Almería

La penúltima faena a Juan Leal. Almería: un cartel taurino de tronío

  • La gran faena. Un día navideño de 1989 en el que clientela y amigos repartieron tarde de toros y copas

La penúltima faena a Juan Leal. Almería: un cartel taurino de tronío

La penúltima faena a Juan Leal. Almería: un cartel taurino de tronío / D.A. (Almería)

Se movía por la barra con lentitud y parsimonia, una seriedad que le daba un aire de solemnidad al que contribuía el local vestido de toreros, algunos de su propia familia pues de casta, padre y tío, le venía a Juan Leal Espinar (Melilla,1925-Almería, 1994) la torería. Pulcro, le gustaba brillar como sus catavinos: le tenían los clientes en un altar y él a ellos, eso sí, por debajo del de su San Rafael de Paula venerado.

Pero no van estas líneas por su biografía, pretenden solo narrar un día navideño de 1989 en la que su clientela amiga se partió en el coso y una mitad se quedó con él en la arena y la otra en los tendidos; en una de aquellas tardes en que los catavinos se alargaban a copas de cafetería: se hicieron estas cerezas y una idea tiró de otra hasta que al fin cuajó el proyecto de una inocentada en forma de cartel de toros a Juan desde el afecto, que de no haber sido así dad por seguro que no existiría el anuncio que puso seis novillos seis, falsos de la acreditada ganadería de don Judas Iscariote, ante los novilleros Juan Leal y El Posadero y el matador Juan Luis de la Rosa, los tres ciertos en una corrida de mentira, posible solo por la pequeña maldad nuestra de hurgar en un pique antiguo entre aficionados.

Juan Leal Juan Leal

Juan Leal / D.A. (Almería)

Pacto de silencio, imprenta y el envío del cartel no tardó en hacer efecto: sin conocer mi participación en él, Juan y Juan Luis, me mentaron a mi pobre madre, pero lo encajé y repartí entre las de todos pues no hice yo otra cosa más que los demás que dar realismo al afiche, hijo de mil leches de haber sido perro… Si se enfadaron los diestros ni les cuento los subalternos, figurantes en él bajo unos apodos de un solo uso pues jamás nos referimos por mote a unos amigos a los que el azar, el no haberse venido a la copa dura, había puesto en la otra orilla de la broma.

Pepe Leal, hermano de Juan y auténtico subalterno al que llamaban "Barrera" por no dejarla nunca, se convirtió en "Molares" por su maestría como protésico dental.

Emiliano Machín, fuerte voz maña capaz de pronunciar Zárágózá acentuando todas las vocales, del banco podía pasar en un instante al salón para ser el diestro que se soñaba; con eso y ser de Calatayud, ya me dirán cómo se podría librar de ser el "Niño de la Dolores".

Curro Leal, por estampa y nombre y ser ahijado de Paula, parecía predestinado a la lidia de a pie pero solo se acercó a la de a caballo: su afición a la moto -cross, trial y enduro- y el ser el benjamín de Juan lo hicieron "Motín".

Cartel taurino Cartel taurino

Cartel taurino / D.A. (Almería)

Manolo Vicente, aficionado y memoria del barrio, fue "Calambres" por empleado de la Sevillana que fue luz de Almería, un Chorro de años antes que baile de su feria importada.

Miguel Castillo, humorista y comunicativo dependiente de Marín Rosa, fue "Bolero" y no recuerdo el porqué.

A Jorge López, su afición al toro, su estatura y el regentar el puesto de prensa que Guillén, su suegro, tenía en el Paseo, lo hicieron "Chiquito del Quiosco".

Fueron tantos sus paseillos camareros entre las mesas del restaurante emblema de Almería que se ganó Pepín Cruz el mote de "Imperiales".

José Antonio López Alemán humor y gracia, donde él esté en flamenco confidencial "que se quiten t'os", y eso hacen: se le retiran al cantar hasta las dudicas del habla que de niño le pusieron "Popo".

Antonio Navajas, de traje y acicalado, el humor a juego con su pelo azabache, tenía un poco de Don Tancredo y el algo de Séneca, sin greñas, que por cordobés le correspondía… su pequeña joyería en Reyes Católicos y su origen lo hicieron "Joyerito de Castro del Río".

No podía faltar la tramoya de la fiesta: a Rafael Sierra se vio convertido en "empresario" por su saber mercantil; era el primero que llegaba al bar; aunque socarrón, su disfraz de serio nos puso a huevo el apodo de "Alegrías".

Felipe Silva, "asesor del presidente" y seguro que su oponente, de voz recia y crítica en lo taurino no dejaba títere con cabeza y así lo caló la crónica al rematar la narración de una buena corrida: "y cuando el público aplaude, Felipe, silba"; todas las papeletas para llamarse "Destrucciones".

Carmelo Montesinos quien con sus seguros ganaba vida cuando otros la perdían, en una labor importante a la que tratamos con gindama; por lo que la puntilla tiene de colofón se le asignó el puesto de "Puntillero"...

Y para el arrastre, de "Mulillero", Pepe Martínez Gil carpintero y cabezón porque lo era, ocurrente y mordaz siempre provocador con sus bromas de división de opiniones...

Para que desveláramos la autoría de la broma, fuimos los sospechosos blanco de tiritos hasta que años después ciertos detalles dejaron ver que alguien se había soltado la lengua. Tiempo era de ir dando el paso del reconocimiento y yo lo doy ahora, con dos que ya se fueron: Paco Castillo, granaíno de Alhama, mezcla perfecta de bondad e inteligencia, y Carlos Caballero de apellido y condición, maestro de la risa sería.

Y lo doy con orgullo: me declaro partícipe en una broma que era homenaje a alguien que lo merecía, al dueño de la mágica taberna que tan bien nos acogía a diario, a quien nos llenaba las copas para al instante saltar el olivo de la barra, es un decir, y seguir en nuestra reunión… y es que más que tabernero Juan era para nosotros un amigo que trabajaba como dueño en el Quinto Toro. Y por eso le montamos este festival en desagravio de las faenas que le gastó la vida: desde llevárselo de los ruedos de su ilusión a un bar, proporcionarle algún cliente vestido de amarillo o que se servía el vino con la izquierda, hasta traerle de fuera cáscaras de gambas que esparcidas por el suelo y ocultas desde el interior de la barra quedaban a la vista de los nuevos clientes sugiriéndoles una y otra vez que pidieran a un Juan endemoniado el marisco plancha que no tenía...

Ahora los que quedamos, con los que se descolgaron ya del cartel de la vida, desde la arena, en pie y montera en mano, evocamos con cariño aquella inocentada que fue la penúltima faena a Juan Leal. ¡Va por usted, maestro!

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