Los payos de la droga

La Policía Nacional controla los puntos de venta de estupefacientes en pequeñas cantidades La labor de vigilancia obliga a permanecer horas dentro de coches camuflados

La inspector de la Policía Nacional muestra la imagen de una puerta enrejada y blindada que escondía un punto de venta en Almería.
La inspector de la Policía Nacional muestra la imagen de una puerta enrejada y blindada que escondía un punto de venta en Almería.
Óscar Lezameta

23 de septiembre 2013 - 01:00

La Cañada real, el macrosupermercado de la droga de Madrid y el mayor de Europa, no queda tan lejos de Almería. Las imágenes repetidas de chabolas y construcciones que se caen a pedazos pero que se ocultan tras puertas blindadas y medidas de seguridad propias de un banco y esconden equipos de alta fidelidad, televisiones de plasma de dimensiones descomunales delante de sofás de pieles, no están tan alejados de lo que se puede encontrar en algunos barrios de la capital almeriense. El Puche, Pescadería, La Chanca, Los Almendros, Quemadero, son los puntos calientes, allí donde actúan los conocidos, por razones más que obvias como los payos de la droga. Son los encargados de desmantelar los puntos de venta de donde se surten los pequeños traficantes y consumidores y no saben lo que se esconde detrás de cada puerta.

Es Inspector Jefe del Grupo II de Estupefacientes de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (Udyco) de la Comisaría de Almería, aunque asegura que le queda poco en ese destino. Se pone serio cuando define su trabajo en pocas palabras: "mucha dificultad". Son horas, días y semanas de dedicación en zonas "complicadas, donde no aceptan demasiado bien la presencia de la policía, en barrios marginales de Almería, con coches camuflados y estando alerta para que no seamos detectados". También tienen que enfrentarse a los aguadores, personas que se colocan en las inmediaciones de los lugares de venta para avisar de nuestra presencia; "normalmente son consumidores que hacen ese trabajo por una pequeña cantidad de droga como pago por los servicios. Es una labor envuelta en un grado alto de penosidad; no hay horarios y la vigilancia de esos lugares es constante".

Aún así cuentan con una ayuda inestimable: "la de los propios vecinos que nos avisan en cuanto observan algo sospechoso; la colaboración ciudadana es fundamental y a través del correo electrónico o del teléfono, de manera anónima, nos han puesto en la pista de varios puntos donde se vendía droga de manera habitual".

Se enfrentan a personas enganchadas hasta el tuétano y "que desde por la mañana en lo único que piensan es en conseguir la dosis diaria para mantener esa adicción". Ahora ha entrado un nuevo tipo de droga, habitual en otros lares pero desconocida por esos lares: una variedad de heroína conocida como Brown Sugar. Además del color, aún se analiza con qué sustancia está cortada, la verdadera tumba de los enganchados. "Las han llegado a cortar con estricnina que es un matarratas e incluso con Cola Cao; este nuevo tipo que está siendo analizado en los laboratorios para ver qué contiene, es muy adictivo". Lo que más les ha llamado la atención, ha sido la cantidad: "un kilo de heroína no es normal, es una cantidad muy importante".

Aún así, hay un fenómeno que no saben explicar. La mayoría de las drogas llegan después de haber sido testadas en otros lugares, especialmente en Estados Unidos. Las que aún no han cruzado el Atlántico son el crack y la meta, dos letales sustancias, la primera de moda en los 70 y 80 y la segunda de fabricación casera con una serie de accidentes detrás de su elaboración por la enorme volatilidad de sus componentes, todos ellos de fácil acceso. Aún no han llegado a España y a ninguna se le espera.

La heroína llega procedente de países como Afganistán (primer productor mundial de esa sustancia), Turquía, Tailandia (nuevo gran suministrador de los mercados europeos) y México. En cuanto una partida de ellas llegue con más pureza de la habitual, ya se pueden preparar para contar muertos por sobredosis. La cocaína llega de Colombia "y también de Perú, que ha sustituido al primero por la vigilancia que se realiza en ese país. Después llegan hasta Almería por carretera y en pequeñas cantidades".

La vigilancia obliga a la movilización permanente de los agentes; "se vigilan colegios y zonas de especial aglomeración de personas; se controla el acceso a ciertos puntos que conocemos como tradicionales puntos de venta y vemos el trasiego de personas.

Los resultados están más que justificados; se han desmantelado en lo que va de años 21 puntos de venta de droga, se han conseguido sacar de las calles 1,2 kilos de heroína, 200 gramos de cocaína, 59 kilos de hachís, 50 kilos de marihuana y se han detenido a 69 personas relacionadas con estos hechos, a quienes se les ha intervenido armas de fuego y blancas, objetos robados e "indicios que permitan asegurar que se estaban dedicando al narcotráfico y no al consumo personal como suelen argumentar; por ejemplo básculas de precisión que uno no las tiene en sus casas, dinero fraccionado en grandes cantidades fruto de las transacciones comerciales y sobre todo envoltorios para formar las dosis y objetos de corte".

Su trabajo es vigilar para que lo que se esconde detrás de cada puerta, no llegue a las calles, a causar la muerte y la desgracia de quienes la tienen de toparse con ella.

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