La 'tumba' en recuerdo del naufragio del Jaime y Bárbara, apuntalada y olvidada

El 18 de julio de 1971, una sepultura de mármol era bendecida por el párroco de San Roque, en el cementerio de la capital. En su interior no había cuerpos que cobijar porque el lugar de su adiós había sido en el mar. Se trataba de un homenaje póstumo a los 12 pescadores del Bárbara y Jaime. Sus vidas terminaron en el transcurso de una lucha contra un enorme temporal el 15 de febrero de 1971. Como tantos y tantos trabajadores de este oficio, su forma de vida esconde peligros contra los que a veces se puede luchar y, otras, no. El recuerdo que queda de ellos, en muchos casos, es el de una imagen o, como en este caso, un recuerdo sobre algún soporte como el que se instaló en el cementerio.

En la actualidad, esta especie de tumba si nadie a quien guardar en su interior se encuentra totalmente deteriorada dentro del campo santo de San José, a la izquierda del paseo central, a pocos metros de la entrada principal. Sobre la placa en mármol, rematada por la cruz, un ancla en bajorrelieve, doce nombres de varones grabados. La parte frontal ha tenido que ser apuntalada de forma improvisada con un palo de madera para evitar que el deterioro continúe despegandola para que no caiga al suelo. La base sobre tierra donde reposan las flores se ha convertido en un espacio donde reposan signos de ofrendas anteriores con las nuevas, ofreciendo una imagen de desaliño.

Para poner fin a esta imagen, vecinos de Pescadería solicitan su arreglo y el cambio de ubicación hasta el barrio, con el fin de poner en valor el recuerdo de la gente que ha perdido la vida en el mar, pues estas doce personas que fallecieron en el Jaime y Bárbara residían en Pescadería y, de esta forma, para que sirva como homenaje a todos aquellos que han perdido su vida realizando un trabajo duro e impagable como el que es echarse al mar aun sabiendo del riesgo que supone enfrentarse a un elemento que se rige por las fuerzas de la naturaleza.

En cuanto a lo sucedido, tal y como narra el periodista almeriense José Ángel Pérez, hay que remontarse a las 23:15 horas del 15 de febrero de 1971, momento en el que la sala de control de la Comandancia Militar de Marina de Almería comienza a recibir la llamada de socorro del equipo de radio del Bárbara y Jaime, que ya se encontraba en peligro. La comunicación se entrecortaba, así que se hubo de realizar en varias fases hasta que se comenzaron a recoger los primeros datos sobre la posición en la que se encontraba la embarcación. Temen que el barco se vaya a pique, pues se encuentran en medio de un gran temporal. La comunicación no dura mucho más y se corta, aunque desde la Comandancia tratan de recuperar desesperadamente y seguro que desde el barco también.

La noche no era una buena amiga y la previsión del tiempo no era mejor, empeoraba la situación. El Bárbara y Jaime estaba ya a la deriva. Era prácticamente imposible enderezarlo. A pesar de la experiencia y saber de los tripulantes, las olas superaban los 10 metros de altura. No se tiene constancia alguna sobre cuántas horas estuvieron luchando contra el temporal, pues la comunicación no volvió a existir. Sin embargo, sí que se siguieron transmitiendo órdenes, sugerencias o consejos desde la emisora a pesar de no tener respuesta. No pasó demasiado cuando se dio la orden de partir para realizar el rescate a los buques Poseidón y Eolo, a demás de pedir colaboración a todas las embarcaciones que se encontraban navegando entre Cabo de Gata y Garrucha. Cuando finalmente llegan los primeros barcos, apenas quedan unos cuantos recuerdos del barco flotando sobre el mar, este no quiso dejar más señales de lo que había sido el Bárbara y Jaime.