La muerte en la Literatura Flamenca

Poesía. La Literatura presta al flamenco un ingente caudal poético para ser cantado. El cantaor/a se nutre de métricas variadas para poder expresar libremente su capacidad interpretativa

La muerte en la Literatura Flamenca
La muerte en la Literatura Flamenca
Antonio Sevillano

09 de febrero 2014 - 01:00

ADEMÁS de la conferencia de Félix Grande y la clausura por Juan Peña "Lebrijano" de las III Jornadas Literarias "Flamenco y Poesía" que comentaba ayer, en esos tres días (26-29 marzo, 2007) tuvo cabida la presentación del libro dedicado al guitarrista Niño Ricardo, exposición fotográfica de Antonio Jesús García, sendos recitales de cante y toque y mesas redondas. En una de ellas, mi aportación fue el texto debidamente revisado que hoy publico. Un fenómeno antropológico y cultural, el de la Muerte, recurrente como pocos en el cancionero popular y presente en prácticamente todos los "palos" interpretados, a excepción, claro, de los llamados festeros: alegrías, cantiñas, bulerías o tangos

LITERATURA

La Literatura presta al flamenco un ingente caudal poético para ser cantado. El cantaor/a se nutre de rimas variadas desde donde poder expresar su capacidad interpretativa. Coplas de tres, cuatro o cinco versos como soporte de las distintas vertientes que configuran el frondoso árbol estilístico: soleares y seguiriyas, fandangos y malagueñas, peteneras, polos y cañas, tarantas y tarantos... Voz, guitarra y copla conjugando el triunvirato perfecto del Arte musical andaluz por excelencia, declarado Patrimonio de la Humanidad. Y en todo ese ubérrimo corpus lírico, conceptos, vivencias y sentimientos que se repiten hasta la saciedad: amor y despecho, celos y traición, alegría y llanto, penas y tristeza, risa y chanzas, madre y familia, hombre y mujer, vida y muerte. La Muerte como algo consubstancial al ser humano, fin corporal y duda metafísica, resignación o desesperanza, religión y superchería... Desde las plumas culta y popular, en especial esta última, que cultivaron la Poesía hasta la espontaneidad del trovero aficionado, siempre la hallamos presente.

Recogida en el romancero tradicional español. En la vasta y poco ponderada obra (Cancionero) recopilatoria de Rodríguez Marín; en Colección de Cantes Flamencos, de Antonio Álvarez Machado "Demófilo", o en la semidesconocida La Copla Popular Andaluza, tesis doctoral de la almeriense exiliada Mercedes "Kalinka" Pradal (hija del diputado Dº Gabriel y hermana del pintor Carlos), laureada en la francesa Universidad de Toulouse y la primera concerniente al flamenco leída ante tribunales académicos de Francia o España.

Por razón de espacio reflejaré sólo un mínimo muestrario de ellas. Emilio Castelar, presidente de la Iª República y elocuente orador gaditano, arribó a nuestra provincia allá por abril de 1874; tras visitar la capital continuó por el valle de Dalías, camino de Berja, donde escuchó a un joven campesino esta canción inolvidable por su tristeza ¿Taranta?:

Ya no tengo quien me libre,

más que las tristes campanas:

en muriéndome esta noche

me entierran por la mañana

Y en honor de la insobornable ética y recto proceder de otro presidente republicano, al alhameño Nicolás Salmerón y Alonso, dedicaron esta otra letra por Tarantos (de autor para mi desconocido), inspirada en las revueltas Cantonales del siglo XIX y su negativa a firmar penas de muerte a oficiales de Marina sublevados:

De Alhama de Almería,

tierra donde él nació,

de Alhama de Almería.

Don Nicolás Salmerón

hombre de sabiduría,

por no matar dimitió

Seguimos en Almería la Seca y en un cante singular, la Petenera. Enigmático en sus orígenes ¿almerienses?, intérpretes y encasillamiento estilístico. Lo recoge "Demófilo" y nosotros respetamos la grafía original:

En er simenterio entré.

Le dije ar sepurturero

si hay un sitio señalao.

¡Soleá, y más soleá!

si hay un sitio señalao,

pa aquel que muere queriendo

CANCIONERO

Además de la Política, la Milicia se vio reflejada en coplas de ciego y romances de cordel. Los generales Torrijos y Riego son buena muestra de ello. Su talante progresista, frente a la carcundia monárquica, y el decidido empeño por recuperar elementales libertades públicas, caló en las masas. Y el pueblo supo, y quiso, honrarles de forma desgarrada y sincera, por soleares y seguiriyas.

Doblaron las campanitas

de San Juan de Dios;

como mataron a Torrijo er valiente

¡Miren que doló!

Er día que en capiya

metieron a Riego,

los suspiros que daban sus tropas

yegaban ar sielo

Pero también se adentró por soleares de cuatro versos en la poética flamenca un exquisito poeta sevillano, Gustavo Adolfo Bécquer, en La Venta de los Gatos. O en la seguiriya que borda Calixto Sánchez:

Despertaba al día

y en su albor primero,

con sus mil ruidos

despertaba el pueblo.

Ante aquel contraste de

vida y misterio,

de luz y tinieblas,

yo pensé un momento:

¡Dios mío, que solos

se quedan los muertos!

En er carro de los muertos,

ayer pasó por aquí,

yebaba la mano fuera...

por eya la conosí

Valgan igualmente estos tres sentíos fandangos de Paco el Americano y Pepe Pinto:

Que pena tendrá aquel preso

que le mandan a decir

que su madre se le ha muerto

y no le dejan salir

a darle el último beso

Llamé a la Muerte y le dije

que viniera y me llevara,

y me contestó la Muerte

que sufriera y que esperara…

¡Y así sufro por quererte!

El ritual mortuorio es ampliamente refrendado en los mal llamados "cante de las Minas o de Levante", es decir, los "cantes por Tarantas". El barreno y el hospital se dan la mano que conduce al camposanto; al accidente laboral ocurrido en la negra galería con desenlace. Trágica e injusta, miserable y achacable, sólo, a un sistema productivo feroz en el que la vida de un trabajador valía, o se cotizaba, al precio que dictaba el desalmado (sin alma) propietario o el "partidario" arrendador. Posiblemente, el hospital de Cartagena sea el centro sanitario español que más muertes registró por la explosión de dinamita, hundimiento o derrumbes en el tajo. Con media docena de coplas acabo, aunque podríamos extendernos hasta la saciedad:

Date prisa tartanero,

por llegar pronto a La Unión,

que en el hospital minero

se está muriendo mi hermano

de la explosión de un barreno

Acaba, penita, acaba,

acaba ya de una vez,

que con el morir se acaba

la pena y el padecer

De cuatro hermanos que somos,

tres han perdío la vida

entre el barreno y el plomo,

bajo el suelo de Herrerías

y en la mina de los Momos

Trabajando en una mina,

ví desplomarse un peñón,

le dio la muerte a mi hermano

y sufrió mi corazón

Por tu madre, compañero,

corre y dile tú a la mía

que un barreno traicionero

a mi me ha quitao la vía

y pensando en ella muero

Para carretero, para,

siquiera por caridá,

que en la mina del Romero

acaban de asesinar

al hermano que más quiero

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