Las palabras que solo se entienden en Almería: del 'esmallao' al 'esturreaíco'

El vocabulario popular de Almería sobrevive gracias a la memoria oral, los diccionarios locales y páginas como PlanetAlmería

Un lenguaje peculiar con impronta propia en el balcón del Almanzora

Iustración con diferentes palabras del vocabulario propio almeriense.
Iustración con diferentes palabras del vocabulario propio almeriense. / DDA

En Almería, si algo está muy sucio, está comiícomierda y si alguien está atontado, anda apoyardao o es un cipollo. Este lenguaje cotidiano, lleno de giros propios, humor y una profunda herencia rural y marinera, forma parte del patrimonio cultural de la provincia tanto como el Indalo o la arquitectura de sus ramblas. A lo largo de las últimas décadas, autores como Antonio Escobedo Rodríguez o Alfredo Leyva Almendros han dedicado años a recopilar miles de palabras, dichos y expresiones que solo se entienden en la provincia, mientras proyectos digitales mantienen viva esta riqueza lingüística en la era de internet. Los lingüistas locales confirman que estas voces son la historia de un territorio contada por su gente, una jartá de palabras que resisten.

El alma de una provincia en sus palabras El Vocabulario almeriense, publicado por Antonio Escobedo Rodríguez en 2003 bajo el sello de la Universidad de Almería, reúne más de 260 páginas de términos populares, refranes y modismos que definen la forma de hablar en los pueblos del sureste. Palabras como zagalico (diminutivo afectivo), resobar (insistir o dar la murga), charrar (conversar) o engarbarse (trepar o aferrarse) dibujan una identidad común. A estos se unen términos menos frecuentes como alcagüete para referirse al cacahuete o présules en lugar de guisantes, voces que se mantienen vivas en la memoria oral.

Los términos para el carácter y la riqueza

Esta identidad hunde sus raíces profundamente en el mundo agrícola, los invernaderos y la costa, generando un léxico específico. La forma de hablar incluye giros para referirse a personas con carácter, como somormujo (persona rencorosa) o rabúo (alguien con mal genio). Un hombre alpargatao es aquel que es adinerado y una catúa era el ideal de belleza femenina. Puede consultar una ficha de la obra del profesor Escobedo en la Editorial de la UAL (Ficha de la obra 'Vocabulario almeriense' en la Editorial UAL).

Otro de los grandes recopiladores del habla local fue Alfredo Leyva Almendros, autor del Diccionario del habla almeriense (Almuzara, 2011). En su prólogo, Leyva explicaba con rotundidad que “el lenguaje es una manera de pertenecer a la tierra”, y que perder esas palabras es “como perder una parte de nosotros mismos”. La obra se convierte en un espejo sonoro de la vida en Almería, recogiendo que, si un sitio está lleno, está abarrotao. La vocalización de los términos, como el famoso "ajo", que significa un simple "vale", queda grabada en la memoria colectiva.

El léxico entre el Levante y el Poniente La irrupción de proyectos digitales ha permitido que esta herencia se mantenga viva en la red y se clasifique por comarcas. Puede consultar el diccionario en PlanetAlmería, donde los usuarios aportan términos y expresiones típicas de cada zona, desde el ande vas tú, zagal de la Alpujarra a la pava del Poniente (Diccionario de PlanetAlmería). En este contexto, la gente que está muy arrejuntao vive en pareja sin estar casada. Los investigadores del IEA preparan nuevas reediciones digitales para que el vocabulario pueda consultarse en línea y conservar la pronunciación original.

Los estudios destacan que el habla almeriense se caracteriza por una mezcla rica de influencias árabes, castellanas y, sobre todo, murcianas y aragonesas, reflejo de una historia fronteriza. Muchos términos sobreviven solo entre los abuelicos, pero otros como eslomarse (trabajar mucho) o juerga han trascendido. La influencia árabe se mantiene viva en palabras como chambao (cobertizo) o alfira (algo que no sirve o sobra), herencia del periodo andalusí que resiste al paso del tiempo.

De la irritación al jabegote

Palabras que resisten en el cacharro y el picopá La Real Academia Española (RAE) apenas recoge una fracción del vasto vocabulario almeriense. Sin embargo, su uso cotidiano en bares, plazas o conversaciones familiares sigue siendo una forma de afirmar la identidad local. Cada palabra, dicen los lingüistas, es “una historia condensada” de siglos de mestizaje y aislamiento geográfico. El cacha o cacharro (la copa) y el cacharrico (atracción de feria) son ejemplos de cómo una raíz evoluciona en el contexto urbano. Otra expresión única es contíconeso, utilizada para advertir o prevenir, como un "a pesar de eso". Si existe un gran enfado, se tiene una irritación. El jabegote es el pescador que utiliza la jábega.

El humor y la ironía son marcas distintivas de este habla. No hay almeriense que no haya dicho alguna vez anda, que te zurzan o que no haya usado el ¡cucha! como llamada de atención inmediata. La persona esmayao es la que tiene muchísima hambre o cansancio. Expresiones que solo tienen sentido en esta provincia, pero que encierran el carácter ingenioso y la serenidad de sus gentes. Decir estatiquiero a un niño o preguntar ¿qué has comido? usando el cascomío es el pan de cada día en Almería. Incluso un talegazo es un golpe, y un jabegote un pescador.

En un tiempo en que los algoritmos parecen uniformizar el lenguaje, Almería conserva su propio idioma sentimental y su tono. Entre jurgonetas que transportan a los zagalicos, el aire esturreaíco del mar y un buen picopá, late una forma única de mirar y nombrar el mundo: la de quienes no solo hablan, sino que sienten en almeriense.

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