Morirse en el apagón

El apagón ha dejado un largo anecdotario y también historias sobrecogedoras en situaciones complicadas como el fallecimiento de un ser querido cuando no hay luz, ni internet ni medios para poder contactar con familiares y amigos.

Las pérdidas ya son duras de por sí y afrontar la organización del velatorio y el funeral no es plato fácil para nadie en situaciones de normalidad. La muerte no entiende y llega cuando quiere, poniendo a prueba en esta jornada totalmente atípica la templanza de los familiares y la capacidad de respuesta de los servicios fúnebres, que en la capital almeriense tuvieron que seguir prestándose en este lunes.

Una de las familias narra la odisea que ha vivido en la capital almeriense para poder despedirse de su padre, que fallecía pocas ahora antes de producirse el apagón. La certificación de la defunción fue compleja, con disparidades entre la aseguradora, la empresa fúnebre contratada y el 061, en medio ya de un caótica comunicación, que también les impedía dar aviso a las amistades sobre el fallecimiento de una persona muy conocida y querida en Almería, por lo que el boca a boca de antaño volvía a hacer esa magia para el arrope de la despedida. Incluso pudieron llegar desde Madrid a tiempo algunos familiares. Otros, sin embargo, se quedaron atrapados en la capital española al verse afectados por las restricciones en materia de seguridad vial decretadas.

La falta de suministro eléctrico afectó a los ascensores, otra complicación añadida pues el fallecido residía en la planta octava de un céntrico edificio por lo que hubo que recurrir a las escaleras.

Los tanatorios han hecho uso de generadores para poder seguir prestando sus servicios, aunque con una iluminación mínima y un servicio de cafetería de consumiciones ‘frías’. Aun sin esquelas en la prensa, también afectada por el apagón, el funeral pudo celebrarse ayer con el calor de la compañía merecida en un tanatorio repleto.