Níjar y la Cartuja de Sevilla
Cultura
¿Cuál es la conexión entre una de las fábricas de artesanía y loza más emblemáticas de Europa con una larga tradición de doscientos años con el bello pueblo almeriense de Níjar?
La moda y la artesanía de Almería ya tienen su propia marca: Talento Almeriense
Hace unos días supimos del inminente cierre de la Cartuja de Sevilla, una de las más emblemáticas y reputadas fábricas de loza de Europa -orgullo de Híspalis y de la industria española durante casi dos siglos- acuciada hoy por sus problemas en Hacienda y la Seguridad Social. Con su despedida, muere también un trocito de la Historia de Almería.
La Cartuja nació gracias al ingenio de Carlos Pickman, un emprendedor inglés afincado en Sevilla, donde arribó para continuar la labor comercial de cerámica y cristalería establecida por su familia en Cádiz a principios del siglo XIX.
Su idea era simple: en lugar de importar la delicada loza de Inglaterra o China, fabricaría una mejor en estos lares. A tal fin, en 1839 adquirió el monasterio de Santa María de las Cuevas, en la isla de la Cartuja, abandonado tras la desamortización de Mendizábal, y lo transformó en fábrica a la que trajo medio centenar de maestros británicos conocedores de la producción industrial de cerámica.
Pocos saben hoy que, como materia prima para la elaboración de su loza, Pickman escogió las arcillas del campo de Níjar; tal fue su empeño en esto que, para asegurarse el suministro, a fines de 1840 obtuvo una Real Orden por la que se le concedía aquí una demarcación de “tierras aluminosas, silíceas, refractarias y plásticas” con destino a su establecimiento de Sevilla, tras salvar incluso la oposición del propio Ayuntamiento nijareño, que le negaba la concesión seguramente por parecerle insuficientes las tasas y el pago del 5 % del valor de lo que se extrajera.
Con esta seguridad, al inicio de 1841, se ponían en marcha los hornos de la compañía La Cartuja-Pickman que ya no pararían de producir exquisita loza hasta el día de hoy.
Pero ¿por qué escogió el inglés esas tierras de Níjar en lugar de optar por las de otras canteras más cercanas a Sevilla y mejor comunicadas? Aunque seguro Pickman conocía la riqueza mineral almeriense por sus compatriotas dedicados a su extracción, así como la milenaria tradición alfarera de Níjar, lo cierto es que fueron dos ingenieros de Minas aquí destinados, Ramón Pellico y Amalio Maestre, los que le convencieron de su idoneidad tras enviarle unas muestras de caolines obtenidas en unas antiguas y abandonadas excavaciones que hallaron en la zona de Rodalquilar y que, sin lugar a dudas, estuvieron destinadas en la antigüedad a la fabricación de loza, según aseguraban esos técnicos en unos “Apuntes” suscritos en Adra el 28 de marzo de 1840.
Aquello fue posible gracias a una Real Orden de Fernando VII, de 1833, por la que se establecían las reglas para hacer calicatas en los terrenos a fin de descubrir producciones minerales para la fabricación de cerámica, dada por el entonces ministro de Fomento, nuestro célebre conde de Ofalia -a quien se le atribuye el impulso para la creación de la provincia de Almería en detrimento de su primer valedor, el almeriense conde de Torre Marín-
Al poco de iniciar la producción, Pickman ya había perfeccionado la fórmula de su loza elaborada con tierras nijareñas; desde entonces, la fama de ambas sería inseparable. El caolín de Níjar fue uno de los productos seleccionados para representar a Almería en la Gran Exposición Universal de Londres de 1851, al tiempo que la Cartuja de Sevilla obtenía sus primeros premios nacionales e internacionales, a los que después sumaría su distinción como proveedora de la Real Casa, siendo agraciado su fundador con el título nobiliario de marqués de Pickman por su destacada contribución a esta industria. Inevitablemente, el renombre de La Cartuja hizo que fábricas de otros muchos lugares demandaran también las tierras nijareñas.
Ya Madoz, en su Diccionario, había ponderado la tierra blanca de Níjar y destacado su superioridad frente a las usadas en Inglaterra, cuando la actividad fabril del antaño monasterio cartujano producía más de 250.000 docenas de piezas cerámicas.
Casualmente, esas vajillas de La Cartuja se vendían en Almería en el famoso Bazar “El León” de la calle de las Tiendas, fundado en 1865 por el comerciante y político nijareño Jerónimo Abad Sánchez, quien tenía importantes negocios mineros y se decía dueño de las salinas de Cabo de Gata.
El aumento de la demanda de estas “tierras de porcelana”-o “tierra de la Cartuja”, como la llamaba Carmen de Burgos “Colombine”- que a fines del siglo XIX se embarcaban en la ensenada de San José, movió a descubrir y explotar nuevas minas de caolín en San José, Cala Higuera o Pozo de los Frailes, negocio al que se sumaron propios y extraños y que proliferó hasta 1947, año en que paró su actividad la mayor de ellas en Rodalquilar por ser superior la oferta a lo que entonces demandaba el mercado y por estar ya vueltas las miradas hacia la nueva fiebre del oro.
Desde aquí, comparto aflicción con los sevillanos por el triste desenlace de su más famosa fábrica, que parece cerrará las puertas para siempre. A los nijareños y almerienses nos queda el consuelo y ese pequeño orgullo de saber que la tierra de Níjar -protagonista silenciosa de los éxitos de Pickman- sigue hoy presente en los palacios reales, los museos y los hogares de medio mundo, dándole cuerpo y sostén a esas bellísimas piezas cerámicas de La Cartuja de Sevilla.
También te puede interesar
CONTENIDO OFRECIDO POR DIPUTACIÓN DE ALMERÍA