La muerte cumple condena
El lado oscuro de Almería
Durante la década de los noventa, el centro penitenciario de El Acebuche sumó a su negra lista de fallecimientos por sobredosis un notable número de muertes violentas en extrañas circunstancias
DURANTE los años noventa, concretamente entre 1990 y 1994, en ese corto espacio de tiempo en las instalaciones del centro penitenciario de Acebuche se produjeron cinco muertes violentas. Junto a una fuerte espiral de muertes por sobredosis, en esa década la prisión almeriense, lideró un triste récord en todo el país en lo que a fallecimientos de internos en extrañas circunstancias. Años complicados, cuando la cárcel almeriense, tercera en extensión de Europa entonces- albergaba un elevado numero de presos de primer grado y de alta conflictividad nada que ver con la situación que en la actualidad se vive en el centro.
Dentro de ese capítulo de muertes violentas, el primer caso se registró a mediados del mes de febrero de 1990. José Pablo Amador conocido como "El Coton" murió al ser atacado por otro recluso, Miguel Guerrero quien le machacó la cabeza con la pata de la mesa en la que otros internos jugaban al dominó. El homicidio se produjo cuando se encontraba viendo la televisión en el salón de ocio del módulo 4. La victima, llevaba un par de meses ingresado tras detenerle la Policía por considerarle el autor de numerosos robos a punta de navaja a mujeres y hombres mayores que acudían a visitar a sus familiares en el cementerio de la capital.
El 8 de abril de 1991 murieron en Sevilla, en la Unidad de Quemados del centro Sanitario Virgen de las Reyes, los internos de la prisión provincial de Acebuche, Miguel Ángel Peralvo de 31 años de edad y Luis Ruiz Crespo de 29 años trasladados hasta el centro sevillano con graves quemaduras, al originarse un virulento incendio al prender fuego uno de ellos en la celda que compartían en el módulo 9 del centro penitenciario.
Días antes habían mantenido un enfrentamiento en la propia celda aunque en aquella ocasión la inmediata intervención de los funcionarios impidió que la disputa tuviese mayores consecuencias.
En la pelea que ocasionó la muerte de los reclusos, uno de ellos prendió fuego a la colchoneta de una de las camas lo que provocó a los pocos minutos una profunda y densa humareda y cuyas llamas ocasionaron terribles quemaduras a los dos presos que le afectaron a un noventa por ciento de su superficie corporal.
También en el siniestro resultó herido muy grave con quemaduras de primer y segundo grado el recluso Juan Miguel Rodríguez aunque afortunadamente logró salvar la vida tras permanecer unos meses hospitalizado en la UCI del hospital médico de Torrecárdenas.
Pese al esfuerzo de los funcionarios por sofocar al incendio y rescatar a las victimas de las celdas no pudieron evitar que las llamas envolvieran rápidamente a los reclusos provocándoles las heridas de muerte.
Bernardo Robles de 57 años de edad recluido en Acebuche fue asesinado durante la madrugada del 31 de agosto de 1993. Su muerte al principio se vio envuelto en una serie de incógnitas que fueron posteriormente despejadas con la detención de los autores del crimen.
El cuerpo sin vida de Bernardo Robles fue descubierto en su celda a primeras horas de la mañana por los funcionarios de servicio durante la fase de recuento.
Según determinó la autopsia y los signos externos de violencia que presentaba el cadáver, el recluso fue estrangulado posiblemente con una toalla u otra prenda de características similares aunque se trató de dar la apariencia de que la victima se había suicidado.
Las investigaciones posteriores por las autoridades de Instituciones Penitenciarias e iniciadas a raíz de que fuesen hallados restos de pasta de dientes en las zapatillas deportivas de dos internos alojados en otra celda próxima fue el elemento clave para esclarecer su asesinato. Los reclusos pisaron descuidadamente un tubo de pastas de dientes que en la corta confrontación con la victima cayó al suelo dejando un pequeño rastro que conducía hasta los asesinos.
Juan Miguel López ingresó a primeros del mes de agosto de 1993 en Acebuche. El día 17 de ese mismo mes, durante un vis.-a-vis con su madre el joven le comentó que había visto como entraba droga en la prisión y que la persona que recibía la droga le amenazó. El 31 de agosto le comenta a su madre que si no habla con los funcionarios de la prisión o el juez de vigilancia, la próxima victima sería él. A pesar de solicitarlo, no se permite a la madre entrevistarse con las autoridades penitenciarias
La noche del 2 de septiembre, la madre de Juan Miguel López recibe la noticia de que su hijo ha muerto como consecuencia de una sobredosis. La familia, que no aceptó la versión oficial y solicitó la práctica de una nueva autopsia realizada por el Dr. Frontela. Los resultados de la autopsia practicada por este doctor fueron radicalmente opuestos a la versión oficial. El recluso no falleció por sobredosis o adulteración de sustancias estupefacientes. La muerte se produjo, según esta autopsia, cuando una o varias personas introdujeron su cabeza en una bolsa de plástico muriendo como consecuencia de una asfixia mecánica. Además el joven presentaba una herida punzante en la región lumbar media y tres infiltraciones hemorrágicas contiguas situadas en la región lateral del cuello, lo que según el profesor Luis Frontela fueron estas heridas las que le ocasionaron la muerte.
El ultimo caso, en aquellas fechas, tuvo como triste protagonista a Antonio Ruiz Medina de 31 años de edad natural de Málaga quien murió violentamente la tarde del 5 de abril de 1994 cuando se encontraba en la sala de ocio del módulo 3 del centro penitenciario en unión del resto de compañeros.
Antonio Ruiz Medina estaba clasificado en fase de segundo grado y tenía un destino fijo de trabajo en la prisión. Otro interno del mismo módulo, identificado como Rafael J.M. de 26 años de edad, que también resultó herido tras mantener una breve discusión con el fallecido, le apuñaló violentamente causándole la muerte en el acto.
En la agresión intervino además José J.M. hermano del autor material del apuñalamiento quien se autoinculpó del crimen La disputa al parecer por una cuestión banal, se inició a las cinco menos veinte de la tarde, quince minutos después de que los internos del modulo saliesen de sus celdas para pasar las horas de ocio en el patio y sala de televisión.
Rafael J.M. natural de Valencia que se encontraba en calidad de preso preventivo, utilizó un pincho casero fabricado a través de un tenedor, que le clavó a su victima en el pecho a la altura de la tetilla izquierda atravesándole el corazón. El "rudimentario" cuchillo lo llevaba oculto entre la ropa interior.
El agresor calificado de primer grado estaba condenado a diversas penas, entre ellas por robo y lesiones de carácter grave.
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