Y un nuevo escudo a gritos: la casa de Yanguas en Laujar

Almería

Escudos indignados al verse ignorados y con ellos los linajes que representan y lógico es su griterío sordo, angustioso, como en las pesadillas mientras nadie oye su voz heráldica

La casa de Yanguas en Laujar / José Luis Ruz Márquez
José Luis Ruz Márquez

Almería, 21 de marzo 2022 - 07:00

Hace poco estuve delante de la hermosa casa de la calle San Miguel y sigue igual, con unas capas más de cal que cuando la dibujé hace casi cuarenta años para mi libro Los Escudos de Almería; estaba entonces dedicada a carpintería y cuidada; por su blancura tenía, como hoy sigue teniendo, algo de fantasma, de ensabanada que insinúa bajo la cal el calor de su ladrillo original, las formas de los aleros, la galería, la portada… dejando tan solo ver hierros, ventanas y el escudo heráldico.

Y por encima de este un mascarón que parece hacer burla del cartel que han plantado en la esquina para información de visitantes curiosos, una idea buena siempre que lo sea su contenido; en este caso un tanto pedante, al describirnos lo que estamos viendo con nuestros propios ojos y encima haciendo referencia al ladrillo, la mampostería, molduras, cornisas, pilastras, hierros y maderas… con tal detalle que a explicar llega la composición geológica de la tierra launa del terrado en todo un alarde de extensión que se torna parquedad al hablar del escudo, del que dice, faltaría más, ser de los Yanguas... pero de estos ni una palabra.

El destino de esta casa se vio ligado a la supresión de los mayorazgos en el primer tercio del siglo XIX

Ya lo debí suponer cuando leí su cabecera: "La casa del Vicario", un título que le aporta a la vivienda connotación religiosa cuando de ella no tiene otra cosa que la vecindad con la iglesia. Como viene siendo norma en estos rebautizos no ya del vicario, sino del sursum cordam la hubieran hecho con tal de silenciar su origen. Un clásico. Y cuando protestas te dan razones del fuste de que allí vivió un vicario o unas señoras, que vivirían, un supuesto rey venido a menos, que jamás… todas inconsistentes por tontorronas y solo válidas en nuestra tierra, impensables en otros lares. Pongamos que hablo de Madrid: viviendo estuvo un presidente de la República en la morada más grande de España y a nadie se le ha ocurrido, por justicia, sentido común y buen gusto, llamar al Palacio Real la "Casa de Azaña"…

Ilustración del escudo de Laujar / José Luis Ruz Márquez

Se ha pasado de un ninguneo pasivo en el que no importaba casa ni nombre, desprecio total, a otro activo, parcial, con un interés por aprovechar la obra como ornato público, pero borrando la identidad del que la hizo, con tanto descaro que se llega a echar de menos el que no rija para estos edificios singulares los derechos de autor. Comprensible resulta que los escudos se indignen al verse ignorados y con ellos los linajes que representan y lógico es su griterío sordo, angustioso, como en las pesadillas y nadie oye su voz heráldica con la que claman por la vuelta de los cuervos al escudo oficial de Laujar, borrados por el propio ayuntamiento, o por el retorno a sus casas de los nombres de los que las hicieron en Fondón, en Fuente Victoria, en Laujar...

Seguramente en la mayoría de los casos estas moradas ya no figuren inscritas a favor de las familias de los hidalgos fundadores en el registro de la propiedad, pero lo están en otro registro, el histórico, del que no lo borrará jamás la trilería cabezona tan empeñada en afanar nombres que ríanse ustedes de la ley de expropiación forzosa de 1954 todavía en vigor y que Dios le dé salud y la mantenga que para esto de disponer de lo ajeno no se le hace ningún asquito a la legislación franquista.

Cómo los que mandan pueden y cuentan con voceros que falsean los registros siempre he pensado que más le hubiera valido a este tipo de obra ser, en vez de casa, pecado: tiempo le hubiera faltado al envidioso para decir el pecador y hoy brillarían desde donde deben y como merecen los Palomar, los del Moral… y por supuesto los Yanguas, a los que voy a dedicar las líneas que, cicatero, les ha negado el cartel turístico, plantado, con toda la geta, delante de su casa para hablar de ella... y de ellos no decir ni pío.

La trilería cabezona tan empeñada en afanar nombres que ríanse ustedes de la ley de expropiación forzosa de 1954

Ya esbocé la familia en mi libro Los Escudos de Almería, que yo no tengo empacho alguno en autocitarme, y a él remito a quienes quieran meterse en su árbol pues no es la botánica, y menos la genealógica, cosa apropiada para los artículos de prensa. Ni tan siquiera la abreviada como esta: el capitán Rodrigo de Yanguas, natural de Avilés y caballero de la Espada Dorada por carta de Juan II de 1415, fue cuarto abuelo de Pedro de Yanguas recibido por vecino noble en Jaén en 1628 y luego en Granada en cuya ciudad falleció en 1663, dejando de María de Soto, su mujer, entre otros hijos, a Diego, cuyo hijo Miguel de Yanguas Morales, fue en 1716 avecindado por noble en Fondón de cuya villa fue alcalde en 1738 su hijo Juan José; uno de estos dos fue el que pecó de buen gusto levantando la casa en Laujar para que sobre su morada fuera también escaparate de su nobleza y en ella puso el escudo de Yanguas que viene a ser como el de España pero al revés: león y castillo contra Castilla y León..

Ilustración de la fachada / José Luis Ruz Márquez

El destino de esta casa, como el de tantas, se vio ligado a la supresión de los mayorazgos en el primer tercio del siglo XIX lo que supuso su libre disposición a la hora de herencias y ventas y la consecuente decadencia... mientras el estado de hidalgos se confundía con el llano y viraba su nobleza a honoraria, tal como ha llegado hasta nuestros días: yo mismo tuve el placer de tratar en Laujar, en su casa de los Moya, a don Pedro Manuel de Montes Yanguas un acogedor hidalgo retardado con raíces maternas en esta hermosa casona, fantasma encalada de la calle San Miguel

No levantaron sus dueños las mansiones para que fueran de "godoyas", "vicarios" y "reyes chicos"… deberíamos preguntarnos quiénes somos nosotros para enmendarles la plana en vez de respetar su memoria y pagarles con un poquito de gratitud lo mucho que hicieron embelleciendo y dando lustre y prestigio con sus obras a nuestras calles. Ni será difícil ni costará un duro. Bastará con el simple reconocimiento, la una de cal que acaba de dar ¡oh milagro! Laujar al titular: "Palacio de los Moya, sede del Centro Hispano-Filipino". Pasado y presente. Por ahí van los tiros; y nosotros detrás, tan contentos.

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