor a perfume que desprenden sus nenúfares, la luz que fluye a través de sus murallas y por supuesto; de la tranquilidad con la que nos obsequian sus gatos, esos capaces de conquistarnos con su manso y dulce paseo.
13 Comentarios