Un maître Imperial
Crónicas desde la Ciudad
Desde su juventud a la jubilación, José Rodríguez Cruz "Pancho Cruz" (Almería, 1933) estuvo ligado al prestigioso comedor del restaurante Imperial de los hermanos Castillo, en la Puerta de Purchena
CON la discreción a que está obligada y tras agradecerle su dedicatoria, la Casa Civil del Rey le comunicó (1985) a nuestro protagonista la conveniencia de modificar el nombre de su cóctel, "Rey Juan Carlos", en evitación de posibles "irreverencias" del borracho de turno. Naturalmente, el barman almeriense accedió gustoso, pasando el novedoso cóctel (por su elaboración y presentación le gusta diferenciarlo del "combinado") a llamarse "Gran Corona". La idea venía de antiguo. De cuando Juan Carlos, entonces Príncipe de Asturias, desembarcó (1969) del Buque Escuela "Juan Sebastián Elcano" (de aquel grupo de guardiamarinas al que le sirvió el almuerzo conserva una fotografía firmada) y años más adelante, con su esposa Sofía, al girar visita a las minas de oro de Rodalquilar. Fue asimismo galardonado con la Venencia de Oro en un certamen nacional celebrado en las Bodegas Osborne de Jerez. Pero sin duda, el Gran Corona es el que más prestigio e íntima satisfacción le ha proporcionado. Proclamado autodidacta y seguidor de Perico Chicote, sus conocimientos le hicieron competir ventajosamente con profesionales de la coctelería venidos de Valencia y Madrid o especialistas locales en las elitistas cenas del Casino en Feria.
ENTRE SERAFÍN Y CARREROS
Creció al calor y amparo de su entorno más próximo, pero con elementales carencias materiales. Como casi todos los niños de la guerra y la posguerra.
Quinto hijo de Luis y de Modesta, de profesión carrero y "sus labores", José Rodríguez Cruz (coloquialmente Pancho, Pancho Cruz) nació el 2 de abril de 1933 en una modesta casa de puerta y ventana de la parroquial de San Sebastián extramuros: el núm. 23 de la calle Serafín, de la que se trasladaron a la de Cantares. Vecinos (entre Cantares y Silencio) de La Calandria, flamenca de rompe y rasga que anduvo en amoríos con Arturo Álvarez, marido de Carmen de Burgos "Colombine". Con escasos dieciséis años quedó huérfano. Aunque Luis Rodríguez Munuera falleció oficialmente de "asistolia" (noviembre, 1948), lo cierto es que se debió a un accidente estúpido. Cuando circulaba junto a las tapias del antiguo Manicomio de la Cta. de Níjar con el carro cargado de escombros del desmonte sobre cuyo solar donde construyeron la Residencia Sanitaria "Virgen del Mar", la popular Bola Azul inaugurada en 1950, cayó de éste, con el infortunio de que una de aquellas enormes ruedas metálicas le pasase por encima. Dejó viuda y seis hijos con un porvenir incierto.
La obligación de arrimar un jornal a la casa, por mínimo que fuese, no le vino grande ya que con sólo nueve años había comenzado de aprendiz en la Bodega Lite -en Obispo Orberá, junto a la pensión El Sur de España de Rafael Usero y a la Posada del Príncipe-, la actual Bodega Ortega, apuntalada por amenazar ruina. Esta Bodega Lite era propiedad del padre de Carmen Chacón, con la que desposó décadas después. De aquí pasó al almacén de la Vda. de Pedro Alemán en la Puerta de Purchena, donde también lo había hecho su padre; y en el citado desmonte de la Bola Azul, de "pinche aguador" hasta que ascendió a listero. A veces el agotador día continuaba, agregado a una cuadrilla de hombres, descargando camiones con lo que sumar cinco pesetas al magro jornal. A la enseñanza accedió cuando pudo, al terminar la jornada laboral: con un maestro (posiblemente depurado por el nacional catolicismo imperante) en la plaza de Santa Rita y posteriormente con otro de Los Jardinillos, siempre de noche robándole tiempo al descanso y al escaso ocio que podía permitirse.
PUERTA DE PURCHENA
Volvió a su vocación primera de camarero, reingresando en la bodega de Obispo Orberá, ya propiedad de Ortega. El no realizar el Servicio Militar obligatorio le permitió seguir su andadura en el gremio. Ahora en el Paseo, en el acreditado bar Los Espumosos de José Jiménez, padre de un excelente "vocalista", Pepito, que destacó con el conjunto de Los Trovadores anunciándose como el "Machín blanco"; el sueldo ascendía a 21,40 pesetas/día más un extra de 7 u 8 al finalizar el mes. Hablando de sueldos, recuerda perfectamente que el primero (un 18 de julio) fue de 100,10 Ptas. Y el último mes en activo de 262 mil. Una corta etapa antes de su meta definitiva la cumplió en la cafetería de la recién inaugurada Estación de Autobuses, de la mano de Paco Mateo y Gabriel Oyonarte.
Por fin, en 1956, concluyó su ajetreado periplo ingresando en la plantilla del muy prestigios Bar-restaurante Imperial hasta que con 62 años se prejubiló. Previamente, en 1954, se había casado con Carmen Chacón Campos, de cuyo matrimonio nacieron cuatro hijos, de los que viven tres: José Luis, Mª del Mar y Javier Jesús quienes le han dado a la lozana e inseparable pareja cinco nietos y tres biznietos (al cumplirse las Bodas de Oro fueron reapadrinados por los veratenses Antonio Carmona y Manuela Baraza, de Terraza Carmona). El Imperial dio prestigio a cuantos trabajaron en él. El establecimiento de Nicolás y Cristóbal Castillo Marcos fue durante décadas santo y seña de la restauración almeriense. Y cantera inagotable, a modo de Escuela de Hostelería, que nutrió de los cocineros y camareros necesarios para atender los negocios de los que fueron titulares: Club Náutico, Club de Mar, Granja Imperial y Bar Puerto Rico. Del icónico negocio de la Puerta de Purchena me ocuparé en otro soporte escrito con motivo del centenario de un inmueble próximo. Allí ofreceré una relación aproximada de su elenco de trabajadores, buena parte de ellos conocidos del lector. En la barra estuvo cinco años antes de pasar a camarero de comedor (en 1986 obtuvo su título de Maître d´ Hotel con la calificación de sobresaliente). Eran los dorados años del cine en Almería, por lo que no fue práctica común ver sentarse en la mesa a degustar la exquisiteces del Imperial -gloria bendita en la que el marisco y las carnes selectas era el plato rey ¡ay, aquellos bufet fríos de Navidad!- a Peter O´Toole o Brigitte Bardot (aún conserva el encendedor de oro que le regaló), Anthony Quin o Sergio Leone. Cada uno con su anécdota… y una cuantiosa propina en dólares (aquí o cuando cenaban en el camping de Torrecárdenas al que acudía Pancho). Aunque para propinas las del director del Banco de Bilbao, José Cuevas, en las dos comidas anuales que ofrecía a clientes y empleados ¡4 o 5 mil pesetas!; o las del concesionario de Citroen, por citar sólo dos ejemplos. Aquí hicieron parada y fonda (bueno, para fonda, el Hotel Simón) ilustres visitantes, incluido el mundo del espectáculo: Lola Flores y Caracol, Sara Montiel y Pepe Marchena, Farina y Fosforito, Antonio Molina (con una pareja de guardias en la puerta para contener a sus admiradores). Y prácticamente todos los artistas que actuaron en Festivales de España y Cenas de Gala, por Feria, en La Alcazaba. Entre ellos Antonio el Bailarín y un incidente, con amago de plante laboral, al no dejar pasar a la fortaleza a la esposa de Pancho por no llevar esta el preceptivo traje largo de noche. Por ahora vale. Salud y suerte.
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