Antes muerto que VIVO

01 de agosto 2011 - 01:00

QUIZÁS se trate de uno de los casos más brutales, siniestros y sádicos de todos cuantos crímenes se hayan podido registran en la provincia de Almería durante los últimos treinta años, aunque posiblemente no tuviera una gran expectación mediática eclipsado ante otros hechos acaecidos en la provincia en fechas cercanas. La fría mañana del 7 de noviembre de 1980, un grupo de personas que conducían a pastar su ganado a las afueras del núcleo urbano de Antas fueron los primeros en descubrir el cuerpo sin vida del vecino de Vera, Juan Aguilera Cabrerizo, un hombre de 63 años de edad natural de la localidad granadina de Huéneja y que llevaba ya varios años residiendo en la localidad veratense.

Su maltrecho cuerpo se encontró acribillado a tiros y calcinado. Apareció en las inmediaciones del cortijo El Estuche ubicado en el paraje de Los Alberdinales, apenas una hora y media después de haber sido cruelmente asesinado.

La infortunada víctima iba indocumentada y presentaba quemaduras de primer y segundo grado en un noventa por ciento de su superficie corporal. A su lado, a escasamente metro y medio, fue hallada una lata de cinco litros con restos de gasolina. Según se pudo determinar a lo largo de las investigaciones llevadas a cabo por la Policía Judicial de la Guardia Civil, el sanguinario y anónimo criminal tras vaciar el cargador de una pistola FN calibre 7,35 sobre Juan Aguilera Cabrerizo tuvo la sangre fría de rociar su cuerpo con gasolina -quizás aún la victima estuviese con vida- para a continuación prenderle fuego al cadáver con la clara intención de hacer desaparecer el cuerpo.

Tras el macabro descubrimiento, un poco más tarde una patrulla del COS de la Guardia Civil desplazada desde el acuartelamiento de Vera, recogió las primeras pruebas del crimen una vez acordonada la zona para evitar que las huellas o restos hallados junto al cadáver pudieran ser contaminadas.

Según relataron los pastores a la Guardia Civil, cuando se encontraban por estos parajes cuidando el ganado, a una cierta distancia vieron llegar un coche hasta la zona del que se apearon dos personas. Los pastores no le dieron importancia a tal circunstancia ya que creyeron que podrían ser dos cazadores, aunque desde lejos- más de doscientos metros-no pudieron distinguir claramente si estas personas llevaban o no armas de fuego.

Unos minutos más tarde fue cuando empezaron a escucharse las detonaciones alarmando a los pastores por la rapidez en las que sucedieron. No pudieron aportar más detalles, sobre las características morfológicas de estas dos personas, excepto un detalle, el color del vehículo. Esta observación, por parte de uno de los pastores de mayor edad posteriormente sería clave en el trabajo llevado a cabo por la Guardia Civil para la resolución del caso.

Sí advirtieron, que poco después de las detonaciones, solo uno de ellos llegaba hasta el coche, arrancándolo y desapareciendo de inmediato y a toda velocidad del lugar. Movidos por la curiosidad y con el presentimiento de que algo grave pudo haber pasado se desplazaron con el ganado hasta unos trescientos metros del cortijo donde allí encontraron el cadáver.

Para conocer la identidad de la victima le fue practicada la reseña necrodactilar al cadáver y enviada hasta Madrid a la Dirección General de la Guardia Civil por lo que unos días después se conoció la filiación completa de la victima a quien también se le conocía popularmente en aquellos pagos como "el hombre de los molinillos de algodón". Una vez practicada la autopsia, los informes de los médicos forenses aportaron datos concluyentes acerca de cómo se produjo la violenta muerta.

Iniciada la investigación, la Guardia Civil comprobó que la victima, un día antes de producirse el horrendo asesinato había mantenido una violenta discusión con una persona, vecina de Garrucha, apodado "El Picante" y residente en Vera. Pronto verificaron los agentes que el color del coche descrito por los pastores y el del sospechoso coincidía. Con esta débil prueba y con infinita paciencia, los agentes sostuvieron la acusación sobre esta persona, identificada como Juan Fernández de 46 años, quien no tardó en confesar la autoría del crimen, al presentarle la Guardia Civil la pistola homicida que le había entregado a un sobrino suyo dándole instrucciones claras, para que enterrase el arma y la hiciera desaparecer.

Según su propia confesión, Juan Fernández llevó en su coche a la victima tras encañonarlo con una pistola a la salida de un bar y bajo la amenaza del arma obligarle a subir a su coche y conducirlo hasta el paraje de Los Alberdinales. Al parecer el móvil del asesinato pudo ser una planeada venganza.

Juan Aguilera, el fallecido, sostenía relaciones amorosas con una sobrina del homicida. Esta relación provocó que unos meses antes la madre de la muchacha-hermana del presunto asesino- se suicidase cuando se enteró de estos amoríos. Esta fue, al menos la versión oficiosa que en su día trascendió por la zona.

Varios meses mas tarde celebrado el juicio, la Audiencia Provincial de Almería condenó a Juan Fernández a la pena de 24 años de reclusión mayor por un delito de asesinato en primer grado.

Un mes después, la firma de unos documentos para solventar el tema de una herencia se convirtió en el detonante que provocó la muerte de María García Sánchez, una mujer soltera, de 70 años de edad, quien vivía en un cortijo solitario en el paraje de "Mesa Roldan" entre la barriada de Aguamarga y Carboneras.

El hecho se conoció el 16 de diciembre de 1980. Una vecina fue quien la echó en falta. María García cada dos días solía acudir al cortijo de su amiga a recoger el pan o alguna otra compra y llevaba ya unos días sin ir por la vivienda. Pensando que pudiera estar enferma, la mujer se presentó en el cortijo para interesarse por su estado. Al llegar se dio cuenta de que la puerta de entrada a la vivienda estaba entreabierta, por lo que pensó que todo estaría normal penetrando en el interior de la casa. Nada mas cruzar el umbral, se topó con el cuerpo inerte de la anciana tumbada boca abajo junto a una pequeña chimenea. El cadáver ya se encontraba en estado de descomposición, aunque aún se podían apreciar señales en la zona torácica, como de quemaduras. El cuerpo inerte de María García, en medio de un charco de sangre tenía todas evidencias de haber sido asesinada. La cabeza estaba totalmente destrozada.

Veinticuatro horas más tarde, la Guardia Civil resolvió el crimen. Fue detenida Ana Méndez de 52 años de edad, viuda y cuñada de la fallecida como autora del asesinato que vivía a escasos kilómetros en otro cortijo en el paraje de Las Ventorrillas.

El motivo fue la disconformidad del reparto de una herencia por la que ambas litigaban. El hecho según confesó la detenida a la Guardia Civil se produjo el 10 de diciembre sobre las siete de la tarde, después de mantener una violenta discusión que la agresora zanjó propinándole a su cuñada un fuerte golpe en la cabeza con una barra de hierro abandonándola malherida, muriendo desangrada.

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