Las mujeres de Federico García Lorca rompen su silencio
Cultura
El emblemático autor granadino dio vida a varias grandes mujeres a tarvés de sus obras
Enamorados de Andalucía
Va para noventa años desde aquel siniestro amanecer del 18 de agosto de 1936. Aquel día Federico fue fusilado a las cinco menos cuarto de la madrugada. No estuvo solo, lo asesinaron junto a dos banderilleros de nombres Francisco Galadí Melgar y Joaquín Arcollas Cabezas, conocidos en la zona de Alfacar, ambos sindicalistas anarquistas de la CNT que compartieron fosa común con el poeta y con el maestro cojo y republicano Dióscoro Galindo, como víctimas de la represión franquista.
Fue la suya una muerte premeditada, perpetrada por alimañas sin conciencia ni corazón. El pobre de Federico, como nos recuerda en uno de sus libros Lluis Pasqual, era una persona ingenua, confiada y cordial, con amigos en ambos bandos de aquella España de odio, hambre, analfabetismo y venganza, por eso, cometió el fatal error de volver a casa de sus padres, pues en ningún momento pudo imaginarse que iban a por él.
Se la tenían jurada y en vendetta por las historias de su tierra andaluza contadas en dramas como “La casa de Bernarda Alba”, “Yerma”, “Doña Rosita la soltera”, “Mariana Pineda” y en los campos de Níjar, “Bodas de sangre”. García Lorca se apoyó en historias reales de su querida Andalucía, que le dolía por las injusticias que padecía, no solo económicas sino más profundas, existenciales. Esos personajes –Bernarda, Yerma, Rosita y la novia- en carne viva, eran matáfora de una tierra hermosa y a la vez desesperada.
El personaje más importante en los dramas lorquianos, es la mujer. Si, la mujer, pero en una fase estable de frustración emocional. Todas ellas nos presentan grandes pasiones de mujeres insatisfechas, de mujeres con grandes sueños y grandes ideales, que jamás se llegan a realizar. Mujeres encendidas de deseos que nunca se satisfacen y que presentan en sí, una misma inquietud y un mismo anhelo. Junto a esas mujeres el universal poeta y dramaturgo nos exhibe al hombre como elemento sostenedor de la pugna que se despliega y a donde se dirigen todas las esperanzas y anhelos perdidos, que al no lograrse acaban por transformarse en sentimientos y emociones de frustración total.
Uno de los motivos que tal vez nos ayude a entender la afección que Lorca siempre sintió por la mujer, proviene quizá, a través del inmenso cariño que a su madre le unió.
Bernarda Alba
Severa, tiránica y controladora. Es la guardiana de la honra de sus hijas y su bastón rodeado de espinas es símbolo de mando y reflejo del sufrimiento que le hace padecer a las mujeres que le rodean, obligadas a vivir el luto encerradas en casa. Le preocupa el qué dirán, la mirada ajena, los murmullos del pueblo. Piensa que la única salida decente es el matrimonio y que las mujeres han venido al mundo a sufrir. A veces resulta abominable, pero oculta mucho dolor y lucha por lo que cree bueno para todas.
Yerma
Representa la tragedia de la mujer estéril. Tiene que lidiar con un conflicto interior y se ve consumida por un deseo frustrado, angustiada e infeliz porque cree que, a diferencia de los hombres, que tienen otras vidas, la finalidad de las mujeres no es otra que la de ser madres. Por eso, no tener hijos es tanto como ser una mala mujer. Aquí se lleva al extremo la obligación social impuesta a las mujeres, una carga presente en los mandatos de la sociedad patriarcal.
Doña Rosita
De aires románticos, parece que ha tenido una vida más dulce que el resto de las mujeres y que no ha sufrido la violencia que han experimentado las demás, pero su trayectoria también es muy amarga. A través de ella, García Lorca habla del desprecio a las solteras. Por eso, lo que Doña Rosita le pide al dramaturgo en el libro es estar “soltera de verdad”, sin el peso de las habladurías y el reproche social. Curiosamente, todavía hoy sigue habiendo una desconfianza hacia las mujeres que deciden no casarse.
Mariana Pineda
Víctima de la represión en la Granada de 1831 por bordar “Libertad, Igualdad y Ley” en una bandera, esta mujer inspirada en un personaje real no solo desafía la norma social sino la política, enfrentándose al sistema. Por eso es condenada. Defiende la conquista de la libertad, concepto muy manido e interpretado desde el punto de vista masculino, y encarna a esas mujeres que desde la Revolución Francesa levantan la voz para reclamar igualdad de derechos para la mitad de la población marginada de ellos.
Los Campos de Níjar en la obra del inmortal Federico: Bodas de Sangre
Al inicio del drama, el Novio hace los preparativos para el casamiento con la Novia con gran entusiasmo. La Novia parece alegre. Sin embargo, al estar sola, no muestra ningún interés por el matrimonio porque no ama al Novio. Su amor verdadero se llama Leonardo, que fue su novio, pero terminó casándose con su prima. Mantienen una relación secreta y se ven a escondidas. Llega a la cita con el resto de personajes descalza y despeinada, un tanto salvaje tras andar por las montañas, y con la mirada perdida. La pureza, representada en la corona de jazmines, se mezcla con la culpa que carga por haberse escapado el día de su boda. Una disputa al alba termina con su novio y su amante asesinados a tiros por el hermano del novio y desde entonces sola y repudiada. Esa culpa se va desvaneciendo a medida que las mujeres hablan y comparten experiencias. Al final, la Novia vuelve a la casa del Novio solamente para pedirle a la Madre que la perdone.
Este enredo criminal y endogámico ocurrió en julio de 1928 en cortijo del Campo de Níjar, donde, como una tragedia naturalista, inducen al crimen el calor sofocante, la sordidez y la avaricia urdidora de matrimonios de conveniencia para ampliar las tierras, secarrales agrietados que apenas producían algo de esparto.
Casi noventa años después, su palabra, fuente de vida, seguirá vibrando, inmortal, para deleite y regocijo de todos los amantes de la literatura. “Como no me he preocupado de nacer, no me preocupo de morir“.
“Quiero dormir un rato, un rato, un minuto, un siglo; pero que todos sepan que no he muerto; que hay un establo de oro en mis labios; que soy un pequeño amigo del viento del Oeste; que soy la sombra inmensa de mis lágrimas”.
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